Laurel y rosas

Aves desde un castillo en el sur de España… y La Barrosa

El pintor y naturalista William Hutton Riddell residió cada verano en La Barrosa entre 1929 –que es cuando junto a doña Violeta Buck adquiere la finca «Villa Violeta»– y 1944, el último año que acude a la playa de Chiclana, impedido por la enfermedad. Permaneció, desde entonces, encerrado en el castillo de Arcos –“mi casa en España”, como lo describe– hasta su muerte el 22 de noviembre de 1946. En la playa y alrededores observó y pintó magistralmente vuelvepiedras, correlimos zarapitines, archibebes oscuros o charranes comunes, entre una larga lista de aves limícolas, sus preferidas. Sabíamos –el ornitólogo Javier Ruiz, y yo, juntos en esta aventura– que había dejado un listado denominado “Aves de La Barrosa y alrededores, incluidas las salinas y el mar”, fechado a principios de los años 30, con un centenar de especies, desde el cuervo, el primero que cita, hasta la codorniz. Y, por supuesto, que había descubierto bajo el porche de “Villa Violeta” uno de los primeros nidos de golondrinas dáuricas –o golondrinas de las mezquitas– en España.

Pero, Javier y yo hemos descubierto que desde La Barrosa escribió algunos de los extraordinarios capítulos de “Aves desde un castillo en el sur de España” (Palitroque Editorial), el libro que Riddell redactó entre 1941 y 1943, con algunas correcciones o ampliaciones en 1944. La enfermedad –y la Segunda Guerra Mundial– le impediría darlo a imprenta, pese a dejarlo prácticamente terminado. Javier y yo lo encontramos hace poco más de dos años inédito y olvidado en el castillo de Arcos y, después de un exigente trabajo de transcripción, traducción y edición –y en el que hemos contado con muchos cómplices, entre ellos la familia Mora-Figueroa– llega a las librerías. También gracias a la colaboración de la Asociación Pro Fundación Batalla de La Barrosa. Porque sin la investigación de la propia batalla –que ya dio a imprenta “Tres visiones de la batalla de La Barrosa”, donde incluimos un relato inédito del propio Riddell–, ni la búsqueda de antecedentes historiográficos en torno al proyecto Limes Platalea –el seguimiento de las miles de espátulas que desde La Barrosa cruzan hacia África cada otoño, que personalizan el propio Javier y Paco Hortas, sus coordinadores–, “Aves desde un castillo en el sur de España” todavía sería un tesoro oculto. O, al menos, nosotros no habríamos sido quienes lo hubiéramos sacado a la luz.

Empleamos un centenar de páginas de “Estudio introductorio” a explicar por qué con “este relato de aves en torno a su casa española”, como lo describió el Dr. Hugh Blair, podemos decir que W. H. Riddell es el gran eslabón perdido de la Historia Natural en la provincia de Cádiz y Doñana. El que conecta Abel Chapman y a Walter J. Buck con Mauricio González Gordon. Es decir, Riddell fue también fundamental para que Doñana sea hoy lo que es: la gran reserva natural de Europa. Este no es un libro sobre la ornitología «de» un castillo en el sur de España, sino «desde» el castillo de Arcos: incluye la peña y sus famosos buitres, pero se extiende por la campiña, las salinas de Chiclana, la laguna de la Janda, la sierras de Cádiz y Ronda, Gibraltar… y, por supuesto, Doñana. Esto significa que, entre otras muchas cosas, también es un testimonio ornitológico único de La Barrosa y Sancti Petri. De hecho, le reivindicamos como el primer ornitólogo que prestó atención a la exuberante riqueza de las aves de las marismas salineras.

“Durante varios años pasamos dos o tres de los meses más calurosos del año en la playa de La Barrosa, que está cerca de Chiclana y a medio camino entre Cádiz y Cabo Trafalgar. […] Una playa con un arenal ancho y limpio resguardada por bosques de pinos y monte bajo”, escribe el mismo Riddell, que desde la playa intenta explicar, por ejemplo, el origen de las migraciones de las aves o cómo el viento de Levante —extraordinariamente descrito— ayuda a desvelar algunos de sus misterios, entre ellos por qué vuelan en «V». Aporta, por ejemplo, un testimonio único de la migración de la golondrina común sobre la orilla de La Barrosa entre un levante “cruel e implacable” en medio del cual cuenta hasta seis mil ejemplares en un mismo día, y eso solo “durante las horas de luz”.

También habla con pasión del chorlitejo chico y de otras aves limícolas en las salinas de Chiclana: “La parte de las salinas que mejor conozco se encuentra entre Chiclana y la costa atlántica. Y siempre me han parecido ser un lugar que garantiza una «atracción indudable» para las aves […]. Por otro lado, es durante el mes de mayo uno de los mejores lugares para observar las migradoras de larga distancia, me refiero a las que van desde los trópicos hasta el Ártico”. Pero Riddell –y nosotros, sin duda– contamos otras muchas más cosas, entre ellas, la razón de por qué el matrimonio británico compró esas veintinueve hectáreas de La Barrosa… Aunque esto lo revelaremos este miércoles, día 11, a partir de las 19,00 horas en el Centro de Interpretación del Vino y la Sal. Están invitados.

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