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concert music festival en chiclana

Lisérgica liturgia

  • El proyecto conjunto 'Fuerza nueva' de Los Planetas y Niño de Elche deja una singular propuesta escénica y sonora en el Concert Music Festival de Sancti Petri

Niño de Elche, en el Concert Music Festival de Sancti Petri.

Niño de Elche, en el Concert Music Festival de Sancti Petri. / Sonia Ramos (Chiclana)

Una experiencia cuasi religiosa –como cantara aquel de apellido también eclesiástico– y de largo alcance psicotrópico fue el espectáculo que ofrecieron el viernes noche en conjunto Los Planetas y Niño de Elche, bajo el nada inocente título de Fuerza nueva, en el escenario principal del Concert Music Festival de Sancti Petri.

Una propuesta sonora arriesgada –la de los artistas que se declaran libres por encima de las veleidades del mercado– en la que el apartado visual fue tan protagonista como el sui géneris repertorio imbricado con mil y una referencias históricas, artísticas, religiosas y/o metafísicas que sugerían la entrada a una lisérgica liturgia de símbolos no apta para oídos despreocupados.

Con títulos de peso y poso como Santo Dios, Los campanilleros, Mariana, La canción de los gitanos, La cruz, Canción para los obreros de Seat, El novio de la muerte y Santo Domingo, la conjunción de estos creadores en los márgenes de la industria es tan epatante que la rechazas de lleno o te llenas de valor para transitar por sus oscuros vericuentos sin billete de vuelta. Merece la pena lanzarse al vacío.

Fuerza nueva es una píldora musical de instantáneo efecto que conduce de inmediato a cuestionarse y cuestionar lo artísticamente aceptable. Es la principal diferencia frente a los vacíos discursos de lo cotidiano. Porque manipular cierta iconografía asumida como irremediable puede, de primeras, resultar provocador, incluso desde una presumible incoherencia de significantes. Pero hay más detrás de la máscara, mucho más, y corresponde a cada uno extraer la moraleja.

Marchas militares, simbología sacra, alucinaciones futuristas y caleidoscópicos horizontes vistieron las canciones que, en dicho totum revolutum, son más una exhibición de comunidad, de supervivencia ante el absurdo vital que un simple continente de meras experiencias visuales sin ton ni son. De ese apartado se han encargado Andrés Duque y Javier Aramburu. En definitiva, provocación buscada pero bien hilada.

Esa supervivencia quedó plasmada en la desgarradora hondura vocal de Niño de Elche, plantado como un tótem en el escenario, escupiendo salmodias ante las que nadie, con un mínimo de sensibilidad, podía permanecer impasible. A su lamento se unió el ensordecedor sonido de Los Planetas, que se atrevieron a regalar al público unos bises “por alegrías de Cádiz” –a su manera, claro está– y Romance de Juan de Osuna, con el que cerraron una muy aplaudida ejecución.

Fuerza nueva es una propuesta inquietante y atractiva, estética y política, porque desde la tradición abre puertas del subconsciente que pensábamos que ya dormían bajo el falso triunfo de una utópica democracia.

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