Crónicas del retornado

Feliz medievo

Al retornado le enseñaron en sus años de estudiante que en España no acabó de cuajar el feudalismo como en otros países de Europa. Al retornado le enseñaron muchas otras cosas, unas verdaderas y otras completamente falsas, porque en aquellos años la enseñanza era bastante tendenciosa. Probablemente lo sigue siendo, aunque de modo menos desvergonzado.

El caso es que la Edad Media española fue bastante entretenida y algunas de sus instituciones parecen seguir incólumes pasados muchos años. Entretenida, porque vaya lío lo de acordarse de todos los reyes de León, de Castilla, de Navarra, de Galicia… sin mezclar Alfonsos con Juanes y Pedros con sus respectivos apodos: que si el justiciero, que si el monje, que si el magnánimo. .. A los reyes de ahora es mucho más difícil ponerles motes. ¿Cómo apodaríamos a Juan Carlos I, que no sonase francamente mal? ¿Y a su sucesor, Felipe VI, un personaje tan anodino?

En la edad Media hubo soldados de fortuna y mercenarios, como Rodrigo Díaz de Vivar y Bertrand Duguesclin, el de “ni quito ni pongo rey”, que no era español, pero se adaptó estupendamente a nuestros modos y maneras.

Lo cierto es que, contra lo que a mi me enseñaron, parece que el feudalismo medieval, no sólo existió, sino que ha perdurado y sigue existiendo. No sé quién acuñaría el término “barones”, para referirse a los barandas territoriales de los diversos partidos, pero hay que reconocer que dio en el clavo, porque los comportamientos de tales personajes lo demuestran a la perfección.

La noción de “cacique”, de origen amerindio, es más moderna, pero complementaria a la baronía sin lugar a dudas. Sin caciques no habría barones y los barones difícilmente subsistirían sin el eficaz apoyo de los caciques. Don Carlos Arniches escribió una obra: “Los caciques”, que calificó como “tragedia grotesca” y algunos han asociado a la obra de Gogol “El inspector general”. Es razonable. Don Acisclo mantiene su poder a base de agasajos y amenazas. Otro cacique literario famoso fue el “Jarrapellejos” de Felipe Trigo, que nada tenía de cómico, porque Trigo lo pintó como un perfecto hijoputa.

Por estas fechas barones y caciques han pasado una vez más a primer plano y la política española recupera tintes medievales, que traen a nuestra memoria la gesta francesa de “Los vasallos rebeldes”. Digo una vez más, porque barones y baronesas venimos soportando desde hace muchos años y no creo que exista autonomía, llámese “nación” o “región”, que no haya padecido los desmanes de estos poderosos sujetos.

Lo que sucede es que en situaciones críticas los barones y baronesas emergen de modo más estentóreo, tanto como los caudillos inspirados y condotieros de bolsillo. “Como éramos pocos…”

En Madrid la señora Díaz Ayuso la ha liado bien parda, echando los pies por alto con el evidente objeto de acrecentar su poder, diga lo que diga la propia interesada, y subrayo “interesada”. Claro que ya colgaba sobre su vacía cabeza la espada de Damocles esgrimida por otros vasallos rebeldes, en forma de moción de censura. Esta señora, en una actitud

perfectamente feudal, se deshizo de sus socios de Gobierno, que se enfadaron muchísimo con ella y la tacharon de “traidora”.

Las palabras “traidores” y “traición” se han puesto de moda. El veneno y el puñal circulan libremente por casi todas las “cortes”; más que en la famosa de los Medici o en las más antiguas de los reyes godos, casi ninguno de los cuales logró fallecer de muerte natural porque sus propios parientes solían impedírselo. Parece que la sombra del traidor Bellido Dolfos flota sobre nuestras cabezas.

En Murcia también las intrigas palaciegas han engendrado pequeños traidores, pero habrá que preguntarse: ¿quién traicionó a quién? O: ¿quién traicionó el primero? Porque la única institución local que parece quedar a salvo de todo este “juego de villanos”, que no “juego de tronos” es “El Rincón de Pepe”, lugar admirable que asocio con gratitud a todos mis viajes a aquella hermosa región.

Y, si hablamos de caudillos personales, caballeros brigantes con vocación redentora, me veré obligado a mencionar al sorprendente Pablo Iglesias, que va y enarbola la oriflama para, según él, redimir a Madrid de la funesta Ayuso. La acción de Pablo presenta perfiles épicos, a decir verdad, muy poco acordes en mi opinión con lo que la realidad exige. Las cargas de la brigada ligera suelen ser tan valerosas como inútiles. Que ya sé que esa carga fue en la Guerra de Crimea, pero, ¿a que tiene un toque medieval?

Y que conste que Pablo siempre me ha caído simpático, pero creo que esta vez ha metido la pata hasta el corvejón.

Intrigas palaciegas, traiciones y traidores, vasallos rebeldes, barones y baronesas, caciques. Todo muy vistoso y colorido, pero los siervos de la gleba, los hidalgos de medio pelo y otra gentecilla parecen no importar demasiado a los protagonistas de la epopeya.

Tags

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios