Tinta china

Las ruinas de Palestina (si Dios existiera)

EN la ciudad de Cádiz, que por fin vuelve a ostentar el honorífico título internacional de ciudad de los parados, se practica la arqueología submarina y el deporte de la envidia, que ni es sana ni ná. Con el ruinazo inmobiliario, al Falla le han arrebatado su condición de teatro de ladrillos coloraos, entre otras cosas porque los ladrillos no son coloraos ni ná. Como la cultura está a punto de pagar los vidrios rotos de la presunta crisis, SOS fontaneros, a tomar por saco los demás, SOS banqueros, al mismo garete los músicos autónomos, que ni son currantes ni ná.

Que callen tantos expertos como hay en Cai de capillismo, fútbol y carnaval. A estas alturas de concurso mundial de coplas da gusto regodearse con las agrupaciones malas de solemnidad. El encanto de una chirigota codificá, sólo para familiares y abonados, no encuentra parangón, ni el dolor que produce un cuarteto paecharlo, y no digamos el cachondeo malvado que origina un popurrí cantado ya a duras penas, con fatiguitas, por la comparsa de artistas de turno. A pique de un repique, cuando los “mejores” atraviesen el rubicón se perderá el discreto encanto de las malas.

La otra noche, sin ir más lejos, el público, el local y el global, el del teatro y el de las ondas interplanetarias, parecía recién llegado del dentista, con tres empastes, una derrota con anestesia y un torrijón considerable. ¿Eran tan malas o era el nolotil? Con la llegada de la hora hache, aparecen el mal humor, las suspicacias, las paranoias carnavalescas, los codazos, el silencio y la furia. Pronto, alguien descubrirá sensaciones donde no las hay, se coge antes a un plagiador de repertorios callejeros que a un encantador de serpientes cerrando la tapa del canasto. Canta más un cursi que un borde, aunque no veas lo mal que huele cuando ciertos poetas de Cádiz riman ocurrencias con los personajes más funestos de la telebasura, aquí no hay tomate ni ná, ya está bien de rascar en la superficie del mal gusto. Por contra, da gusto escuchar las coplas verdaderas y las coplas canallas, los ruinas hablan en boca del niño que creció pegado a una radio y que no entiende de mamoneos, sólo busca y rebusca hasta hallar la letra y las músicas que le hagan crecer.

Menos mal que el mundo gira y gira. El mundo al revés. Los que alentaron los contratos basura organizan ahora manifestaciones por el empleo. Incoherencias del Carnaval, que aquí dura todo el año. No ni ná. Más paradojas: unos tíos emulan a Supermán y acusan de capitalistas a la iglesia. Y otra más: ¡Franquito en Teleteo! ¡Increíble, pero cierto! Román Paladino en directo, y luego mil veces en diferido. Le preguntan si se va a disfrazar en Carnaval. Po claro, ¿no lo sabe ya? Sólo le faltó apuntar aquello de “yo pazo de meirás” o “donde las dan las tomas, Jefferson”.

Los ruinas, por Palestina. Con dos razones. Y una conmovedora y demoledora forma de escribir y de cantar al viento. “Si Dios existiera se sonrojaría de vergüenza” ante las fechorías consentidas del “pueblo elegido celebrando la muerte de niños”. Muro de lamentos, estrellas de David, la sinrazón de Goliat, corderos degollados. “No sé cómo consiente el pueblo creyente tanta sangre y tantos escombros”. Europa mira hacia otra parte, claro está, Europa ha muerto, pero lo que queda de Europa, “la puta y vieja Europa se lava cobarde las manos” mientras en Gaza, y acaso en medio planeta, se violan los derechos humanos, los verdugos se disfrazan de víctimas y los de Cheza rematan la diatriba de esta guisa: “Si Dios existe, que baje del cielo y diga quiénes son los verdaderos terroristas”.

ealcina.blogspot.com

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