El pelotazo

El poder del respetable

Hay quien acusa al carnaval de ser chabacano. El Carnaval es un ente sin forma ni estado. En todo caso los chabacanos seremos los carnavaleros o el público que acepta las chabacanerías. Eso es como si un torero se saca un moco y lo pega en el capote. El guarro será el torero y no la tauromaquia. La parte de culpa más grande la tenemos los autores pero el público que asiste a las funciones tiene también una enorme parte de culpa. Si la gente no se descojonara con cosas bordes o chabacanas los autores pensaríamos que esa veta está ya acabada y muerto el perro se acabó la rabia.

Creo que el público del Falla es muy exigente para algunas tonterías y muy poco exigente para las cosas que de verdad deberían importar. ¿Me explica a mí alguien como un espectador escucha una copla sobre los toros y la aplaude y luego viene otra copla anti taurina y la aplaude también?. Lo dicho; tema para el Cuarto Milenio de Iker Jiménez. Luego hay un sector de público que se indigna porque determinadas agrupaciones no cantamos letras comprometidas. Vamos a ver, caballeros, eso es como decirle a los Hermanos Marx que por qué no aprovechan su fama para denunciar las atrocidades de la humanidad en vez de hacer el ganso. Posiblemente Groucho miraría a ese individuo de arriba abajo y, tras darle una profunda calada a su puro, le dijera: "Nunca olvido una cara pero con la suya estoy dispuesto a hacer una excepción". Retomando el hilo de lo anterior, si yo o alguno de mis compañeros hemos tomado esa senda es porque hay una gran parte del público que nos acepta esa filosofía de que el carnaval es diversión. Si otros lo ven de otra manera, perfecto, esa es la grandeza de esta fiesta. En esto mandan los de la butaca y no los del escenario.

Los que cantamos y escribimos modificamos nuestros hábitos según la receptividad que nos ofrezca el respetable (y alguno no tan respetable). Cualquier espectáculo es lo que el público quiera que sea. Si a la ópera empieza a acudir gente borracha y patosa, hasta el sublime Don Giovanni de Mozart se habrá convertido en un espectáculo chabacano y bajuno. Usted, el que se sienta en la butaca, tiene muchísima culpa (para lo bueno y para lo malo) de lo que pasa en el Falla. Y no se trata de pitarle a nadie ni de echarle el telón. En la mayoría de las ocasiones, el silencio es el mayor de los desprecios para el artista. Así que si algo no le gusta, no abuchee ni moleste al que canta. Cállese, por favor, que eso hace infinitamente más daño del que parece. No olvide que el chabacanismo y la genialidad nacen de la misma butaca y todo depende de quien los amamante.

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