Libre directo

A pie de calle

FINALIZADOS esos actos tan adorables y simpáticos como la proclamación de las ninfas infantiles o el concurso del Falla, llega ahora el carnaval de la calle. Adiós a topicazos como "el templo de la fiesta" y adiós a los poetas poetísimos, a los artistas artificiosos y a los barítonos de barriada, todos en pos de una fama de cartón piedra.

Llega un carnaval sin homenajes casposos, sin presidentes ni jurados de nada, sin control municipal y sin subvenciones. Y ya se sabe la relación inversa que existe entre subvención e independencia. Un carnaval, con sus defectos y sus problemas, pero libre. La única limitación que se autoimpone es la de vivir de espaldas al concurso del Falla y a los fastos del carnaval oficial.

Por eso me ha sorprendido ver al Carnaval Chiquito, apoteosis de la fiesta callejera, en el programa oficial. Me ha extrañado porque aún recuerdo el conflicto del pasado año entre Ayuntamiento e "ilegales", del cruce de acusaciones mutuas, y el plante de las "ilegales".

Recuerdo también que cuando las "ilegales" pidieron explicaciones al gobierno municipal sobre la falta de libertad de expresión, se les impuso una condición: que primero tenían que decir que había libertad de expresión. O sea, "si quieres hablar conmigo, cállate y no digas que aquí te callamos". Nivelazo democrático.

Por eso me ha extrañado ver al espíritu libre del carnaval de la calle enjaulado en el programa oficial. Al carnaval callejero no le añade nada, pero tal vez el gobierno municipal necesita demostrar que el uso de la calle es de su exclusiva competencia.

Yo, por si acaso, me voy a la calle a ver si escucho a los Guatifó.

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