Son muchos los años que llevo, señor director del Diario del Carnaval, dedicado a defender la cultura y el buen gusto gaditano frente a la bazofia carnavalesca.

He soportado insultos lanzados desde las tablas del Gran Teatro Falla. Estoicamente he seguido sesiones enteras del Concurso por radio y televisión. He leído los artículos de cientos de colaboradores, con el esfuerzo que ello supone.

Estoy al tanto de todo lo que ocurre. Sé que Aragón y Quiñones andan a la gresca por la autoría de una letra y hasta estoy a punto de descubrir si Ramoni está o no a favor de Martínez Ares.

Estoy dispuesta a buscar el cuadro perdido de los Costus para entregárselo a Javier Osuna, a servir de intermediario entre el coro de Julio Pardo y el de Quico Zamora, y hasta callarme que el Jurado del Falla come y bebe dentro del teatro infringiendo toda la normativa legal al respecto.

Si hace falta, este año no me voy el fin de semana de Carnaval a Grazalema. Renuncio a mi cerveza con gambas en la sevillana plaza del Salvador el Lunes de Carnaval.

Pero hay cosas, señor director del Diario del Carnaval, que no se le pueden pedir a nadie. Todo tiene un límite.

Se lo ruego. Se lo suplico. Por lo que usted más quiera: ¡no me haga leer los artículos de Fernando Santiago!