Brotes bordes

Una de nostalgia

DECÍA Eric Hobsbawn que la historia es acumulación de progreso, lo que unido al famoso aserto cubano de que todo lo que pasa conviene, nos llevaría a la conclusión de que cualquier tiempo pasado fue peor, de lo que no estoy muy seguro cuando hablamos de carnaval. Hubo un tiempo en el que no había televisión, los periódicos le dedicaban a la fiesta un seguimiento moderado y para los picaos estaba la radio. La irrupción de todo tipo de medios digitales, el seguimiento masivo por la televisión y el insistente interés de los medios escritos ha pervertido, a mi modesto entender, la esencia del carnaval como folklore popular. Ahora todos los comparsistas quieren ser famosos, muchos autores piensan que por escribir a una agrupación son personajes destacados por encima del bien y del mal y el pueblo soberano ha pasado de espectador a hooligan. Todo ello ha trabucado la esencia de la fiesta. Qué tiempos aquellos en los que las agrupaciones cantaban en el teatro y durante 10 días por las calles. Qué tiempos en los que no había comparsas de autor, ni fanáticos seguidores de un grupo. Qué tiempos en los que no había octivillitas ni contaaltos ni punteaos, todo el mundo entendía todo y al día siguiente cualquiera podía cantar lo que había escuchado en el teatro o en la calle, las chirigotas hacían reír y los coros afinaban tangos. Ahora los integrantes de una agrupación aspiran a sacarse una importante cantidad de dinero, ser famosos en el barrio y ligar lo que puedan. Los autores en ser líderes de opinión o tan famosos como futbolistas, encumbrados como dioses. Creo que cualquier tiempo pasado fue mejor.

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