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Desde mi batea

El botones sacarino

Tengo un par de muy buenos amigos que empezaron en su trabajo de botones. Hoy, gracias a su trabajo y honestidad, han llegado a ser altos cargos de sus respectivas empresas. La lección que siempre he sacado de esto, y que he tratado transmitir a quienes quiero, es que a los sitios hay que llegar en principio con humildad, y es el tiempo, a través del talento y el esfuerzo, el que tarde o temprano te coloca en el sitio que uno merece.

Pero el botones, que en su ámbito, más lejos ha llegado de los que conozco es El botones Sacarino. Le conocí una noche de carnaval del mes de agosto de 1984 en Algeciras, (el Carnaval de Cádiz se celebra cuando y donde le sale de los contratos). Ahí estaba él, con su uniforme cachondo de chirigotero y con diecisiete añitos, no más.

Desde febrero del mismo año, donde vestido de la misma guisa y con su pluma debutando en la categoría de adultos había sido la revelación del concurso, yo venía meditando que ese entonces chaval tenía madera de letrista de los buenos, así que, ni corto ni perezoso, me fui para él, gracias a mi querido Ildefonso Perales que me lo presentó, y le ofrecí que escribiera para nuestro coro, que por entonces no teníamos un autor fijo, las letras las escribíamos entre los componentes. Mi intención era darle el definitivo espaldarazo a mi agrupación y a fe que lo conseguí.

A los pocos días me contestó que sí, y por octubre me dio su primer tango… No me da vergüenza confesar que lloré al leerlo, se me erizó el vello al ir ojeando aquella letra en la que narraba con una sencillez poética abrumadora que un tango es un ser vivo, que es gestado por sus padres, cuidado en su evolución por sus seres queridos y parido por febrero desde los labios del que con pasión lo canta. Para aquel coro, donde la mujer era tan importante, la letra no podía venir más a la medida y nada más terminar de leer ese tango me di cuenta de cuan lejos llegaría mi querido Botones Sacarino.

Ya hace más de veinticinco años, por ello y por tu maravillosa trayectoria, vas a lucir con toda la justicia del mundo el antifaz de oro en tu solapa. Antonio, aquel Botones Sacarino de T.B.O. sigue en el corazón del Coro de las niñas y te doy las gracias por ser fiel a la difícil promesa que hacías al final de aquel tango, la de traer cada febrero un nuevo hermano para el primogénito que pariste, junto a nosotros, en Plaza de Mina.

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