TODO el mundo sabe que al Carnaval de Cádiz no viene nadie verdaderamente importante. Al revés, el famoseo huye de esta ciudad.
Esta fiesta -por su carácter cada vez más barriobajero y bajuno, por su falta de elegancia y porque llena las calles de basura y las convierte en una depuradora de aguas residuales- no sirve para los VIPS.
Aquí no hay ostras, lo que prima es el basto y tóxico ostión. No hay caviar, se chupan y tripas de erizo y lo demás lo comemos con las manos.
Tampoco se degustan exquisitos vinos: litronas a granel. Aún más: no hay trajes de Armani o diseños de Prada o Manolo Blatnik: aquí el personal se viste de mamarracho.
Desengáñense. Al Carnaval de Cádiz no vendrá ningún famoso como al de Río o al de Venecia, a lo más, políticos locales, alcaldes de pueblo y Susana Díaz, que seguro que no pierde la ocasión de salir en la foto en la final.
No atracarán yates en nuestro puerto, como ocurre en la Feria de Sevilla o en la Semana Grande, ni se acreditará en el Falla la revista 'Hola'. Aquí los romances son contra la pared de la casapuerta.
Y las estrellas, autores y comparsistas no viajan en Rolls ni en Bugati. Por cierto, ¿A esos que han huido del Falla y se han ido a cantar a los pueblos a la voz de mando de los carapapas y aragones nadie les grita desde el gallinero: "¡Que vais a perder Los Amarillos picha!"?
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