Ser o no ser

Manos limpias

EN el Carnaval me pasa como en el fútbol, que no creo en las manos negras. Así como no creo que haya órdenes a los árbitros para que el Real Madrid o el Barcelona ganen la liga, tampoco creo que haya instrucciones al jurado para dejar fuera a ciertos autores. Otra cosa son las incompetencias, el gusto o la puta casualidad de que cinco tíos no vean lo que está viendo todo Cádiz. Jamás he sido jurado y creo que tardaré en serlo. No le tengo ganas a nadie, pero como aficionado reconozco que hay ciertos estilos (en todas las modalidades) que no me gustan. Y evidentemente eso le pasa a todo Dios. Y eso te lastra a la hora de puntuar. La duda es si puntuar lo que realmente te gusta o hacer caso al gusto de la gente. He ahí la cuestión. Yo, personalmente, creo que me dejaría llevar un poco por el gusto general, pese a que lo que viera no fuera de mi total agrado. Porque sería capaz de reconocer que quizás mi gusto me condiciona al puntuar. Yo me he enfadado mucho en Carnaval, por las decisiones del jurado. Me ha dado coraje que se me exija mucho cuando a otros se lo perdonan casi todo. Me ha cabreado ver que si mi chirigota tenía dos días buenos y uno más regular nos pesaba el peor día, mientras que otros entraban en la final con dos días bastante regulares y uno bueno. Todo eso me ha cabreado mucho. Pero jamás pensé que hubiera una mano negra ni contra mí ni contra mi chirigota. De haber estado convencido me hubiera ido mucho antes del Carnaval. Pero no fue así. Esto es cuestión de gustos y de espacio. Ni nos puede gustar todo ni caben todos en una final. Esto es como en el fútbol. Unas veces nos favorecen los árbitros y otras nos perjudican. A unos más que a otros (en ambos casos), pero esto es un juego. Y unas veces se gana y otras se pierde.

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