Yo maté a Martínez Ares

Hombres de paja, teatro sin remiendos

  • Calabazas. El tipo se me ocurrió viendo un anuncio de televisión con un espantapájaros l No me quedan fotos porque alguien que luego fue miembro de la comparsa se las quedó y las vendió

Frente al local de la calle Zaragoza había y sigue existiendo un bar pequeño por donde nos dejábamos caer antes y después de los ensayos. Una de esas tardes que perfilábamos el repertorio de 'Sonri-sillas', entre tapita y cerveza, eché un vistazo a la televisión de este establecimiento. Recuerdo que estaban martilleándome la cabeza los cientos de anuncios que ya por aquel entonces nos obligaban a ver, cuando entre col y colý un flash de un anuncio de noches temáticas en la segunda cadena, pero lo más espectacular era el personaje que lo anunciaba: un espantapájaros o mejor, un chico que hacía de espantapájaros, que disfrazaba una de sus piernas como la continuación del madero donde se apoyaba y mostraba otra falsa. Antes de ver el final ya lo había captado: "Cuando las dos piernas se muevan parecerá que está en el aire", me dije. Y así fue. El anuncio duraba lo que un suspiro. Si en ese momento no hubiera visto la televisión jamás hubiera salido de ese bar con la idea de hacer la comparsa 'Calabazas'. Después de un tipo tan vistoso como el de 'Sonri-sillas', Ángel quería rizar el rizo y sobrecargar de colores el vestuario de estos muñecos de paja. También en esta ocasión nuestra sastra fue Chari Delgado. Como bien habrán adivinado, yo no dije ni mú en lo referente a telas ni a diseño, es más ni siquiera me hice el tipo, pero sí me dediqué, además de la composición literaria y musical, a hacer cruces.

En un piso propiedad de una tía de Manuel Coronilla, en la calle Arbolí, en un tercero concretamente, ideamos, diseñamos, creamos y pintamos las cruces de la comparsa. Los encargados de esta parte tan poco gratificante fuimos casi exclusivamente Sema, Manuel Coronilla, Angelín, que volvió ese año a la comparsa y yo. No sé cuántas tardes pasamos en aquella casa ni cuántos cafés nos bebimos pero sí sé lo bien que lo pasamos en la cocina, fumando y tomando cafés, fumando y tomando cafés, y algún cubata, también, también.

El Carli recibió ese año una mala noticia: "Tu primo no sale, te ha tocado otra vez el bombo" y Juan Miguel Cortina relevó al 'Lobo' en la función de voz segunda. Una vez más decidí no salir en la comparsa, aunque de vez en cuando viajaba con ellos después del concurso y actuaba, ¡qué digo actuaba!, yo era el comodín, cuando no podía ir el Carli yo tocaba el bombo, cuando faltaba un guitarra yo lo suplía, cuando enfermaba un segunda yo iba en su lugarý menos la caja, siempre que me llamaban, ahí estaba el tío.

'Sonri-sillas' también dejó en la memoria un momento terrible. Hacía tiempo que había intimado con dos amigos que eran y siguen siendo para mí mucho más que eso, Cristóbal, componente de 'España la nueva' y 'Los soldaditos' y Paco Delfort, ese año voz segunda de la comparsa de Antonio Martín. Cuando acabó el Carnaval de 1990 Cristóbal cayó gravemente enfermo, tanto que una noche el médico habló con la familia y los más allegados y nos preparó para lo peor. "Las próximas cuarenta y ocho horas serán cruciales para su vida", dijo el de la bata blanca y de una manera u otra Paco, José Luis y yo no nos separamos de él, ¿te acuerdas de esas noches, Paco? Cristóbal ganó la primera batalla pero la guerra era muy muy larga y las expectativas, francamente, no presagiaban nada bueno. El coraje y las ganas de vivir lo resucitaron y pisó las tablas del Falla casi sano vestido de 'Ida y vuelta'. Hoy día sigue haciéndolo en su 'Mercado de las maravillas'. Qué mala experiencia o qué buena, según se mire.

Cuando ya nos habíamos acostumbrado a pasar las tardes noches con los invisibles de la calle Zaragoza nos anunciaron que comenzaban de inmediato las obras de rehabilitación del edificio. Aquello acabó con la tranquilidad de los tres años anteriores. Por cierto, compartíamos local con una orquesta que ensayaba en el patio, éramos unos okupas musicales en toda regla. Así que nos fuimos a un local pequeño pero cómodo en Puerto Chico. José Luis pensó que las típicas lámparas de papel de las habitaciones de los niños pequeños nos podrían servir para tapar nuestra cabezas dibujando en ellas la figura de una calabaza. Lo probamos. Quedaba formidable pero había un problema: no escuchábamos bien, así que reciclamos las cabezas pintadas de calabazas y las pusimos en la parte superior de los maderos. Paco Leal aprovechó el dibujo que hicimos en las lámparas y lo maquilló en los rostros de los componentes. La comparsa rebosaba colorido y alegría. La chaqueta del espantapájaros era una sucesión de remiendos y remiendos y remiendos, cada uno de un matiz. Por supuesto, clavamos el efecto bailarín de la pierna falsa que también hicimos nosotros y disfrazamos una como el soporte del madero, tal y como vi aquella tarde en la televisión.

Nuestra primera actuación fue extrañísima por culpa de los últimos retoques que nunca terminaban. Muchos miembros del grupo estuvieron más pendientes de que todo estuviera en su sitio y que nada se cayera que a la actuación en sí; aquellos espantapájaros perdieron kilos ese día, me consta. Pero lo más maravilloso de todo es que cantábamos otra vez en el Falla, en nuestra casa y además fuimos la primera comparsa adulta que pisaba el teatro una vez rehabilitado, era todo un honor. Una foto inmortalizó el momento en que Carlos Díaz, alcalde de Cádiz por aquel entonces, conversaba con nosotros en un camerino del Gran Teatro Falla. Lástima que esa y otras fotos se las quedara y las vendiera sin escrúpulo alguno uno que años más tarde fuera componente de algunas de mis comparsas. Ese fue el año que Antonio Martín puso en escena esa barbaridad de comparsa titulada 'Encajebolillos'. Lo difícil no era intentar ganarle, que más bien parecía imposible; lo difícil fue batallar con la mala experiencia del primer día e ir ganando puestos conforme fue avanzando el concurso hasta llegar a la gran final y conseguir el segundo premio, que nos supo a primero. Aquellos hombres de paja dibujaron en el madero otro primer premio en el concurso de El Puerto de Santa María y ya advertían de su peligro en la capital. Qué lastima, no tengo ni una foto de aquel año. A veces pasa que uno le da la mano a quien cree que es un amigo y éste se lleva el brazo y las tres piernas, incluida la falsa.

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