Estos que ves Fabio, ¡Ay dolor!, mustio collado, fueron otrora emporio del orbe, Cádiz ilustrada. Por esta ciudad, donde corrían ríos de plata y otros caudales desde América, hoy se ven solamente regueros y charcos de meados, y agrias vomitonas estrelladas en portales y aceras.
En esta ciudad, antipalurda por excelencia, se embarcaban los mejores caldos para todo el mundo, añadas y soleras para paladares regios y exclusivos. Hoy es mercado de medios tapones y moscateles remontados, para consumo a granel.
En lo que fue taza de plata se elaboraba el codiciado y exquisito Garum, manjar al alcance de muy pocos. Hoy abunda la bazofia al alcance de muchos, léase erizadas, ostionadas, fritadas y corruscadas.
Cádiz fue cuna de mujeres bellas, bailarinas en Roma como Telethusa o aguerridas cantaoras como Lola la Piconera. Hoy desparraman michelines y las hay que no necesitan careta, como Teófila.
Esta ciudad fue tribuna de grandes oradores: Muñoz Torrero, Castelar, Moret, José María Pemán, Diego José de Cádiz, Ramón Ventín... Hoy pasan por pregoneros un tal Martínez Ares, Quiñones o Jesulín de Ubrique.
Para hundirnos en la miseria solamente falta que vengan a pregonar el carnaval de Cádiz Pepiño Blanco o Zapatero.
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