Doña Cuaresma

Columna rota

CUANDO, ya hace no pocos años, un grupo de genios de esta casa me llamaron para hacer una columna dando la réplica al Carnaval, me recibió en la redacción de la Ceballos el subdirector.

No sé si era de los últimos periodistas del Siglo XX o de los primeros del XXI, ni de donde era. Su partida de nacimiento era el periódico que tenía entre manos. Veterano de tinta y galvano, con largas horas de pletina en el cuentavueltas, aquel diarista de la vieja escuela me enseñó qué hacer ante el primer ordenador que vi en mi vida.

Peso pesado en las primeras páginas, maestro redactando y lince a extinguir en la calle, poco después impulsó este diario disfrazado. El Carnaval es un Cádiz en miniatura y mi maestro conocía a la perfección la fisiología de una ciudad que siempre se veía al fondo cuando escribía de Local, Deportes, Semana Santa, Carnaval o lo que fuera, o cuando pegaba un repaso desde su página sabatina.

No puedo ser lo brillante que quisiera hoy Antonio Pérez Sauci, no me sale el remate de esta columna. Tenías que haber dejado escrito tu obituario como aquel Fernando Fernández que tanto admirabas, y que un ángel de Triana entregara la cuartilla en la mesa de redacción con una sonrisa. ¿Me perdonarán si Doña Cuaresma se toma por esta sola vez un refresquito con nieve en tu memoria?

Paz a tus restos Antonio.

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