Doña Cuaresma

Cientos de autobuses

CUANDO se dice que el Carnaval es una fiesta popular, es cierto. De pueblo. Y cuando digo pueblo me refiero a pueblo pueblo.

Porque a Cádiz en febrero no vienen vuelos charters con turistas desde Helsinki, Birmingham o Bremen. A Cádiz vienen autobuses de la Valenciana y Los Amarillos, que traen a la Asociación de Amas de Casa de la parroquia de Bujalance de la Puebla, de los socios de la Peña el Seis Doble de Coripe de la Frontera o del Coro Rociero de las Viviendas de la Cooperativa de Maestros de Montejaque.

Ese selecto turismo solamente deja en Cádiz basura. No se gastan un duro en la tacita de plata: el dinero para el desayuno se lo dejan en la Venta El Frenazo, del cruce del Arahal; para la comida tampoco dejan ni un euro en la hostelería local porque se traen los filetes empanados de casa y hasta los yogures del postre. A lo más, lo único que compran es un decimito de la lotería.

Por supuesto no se quedan a dormir. Al caer la tarde se suben otra vez al autocar y vuelta al pueblo, parando para orinar en Las Cabezas, que no todo lo van a mear en Cai.

Ni siquiera gastan en papelillos ni en serpentinas o caretas, porque las traen hechas del taller municipal de manualidades subvencionado .

Porque los turistas que vienen al Carnaval de Cádiz son los mismos que van de público al programa "¡Sálvame!".

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