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El Ayuntamiento

EL 'Ilustre' de hoy es el ese-lentísimo (Alcina dixit) Ayuntamiento como organizador del Carnaval que empieza con el follón del cartel de este año. Seguimos con la venta de entradas, cuyas colas siguen existiendo, aunque es cierto que ha mejorado mucho y, en buena medida, se ha controlado la reventa. El arranque del concurso, dedicado a Enrique Villegas, no pudo ser más zafio y su culminación en La Final, de verdadera pena con Canal Sur escamoteando las imágenes de los nuevos antifaces de oro. No se entienden las razones por las que el fallo del jurado se realiza a puerta cerrada, a teatro vacío y el público en la calle con el transistor en la oreja, en una imagen lastimosa de nuestra fiesta. Hay que considerar las razones de seguridad, sí, pero esta decisión provenía del temor de que el remodelado teatro sufriera actos vandálicos y conviene recordar que no sólo se pretendía vaciar el teatro en esos momentos, sino que la pretensión iba más allá, hasta negar el Falla para el concurso.

Sigue el famoso Reglamento haciendo de las suyas. Se 'retoca' el mismo según las quejas del concurso anterior y no se hace un planteamiento general. Y se aprueba en septiembre, a sólo tres meses del concurso con lo que se complica la introducción de novedades.

¿Qué novedades? Por ejemplo, recortar la clasificatoria en beneficio de los cuartos y, sobre todo, de semifinales. Establecer un baremo de puntos según el cual se puedan librar, las agrupaciones que lo superen, de actuar en la clasificatoria. Eliminar el popurrí de la clasificatoria y convertirlo en opción (tema libre) en las siguientes fases y sin limitación de tiempo, a cambio de otorgar un tiempo máximo 'en escena' a cada agrupación. Y, naturalmente, letras nuevas en la sesión final.

Es plausible el intento de mejorar el primer sábado, pero lo de la Catedral no debe repetirse; el carnaval ciudadano y pacífico es el carnaval gaditano, que no es sinónimo de botellona andaluza. Al cortejo del Pregonero hasta San Antonio le faltó, este año, la banda de música y recorrió las calles sin casi presencia policial en un alarde de imprevisión que se resolvió a golpe de bombo, caja y buen rollo de los fantásticos Guatifó. No obstante, Ruibal y amigos, dieron un pregonazo que ahí queda para la historia, como el de Manolo Camacho, Gran Momo, figura ésta poco rentabilizada (la del Momo, no la de Camacho).

¿Cómo se arregla esto? No sé si el Ayuntamiento, por quitar la botellona, está pensando en un revival de las Fiestas Típicas con Reina y casetitas. De momento, han traído a las Majorettes, nietas, supongo, de las que traía Vicente del Moral. Por algo se empieza.

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