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  • Un año después de la alineación indebida de Cheryshev, el Real Madrid mantiene el caso abierto en la Justicia ordinaria y no reconoce un error que sí admitió el jugador

Cheryshev conduce el balón durante el partido de Copa disputado hace un año en el Ramón de Carranza.

Cheryshev conduce el balón durante el partido de Copa disputado hace un año en el Ramón de Carranza. / jesús marín / efe

Ha pasado un año. Mañana viernes se cumplen doce meses de una de las situaciones más esperpénticas protagonizadas en los tiempos más recientes, o quizás en toda su historia, por el Real Madrid -incluido el famoso fax para fichar a De Gea que envió fuera de plazo- a la que el Cádiz, y Cádiz, acudieron como testigos de excepción y de la que salió beneficiado la entidad cadista. Todo un año no ha servido para que el Madrid, que presume de grandeza, no haya admitido nunca que cometió error, que además fue clamoroso. Ni una mínima autocrítica. Lo fácil es echar la culpa a los demás. El 2 de diciembre de 2015, el conjunto amarillo y su afición olvidaban por un día las penurias de la Segunda División B y disfrutaban del hermoso regalo que suponía enfrentarse a todo un Real Madrid en la cuarta ronda de la Copa del Rey. Era un trámite para los dos equipos. El Cádiz ya había cumplido el objetivo de medirse a un grande y no se planteaba ir más allá, mientras que la escuadra blanca iniciaba su andadura en la pelea por el título, uno más por los que está acostumbrado a competir cada temporada. Lo que nadie podía imaginar es que aquel partido de ida, ganado con comodidad por los blancos (1-3), se iba a convertir en toda una cura de humildad para el poderoso. Una pesadilla de la que el propio afectado se empeña en no despertar un año después.

No habían pasado demasiados minutos desde el inicio del partido cuando empezó a circular un runrún por la grada del Ramón Carranza, atestada de aficionados que no tardaron en transformar sus peculiares cánticos dirigidos a Rafa Benítez en un improvisado y permanente repertorio hacia Denis Cheryshev. La noticia difundida por la Cope se extendió como la pólvora. El ruso estaba sancionado por acumulación de tarjetas, recibidas en la edición copera de la temporada anterior, cedido en el Villarreal, y por tanto su alineación era del todo irregular. No podía participar pero ahí estaba, incluso como autor del primer tanto. No se acordaba de que estaba castigado o quizás ni lo sabía, como tampoco lo conocía nadie de su club. "¡Cheryshev no puede jugar!" comenzó a gritar al unísono la parroquia local mientras la incertidumbre se colaba en el palco de autoridades. El teléfono de Emilio Butragueño echaba humo y en el Cádiz se movían con rapidez hasta cerciorarse de que, en efecto, el futbolista tenía pendiente el cumplimiento de un acto punitivo emanado de la Federación Española. El encuentro continuó su desarrollo en la segunda parte pero a esas alturas ni había partido ni había nada. Lo que sucedía sobre el césped era ya inservible, había pasado a un segundo plano, y el "¡Cheryshev te quiero!", entonado con fuerza y sorna desde la grada, a modo de 'agradecimiento', empezó a convertirse en un himno imperecedero. No pudo cometer el Real Madrid ese descuido mayúsculo en otro sitio que no fuese Cádiz, donde más guasa se gasta por metro cuadrado.

Todos intuían ya, pese a que el tiempo corría sobre el terreno de juego, que el gigante blanco iba a quedar excluido de la competición por alineación incorrecta siempre y cuando el club gaditano presentase la correspondiente alegación. El Cádiz, en legítima defensa de sus intereses, anunció que recurría y a Butragueño le tocó sufrir un papelón ante los periodistas para tratar de defender lo indefendible en primera instancia. En una sala de prensa repleta de informadores, llegó a afirmar que el Real Madrid "nunca hace ridículo". ¿Nunca?

El equipo de la capital de España quedó eliminado de manera fulminante. Ni siquiera hubo partido de vuelta. No cabía ninguna duda de que había incurrido en una alineación indebida de manual, como fueron certificando, por el siguiente orden, el Juez Único de Competición, el Comité de Apelación y el Tribunal Administrativo del Deporte. El club merengue, lejos de asumir que se había equivocado, reaccionó como un equipo pequeño, se arrogó el papel de víctima, vio fantasmas por todas partes y recurrió a todas las instancias deportivas recurribles mientras recibió un varapalo tras otro. Primero del Juez Único de Competición, que entre otras cosas dijo que en ningún precepto se exige que se entregue en mano y con acuse de recibo a cada futbolista todas las sanciones. Llegó a calificar de forzada y endeble la argumentación de la entidad con sede en Concha Espina.

El Madrid se agarró una y otra vez a que nadie le había notificado nada y que el jugador no había recibido comunicación personal de la sanción. Una razón pueril, porque la Federación nunca informa directamente al jugador afectado, sino al club, en este caso particular al Villarreal.

La gran pifia del Real Madrid fue que, al regresar Cheryshev tras acabar su cesión en el cuadro castellonense, no comprobó cuál era su situación en relación a las tarjetas. Un simple vistazo le hubiese bastado para evitar el desaguisado que vino meses después. De hecho, el Comité de Apelación puso la cara colorada al club madrileño cuando señaló lo inverosímil que resulta que nadie parara a mirar en la web de la Federación si había sanciones pendientes. Una de las consideraciones del Tribunal Administrativo del Deporte para desechar el recurso del Madrid fue que cada club es responsable de los jugadores que alinea.

Durante el año transcurrido desde aquel episodio que dio la vuelta a todo el planeta futbolístico y no dejó al Real Madrid en un lugar precisamente bueno se han sucedido situaciones relacionadas con la participación de Cheryshev en aquel fatídico partido. Lo más llamativo es que, aunque parezca increíble, el caso continúa abierto. No en el ámbito deportivo, porque es imposible dar marcha atrás a un torneo que, además, para mayor dolor de los madridistas, lo ganó al Barcelona (se impuso en la final al Sevilla). El club presidido por Florentino Pérez acudió a la Justicia ordinaria para defender lo que tres órganos deportivos tumbaron con una contundencia difícilmente rebatible. Todavía está pendiente de resolución.

Ahí no quedó la cosa. El Real Madrid anunció una demanda contra el Consejo Superior de Deportes para reclamarle una indemnización por los perjuicios causados por tan temprana eliminación. Y, sin salir de los tribunales, dos socios de ese club, Raúl Giménez y Susana Castaño, demandaron a Florentino Pérez, al que pidieron daños y perjuicios porque el abono anual incluía el primer encuentro de Copa en el estadio Santiago Bernabéu, que nunca llegó a disputarse. Todo un circo judicial alrededor de algo tan simple como que una entidad que maneja un presupuesto superior a 600 millones de euros no fue capaz de detectar que uno de sus jugadores estaba sancionado.

El propio futbolista ruso, ahora en el Villarreal -ya en propiedad, no cedido-, no tuvo reparos en reconocer, siete meses después de aquel partido, que se había equivocado al haber olvidado que estaba sancionado. "No sabía lo que estaba pasando. Estaba jugando y no entendía muy bien los cánticos de la afición del Cádiz. La sanción fue justa porque no debería haber jugado. Creo que tuve mi parte de culpa. Tenía las amarillas de la temporada pasada y no debería haber jugado". El futbolista, con el tiempo, demostró mucha más humildad que su club de procedencia.

Durante este año funcionó la mercadotecnia relacionada con el asunto. No fueron pocos los aficionados cadistas que se hicieron con una camiseta del equipo amarillo con el nombre de Cheryshev a la espalda, como si fuese un jugador más de la plantilla gaditana. Nunca olvidarán lo que hizo por el Cádiz. En el Carnaval proliferaron las coplas alusivas a la alineación indebida y también a Rafa Benítez, entonces entrenador madridista que no tardó en ser destituido arrastrado por la irregularidad del equipo y se hizo cargo del Newcastle, banquillo en el que sigue en la actualidad.

La vida en esos 12 meses ha sonreído a los dos contendientes de aquella eliminatoria que el Cádiz ganó en los despachos. Para la entidad cadista, seguir adelante una ronda más en la Copa supuso una inyección económica pero un engorro deportivo porque tuvo que jugar dos partidos más con los que no contaba -cayó ante el Celta de Vigo- Los gaditanos lograron por fin el ansiado ascenso a Segunda A, ya con Álvaro Cervera como técnico en sustitución de Claudio Baragán. Se cumplió la tradición de que el equipo de Segunda B que eliminaba al Real Madrid en la Copa subía a Segunda A, como en su día el Real Unión de Irún y el Alcorcón. El Real Madrid, con Zinedine Zidane en el banquillo, se desquitó con creces y conquistó su undécima Copa de Europa.

Hay tres cosas que no han cambiado en estos doce meses. Una, que el Real Madrid no reconoce su error que todo el mundo apreció desde el primer momento. ¿Prepotencia, ridículo, victimismo? Dos, que las sanciones federativas se siguen comunicando por el mismo método de siempre. Nada ha cambiado y que se sepa el Real Madrid no ha solicitado que se notifique en persona a los afectados ni con acuse de recibo. Tres, tampoco ha variado la simpatía que despierta Cheryshev en la afición cadista. Quizás un día, cuando las heridas hayan cicatrizado del todo, el ruso se pasará por Cádiz y será recibido con los brazos abiertos.

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