Cádiz CF

Una repentina desconexión

  • El conjunto amarillo, con tres derrotas en los últimos cuatro partidos, sólo ha tardado ocho jornadas en sumergirse en su primer momento delicado de la temporada arrastrado por el súbito retroceso de su carácter competitivo

No han tardado en deshilacharse las primeras costuras de un Cádiz que empieza a comprobar la dura realidad, la dificultad que entraña la misión, nada sencilla, de la permanencia en la categoría de plata que tanto seis años- le ha costado recuperar. El sufrimiento está garantizado durante una larga temporada de 42 capítulos en la que quizás sean necesarios más de medio centenar de puntos para asegurar la continuidad en el segundo peldaño de la Liga de Fútbol Profesional. Eso dicen los precedentes más cercanos y dolorosos. En la campaña 2009/10, la del último descenso, 50 puntos resultaron insuficientes para evitar la dramática caída a las catacumbas de la Segunda División B. Es pronto para que se enciendan todas las alarmas, pero a día de hoy, con ocho jornadas ya tachadas del calendario liguero, la situación no pinta nada bien no sólo por el freno en seco de la producción de puntos, sino por la negativa imagen de un equipo al que se le nublan las ideas y que anda escaso de recursos sobre el terreno de juego, incluida pérdida de intensidad. La crisis se acerca de manera peligrosa a la puerta del vestuario.

El Cádiz va de más a menos de manera extraña en un camino contrario a la evolución espereda. Lo normal era ir creciendo en la competición con la integración de los nuevos, que no terminan de adaptarse salvo alguna excepción. En lugar de avanzar, el retroceso es evidente más allá de las derrotas. La involución es un hecho.

Perder dos partidos seguidos en Segunda no es para llevarse las manos en la cabeza dada la igualdad reinante y la fortaleza de los clubes. Perder el espíritu competitivo sí es más grave y el Cádiz da la impresión de haberse desconectado de repente, como si se hubiese soltado un cable que gripa el motor de un equipo que se queda sin fuelle de la noche al día. Cosas del fútbol que no tienen explicación.

La derrota en Vallecas contra un Rayo que atesora un potencial mucho mayor -la diferencia económica entre ambas entidades se trasladó con claridad al rectángulo de juego- entra dentro de los parámetros de la lógica. Pero una semana más, al igual que la anterior frente al Real Oviedo -derrota por 0-2 en casa-, pesa mucho más más el cómo que el qué.

El Cádiz entregó el partido, salió con la bandera blanca, no dio batalla y en ningún momento ofreció la sensación de tener opciones de arañar al menos un punto ante un rival que se encontró cómodo y barrió por completo a un oponente demasiado débil. Sólo faltó que el acta arbitral hubiera reflejado al Cádiz como no presentado. Ni defendió, ni atacó y tampoco tuvo la pelota, aunque la falta de posesión ya no sea noticia. Armó dos o tres contras y poco más. Y sólo disparó una vez a puerta en un intento lejano de Ortuño que acabó en las manos de Toño. Sin ocasiones no llegan los goles.

El 3-0, que de por sí es un marcador abultado, se quedó corto a tenor del excelente rendimiento de los vallecanos y el pésimo de los gaditanos. El equipo entrenado por Álvaro Cervera apenas opuso resistencia en uno de los peores partidos de la historia reciente del club. Los cientos de aficionados que arroparon al equipo en Vallecas no merecieron vivir el espanto que les tocó sufrir. Ellos sí estuvieron a la altura. El conjunto amarillo pareció resignado a su destino, sin capacidad para hacer daño a un adversario que sí demostró haber estudiado lo que debía hacer sobre el césped.

Mientras el Rayo pasó el rodillo sin clemencia, el Cádiz se quedó a verlas venir sin más, como si hubiese aceptado la superioridad de los madrileños desde antes del comienzo del choque. Hay maneras de perder. Con la cabeza alta o con la mirada hacia abajo. Los jugadores eligieron la segunda opción y la preguntas brotan como un resorte. ¿Qué le pasa al Cádiz? ¿A qué diablos juega? ¿Por qué ha dejado de ser sólido? ¿Por qué no juega como un equipo con mayúsculas, como al principio de la Liga? ¿Tiene la plantilla mimbres suficientes para conseguir el objetivo de la salvación? El propio Cervera tuvo que salir después a decir que sin intensidad no se va a ningún lado, que el equipo perdió su identidad. Lo dijo en alusión al bloque, sin señalar a ningún jugador, pero el mensaje público ahí queda. Todo un aviso a navegantes. O los jugadores se implican en el proyecto o todo se va al garete.

El entrenador vive su momento más delicado desde su aterrizaje a falta de cuatro jornadas para el epílogo de la pasada Liga. El Cádiz nunca había perdido dos veces seguidas con Cervera en el banquillo pero la Segunda A no tiene nada que ver con la Segunda B. El considerado como artífice del ascenso dispone de una plantilla confeccionada entre Quique Pina y Juan Carlos Cordero de la que está llamado a extraer lo mejor para que el equipo se mantenga. El técnico sostiene que el sistema de juego que mejor se amolda a las características del plantel es el despliegue físico, saber contener al rival y salir a la contra con jugadores rápidos.

Hay tiempo de sobra para enderezar el rumbo, aunque ello requiere un esfuerzo dadas las limitaciones que demuestra un plantel que de momento no está dando la talla. El técnico tiene mucha tarea para dar con la tecla y revertir la situación.

El naufragio en Vallecas fue absoluto en todas las líneas. Alberto Cifuentes, que sostuvo al equipo en la primera parte, se comió el segundo gol, el que sentenció el encuentro. La defensa se mostró blanda, insegura, tanto por el centro como en los laterales. Todos desbordados ante los arreones ofensivos de los locales. La medular no funcionó en ningún momento, ni con Mantecón-Abdullah, ni luego con Abullah-Eddy Silvestre ni más tarde con Abdullah-José Mari. Las bandas, tan importantes en el sistema de Cervera, quedaron desactivadas sin más, con Salvi y Nico Hidalgo enredados en carreras arriba y abajo. Eddy no dio con la tecla en tres cuartos y Ortuño poco pudo hacer arriba. El Cádiz no conectó como equipo y los jugadores se ganaron un cero en el plano individual. De nuevo volvió a fallar la defensa de una acción a balón parado, como el tercer gol, nacido de un córner y ejecutado con una jugada similar a la del primer gol del Oviedo: remate de cabeza y un delantero define a placer, libre de marca, en el segundo palo.

Una vez más, las ocasiones brillaron por su ausencia. Le cuesta un mundo a los gaditanos pisar el área contraria con un mínimo de criterio. Ortuño, autor de cinco goles en las cuatro jornadas iniciales del campeonato, lleva otras cuatro sin ver puerta y su sequía es la del todo el equipo. Empieza a faltar gol.

Las cifras no son nada halagüeñas. El Cádiz sufre dos varapalos consecutivos por primera vez este curso y ha sido derrotado en tres de las últimas cuatro jornadas. Cayó en Reus, en casa ante el Oviedo y en Vallecas. En el Ramón de Carranza se impuso al Numancia con un tanto de Garrido en el tiempo extra. Sólo tres puntos de los últimos 12, con un solo gol a favor y seis en contra, sitúan a los amarillos en las cercanías de la zona de descenso con un saldo de ocho puntos de los 24 dirimidos. Ha sumado sólo un tercio y se ha dejado en el camino nada menos que 16. Ha perdido la mitad de los partidos y la sensaciones son peores con el paso de las semanas. Ha marcado ocho goles y recibido nada menos que 11. Demasiados para un equipo que quiere ser fuerte en defensa.

La crisis empieza a golpear la puerta del vestuario cadista, que todavía está a tiempo de capear el temporal. La única manera de salir de atolladero es con una victoria el próximo domingo contra el Girona con la que demostrar que está dispuesto a dejarse la piel por la permanencia. La grada del Carranza, paciente en el arranque de temporada con la ilusión de la vuelta a Segunda A, no estña dispuesta a soportar más

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