Cádiz CF

La regularidad no hallada

  • El conjunto amarillo se olvida de su filosofía resultadista y se adentra en una espiral negativa que le lleva a no ganar cuando juega bien y a perder cuando lo hace mal

Los jugadores del Cádiz, desolados sobre el césped del Carranza tras consumarse la derrota frente al Alcorcón.

Los jugadores del Cádiz, desolados sobre el césped del Carranza tras consumarse la derrota frente al Alcorcón. / jesús marín

Lo único bueno de la preocupante dinámica en la que sumerge el Cádiz, por extraer algo positivo de la situación, es que sucede en los coletazos iniciales de la temporada, con margen más que suficiente para reconducir una nave que de pronto parece que endereza el rumbo hasta que un volantazo le devuelve a la cruda realidad. Y la realidad es que no termina de arrancar mientras los puntos empiezan a caer en el saco de los rivales. Sin abrazar el dramatismo, el pésimo comienzo es un serio aviso. El pilotito de la alarma se enciende a modo de llamada a una reacción que no debe demorarse en exceso para evitar que la crisis golpee a dos manos en la puerta del club.

Los dos partidos que los amarillos disputaron la semana pasada -el lunes en Albacete y el domingo contra el Alcorcón- ofrecieron la cara y la cruz de un equipo con versiones radicalmente opuestas. Después de avasallar al Albacete en el Carlos Belmonte, nadie esperaba que el conjunto de Álvaro Cervera sucumbiera con tanta contundencia ante un adversario que no figura entre los favoritos para estar arriba aunque mostró sobrados argumentos para poder competir con cualquiera. Tomó el Carranza como el que no quiere la cosa. Demasiado fácil se lo puso el Cádiz, que repitió el guión de años anteriores hasta convertirlo en una mala costumbre. En la campaña 2016/17 cayó en casa 0-2 ante el Oviedo en la séptima jornada y en la 2017/18 perdió con el mismo marcador frente al Osasuna en el octavo capítulo.

La cuestión es que fue el Alcorcón el que pareció el mejor Cádiz de los últimos años. El cuadro madrileño hizo lo que estaba acostumbrado a desarrollar un conjunto gaditano que se ha olvidado de la consistencia que le llevó a pelear por el ascenso los dos ejercicios anteriores. El cuadro alfarero desplegó un trabajo en bloque con continuas ayudas en labores defensivas. Salvi y Manu Vallejo siempre se toparon con más de un contrario en las bandas y las pasaron canutas para desbordar; Alberto Perea quedó ahogado en tres cuartos -sustituido en el descanso-; a Carrillo apenas le llegó un balón en condiciones, el centro del campo alfarero impuso su ley, salidas con velocidad de los visitantes y máxima efectividad. Mientras los de Cristóbal Parralo sólo necesitaron seis disparos para marcar dos goles -un 40 por ciento de acierto-, los de Cervera tiraron 12 veces para nada. Ni siquiera les valió a los de casa tener algo más de posesión de balón -51,3 por ciento frente a un 48,7-. Nada salió bien.

Al final lo que cuenta es que la pelota entre en la portería y en esa faceta también fueron superiores los madrileños. Un día más, para no perder costumbre, la falta de puntería pesó demasiado. Y para una vez que acertó, el árbitro anuló un gol legal de Carrillo. No estaba en fuera de juego. Con el VAR quizás hubiese cambiado la historia del partido, pero de nada vale detenerse en una acción puntual que no oculta la empanada de un equipo que no sabe a qué juega y que a día de hoty no es eficaz ni en ataque posicional ni a la contra, ni por los costados ni por el centro.

Una de las claves del errático inicio de campaña radica en los resultados. El Cádiz no demuestra el oficio suficiente para sacar adelante los partidos. No es capaz de vencer cuando juega bien -ante el Oviedo y el Albacete- y cuando juega mal pierde.

Tampoco le saca partido a las acciones a balón parado. De nada sirvieron los nueve saques de esquina en el choque del pasado domingo. De nada los varios libres directos que Alberto Perea y Ager Aketxe no dirigieron a puerta.

Mientras el Cádiz sufre para encontrar el ritmo sobre el terreno de juego, en el plano institucional se vivió un nuevo episodio el pasado domingo. En el palco estuvieron Manuel Vizcaíno y Quique Pina, pero una vez más cada uno por su lado. La guerra entre dos de los dueños continúa abierta y promete alargarse en los tribunales.

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