Elche-Cádiz

Un punto con dos caras (1-1)

  • Luces El Cádiz empata de forma merecida en Elche, demostrando ser mejor que su rival sobre todo tras el golazo de Diego Tristán Sombras El primer periodo, malo y marcado por la expulsión de Enrique

Misión cumplida, a medias. El Cádiz sacó un valioso empate de Elche gracias a su empuje final, repleto de garra y fuerza, en un encuentro que tuvo dos lecturas y dos caras para los intereses de los amarillos. Un primer periodo para olvidar, con una rigurosa y evitable expulsión de Enrique, y un segundo en el que la reacción de los visitantes se produjo cuando más adversa era la situación. Al menos, esta vez no hay que lamentar una humillación u otra goleada.

El de ayer fue un partido en el que la tarjeta roja a Enrique marcó claramente el devenir del juego. Una expulsión extraña, pero irreversible y que provocaba seguir en la guerra en inferioridad. De la medular en adelante el equipo amarillo hizo lo que pudo y lo que le dejaba el Elche, pero siempre tratando de exponer el concepto más lógico apelando a la situación del partido y a los protagonistas. Lo de la defensa, lo de siempre. Desajustes por doquier y errores de bulto que no costaron un gol antes del descanso gracias a la inocencia atacante del cuadro ilicitano.

Después de la expulsión, Gracia optó por retrasar un poco la colocación de Ogbeche, que también cayó a la banda derecha, y dejar a Tristán como hombre más ofensivo. El problema es que Ormazábal permanecía más preocupado de cerrar espacios -labor que hizo con eficiencia- que de aportar en la creación, y así era complicado tener una referencia en el centro a partir de la cual organizar un contragolpe.

Tampoco el equipo de Pepe Bordalás era una maravilla futbolera ante su parroquia, lo que con el paso de los minutos podía ser la mejor arma cadista por aquello de los nervios y la impaciencia del respetable. Aun así, fue protagonista de llegadas claras, siempre por deméritos de la labor defensiva del Cádiz, que no acabaron dentro por el error en el remate final de los franjiverdes.

De la labor ofensiva visitante, reseñar dos lanzamientos malos a cargo de Ogbeche y de Tristán, que cada vez que recibían el esférico lo hacían rodeados por una nube de rivales. Y lamentar la escasa aportación de López Silva, demasiado metido al centro desde el inicio y dejando casi vendido a Cifuentes con la entrada por esa banda de Juli y Ximo Navarro. Aunque hay un dato que reflejar de la dupla atacante: su presencia era una pesadilla psicológica para Samuel y Acciari, y a los dos les pasó factura.

El primer periodo pasó a formar parte del pasado con varias conclusiones que van desde la facilidad que tienen los árbitros esta temporada para expulsar a jugadores cadistas, hasta la increíble transformación de algunos jugadores una vez que han dejado a cientos de kilómetros el Ramón de Carranza.

A vuelta de vestuarios, la primera impresión fue positiva por la segunda cartulina amarilla al ilicitano Samuel. Las fuerzas y los jugadores se equilibraron con todo un segundo periodo por delante. Lástima que en la siguiente acción, entre Ximo Navarro y Molina, quedaran por enésima vez al descubierto las verguenzas del Cádiz más defensivo. El lateral centró y el delantero taconeó ante la pasividad de su marcador, Dani Fragoso, colándose el balón por debajo de las piernas de un Kiko Casilla que no daba crédito al remate.

Los síntomas de mejoría no aparecían por ninguna parte en los gaditanos, que todavía resoplaron mirando al cielo cuando un chut del recién salido Saúl se fue lamiendo el poste derecho del meta catalán del Cádiz.

Fue el epílogo al mejor Elche y, de paso, el prólogo del Cádiz más entonado. Pero para entonado, Diego Tristán, que firmó un gol acorde a sus mejores años en el Deportivo. El ariete de La Algaba recibió de Cristian y, como sólo él puede hacer en la plantilla, colocó el balón lejos de Willy con un toque elegante y preciso. Golazo.

El Elche no quiso ir por el partido cuando pudo, pero el Cádiz sí estaba empeñado en asumir ese rol en el tramo final del choque. Sin ser un gran equipo, el de Gracia ganó el centro del campo y la batalla de fallar en la entrega menos que un rival que empezaba a estar tocado y criticado por su público. Salvo dos remates desviados propiciados por la debilidad de los centrales cadistas, el conjunto de Bordalás desapareció porque el Cádiz había aparecido. Lo hizo tarde, pero mejor eso que nunca. Ogbeche se recreó entre regates para tratar de sorprender a Willy, asumiendo en solitario la guerra de meter el segundo porque Tristán ya no estaba en el campo. Pero el que la tuvo fue Arriaga. La ocasión soñada contó con un remate de pesadilla que el ex del Jaén tardará en olvidar. Se la regaló a Willy cuando éste imploraba a la Patrona de Elche que obrara el milagro. Ganar ayer en el Martínez Valero también hubiera sido casi un milagro. El Cádiz, pese a sus carencias y errores, se quedó cerca.

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