Cádiz CF

Ni motín ni rebelión

  • Más que fisuras por cuestiones personales, al vestuario le empieza a pesar la presión a causa del temor a defraudar a la afición en la pugna por el segundo objetivo del curso

Los jugadores trasladan una portería durante una sesión preparatoria en la Ciudad Deportiva.

Los jugadores trasladan una portería durante una sesión preparatoria en la Ciudad Deportiva. / Marcos Piñero

Las declaraciones de Álvaro Cervera el pasado lunes en el programa El Submarino Amarillo de Onda Cádiz TV han dado para mucho. El ataque de sinceridad con el que el entrenador afrontó temas un tanto espinosos no ha pasado inadvertido para el cadismo, que inevitablemente extrae conclusiones e incluso va más allá.

Ya fuera porque el técnico aprovechó la ocasión para desahogarse, que no da la pinta, o para trasladar un mensaje público a sus pupilos, que más bien es lo que parece, lo cierto es que no dejó indiferente a casi nadie del mundillo amarillo y azul. Habló alto y claro, sin huir de asuntos peliagudos, lo que se agradece. Nombres propios, como los de Brian Olivan o Álex Fernández, salieron a la palestra, como por otra parte era de esperar. Trató las cuestiones hasta con naturalidad, sin dramatizar. Un acierto, sin duda.

Claro que lo que el máximo responsable del plantel en modo alguno controla son las conjeturas, los dimes y diretes que de sus argumentos puedan deducirse. Que cada cual es libre de opinar y montar una historia para justificar la mala racha que atraviesa el equipo gaditano, que ha encadenado tres jornadas sin ganar aunque, curiosamente, el pasado fin de semana regresó a la zona noble de la tabla clasificatoria al situarse de nuevo en puesto de play-off de ascenso a Primera División al sumar sin saltar al campo los tres puntos de su enfrentamiento con el excluido Reus y al mismo tiempo perder el Mallorca en su visita al Nuevo Arcángel de Córdoba.

Las diferencias de Cervera con algún jugador, si existen, no deben afectar al grupo

Sin embargo, más allá de la idoneidad o no de que haya quien se dedique a lanzar dardos envenenados en un momento crucial de la campaña, lo cierto es que también hay que contemplar un escenario en el que los intereses contrapuestos empujan a unos y otros en distintas direcciones. De ahí se explica que lleguen a filtrarse supuestas situaciones muy complicadas en el día a día del vestuario, presuntos conatos entre el preparador y futbolistas, diferencias más o menos visibles y sonoras que, de producirse, indudablemente acaban afectando al rendimiento del grupo.

Pero como para hacer juicios de valor, si es que deben hacerse, se antoja conveniente escuchar a más partes, pues resulta que fuentes del club, del todo fiables, también aseguran que el ambiente está lejísimos de ser irrespirable. Muy al contrario, la plantilla trabaja como una auténtica piña, unida en pos de un propósito común que, eso sí, igual viene grande. Sólo el transcurso de las semanas en los próximos dos meses confirmará este extremo.

Porque, y de esto apenas se comenta nada, una vez dejada atrás la frontera de los 50 puntos y lo que ello representa, la permanencia con holgura por tercer año consecutivo, la presión puede estar empezando a pasar factura. Un temor, acaso absurdo, a defraudar a la afición en la lucha por alcanzar el segundo objetivo de la temporada. Y si esto es así, entonces la mala racha de los últimos tiempos obedece a una causa que nada tiene que ver con lo que los menos se empeñan en mantener.

La profesionalidad de Brian y Álex queda por encima del supuesto malestar de ambos

En todo caso, ni el más lelo del lugar negaría la existencia en algún caso concreto de jugadores que no saltan de alegría por su situación personal. Obvio. Pero de ahí a afirmar o, peor aún, a deslizar sibilinamente que el vestuario es una bomba a punto de explotar media un abismo.

Brian Olivan no disfruta con su situación pero tampoco va llorando por los rincones ni contagiando de ira al resto para dinamitar la relación con Cervera. El joven lateral zurdo actúa como el profesional que es. Ya lo demostró en el primer tramo de la Liga. Descartado incluso para las convocatorias, aguardó su oportunidad para tomar el testigo de Matos cuando le tocó hacerlo, que casualmente coincidió con la mejor racha del Cádiz este curso. Posteriormente, un problema físico le apartó del once y la llegada del uruguayo Espino le ha dificultado aún más las cosas. Pero el zaguero catalán no es ningún problema y sigue trabajando como siempre por si en algún momento el entrenador decide volver a contar con él.

Ni siquiera en las altas esferas preocupa este tema por la repercusión económica que pudiera tener. Brian costó medio millón de euros y los rectores de la entidad, según se deja entrever desde el entorno de los dirigentes, tienen la absoluta certeza de que una hipotética venta del futbolista reportaría beneficios por la simple razón de que en el Cádiz de Cervera todos los defensas se revalorizan. El ejemplo del traspaso de Aridane a Osasuna se tiene muy presente.

En el caso de Álex Fernández, el centrocampista tampoco cuenta con el protagonismo o los minutos que desearía y que numerosos seguidores verían como razonable atendiendo a la indiscutible calidad del jugador. Es más, por su manera de reaccionar al ser sustituido, por cómo tuerce el gesto apenas sin disimulo, resulta evidente que no se encuentra a gusto con la situación. Dicho esto, se trata de un futbolista que por su carácter, por su forma de ser, tira del carro como el que más. Aporta lo que le dejan y está a disposición del míster para cuando le pida más. Además, amplió su contrato a finales del pasado año y expresó bien claro su intención de vestir durante mucho tiempo la elástica cadista. Su compromiso queda fuera de toda duda, aunque parece difícil de controlar cualquier salida de tiesto en su entorno. Desde luego, el madrileño no es ni por asomo sospechoso de liderar una rebelión.

Aferrarse a su mala cara cuando durante un encuentro desde el banquillo se opta porque sea el elegido para una sustitución no parece serio. Como suele decir el director deportivo, Óscar Arias, el futbolista que no se enfada cuando se le cambia no es futbolista.

Así las cosas, cuestionar si en el vestuario van o no van todos a una supone poco menos que poner en entredicho la profesionalidad del plantel y hacerlo de manera gratuita. Al margen de que en caso de ascenso a Primera muchos jugadores no permanecerían y saldrían como consecuencia lógica de la transformación que sufriría la plantilla, cualquier integrante de la actual llevaría para siempre en su currículum ese éxito por bandera. No tiene mucho sentido reflexionar en el sentido de que hay jugadores a los que puede no interesarles subir.

Ahora bien, que la presión pueda estar haciendo mella sí resulta algo más creíble. No obstante, a este respecto sólo queda destacar lo conseguido hasta la fecha, una permanencia con más de tres meses de antelación, y mantener vivo el sueño de una afición que apoyará y premiará la entrega suceda lo que suceda finalmente. Porque, en efecto, y en esto lleva Cervera más razón que un santo, la lucha no se negocia.

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