El caso de Lolo Armario es una clara demostración de las vueltas que da la vida. El Cádiz apostó fuerte por el jugador, con el que mantuvo una dura negociación la pasada campaña para alcanzar un acuerdo de renovación. El centrocampista estaba llamado a ser una de las caras de la cantera que iba a alimentar el nuevo proyecto del equipo. Hasta que llegó Quique Pina y las cosas cambiaron de arriba abajo en la gestión deportiva.

El murciano configuró una plantilla con 16 futbolistas nuevos y el centro del campo, la posición natural del gaditano, tiene demasiados inquilinos como para disfrutar de una oportunidad. En el Trofeo Carranza quedó patente que Jose González no contaba con Armario, que se vio abocado a buscar una salida en forma de cesión que no ha llegado. Al menos tendrá una ficha de sub'23 y podrá seguir peleando para tener un hueco en el primer equipo. La vida da muchas vueltas.

Peor suerte ha corrido Álvaro Jurado. El medio llegó al Cádiz la pasada temporada procedente de la categoría de plata y un año después ni siquiera tiene ficha en Segunda División B. Después de un intento fallido para salir del equipo amarillo, ahora deberá aguardar hasta la apertura del mercado de invierno para volver a buscar una vía escape que le permita volver a los terrenos de juego.