Cádiz CF

Un aviso que sirve de estímulo para mejorar

  • La lastimosa pérdida de dos puntos en la última jugada supone una llamada de atención

Salvi y Johannesson, en pleno salto el pasado sábado.

Salvi y Johannesson, en pleno salto el pasado sábado. / lourdes de vicente

El encuentro contra uno de los candidatos al ascenso como es el Real Oviedo deja como conclusión la demostrada capacidad del Cádiz para competir contra cualquier rival por muy poderoso que sea. El conjunto carbayón ofreció buenas sensaciones en el estadio Carranza pero no pudo lucir todo su potencial. Ni Saúl Berjón ni Yoel Bárcenas, por ejemplo, tuvieron su mejor tarde gracias a la seriedad de un conjunto amarillo en estado puro que desplegó la máxima intensidad y desmontó los argumentos ofensivos del adversario hasta que, cuando lo tenía hecho, recibió ese gol fatídico en el minuto 94 que ensombreció el trabajo desarrollado durante los 93 anteriores.

La victoria se escapó en el último suspiro, cuando más duele, pero así de caprichoso es el juego. Las malas experiencia son un aprendizaje para el futuro. El más mínimo descuido cuesta un disgusto. Todo lo bien que en líneas generales había defendido y al final llegó ese fallo que se tradujo en una igualada que pocos pueden calificar de injusta dado el equilibro reinante a lo largo de todo el partido. La posesión de balón lo dice todo: un 49 por ciento los amarillos frente a un 51 por parte de los azulones. Eso sí, los de Álvaro Cervera remataron más veces: 13 disparos de los locales y ocho de los visitantes, aunque bien dirigidos pocos parte de uno y otro. Las defensas se impusieron a los ataques.

Más allá de algún error puntual, las señas de identidad del Cádiz no tienen fecha de caducidad. La clave radica en la consistencia de un equipo que se emplea a fondo para aburrir a su oponente y, sin hacer alardes en ataque aprovecha un chispazo aislado, como la jugada del penalti protagonizada por Manu Vallejo. El descaro del canterano le lleva a pisar el área con atrevimiento, a encarar sin miedo al contrario, que picó en el anzuelo y derribó al extremo. El Cádiz tiene un diamante en bruto en el chiclanero.

Es la primera ventaja de la temporada que los gaditanos tiran por la borda. Los primeros puntos que vuelan del Carranza, pero sin caer en dramatismos. La victoria fue una posibilidad muy cercana, el empate fue la realidad y el fantasma de derrota nunca llegó a acercarse al santuario cadista. El Cádiz es un rival difícil de batir si no pierde el orden, si funciona como un bloque, como de hecho se desenvuelve desde el comienzo del campeonato. Con la solidez como fortaleza y la conocida debilidad en ataque. Porque el Cádiz está más capacitado para proteger su portería que para abordar la contraria. Desde la excelencia defensiva alcanzó la quinta posición y un año después peleó hasta el final por un puesto en la fase de ascenso.

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