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El arrollador inicio que genera ilusión

  • El conjunto amarillo aplica a rajatabla la máxima de que el bloque está por encima de las individualidades

  • La falta de puntería es la principal debilidad de un conjunto que sabe explotar sus fortalezas

El arrollador inicio que genera ilusión

El arrollador inicio que genera ilusión

Cuando los rectores deportivos del club insisten hasta la extenuación en que el equipo siempre está por encima de todo lo demás no es una afirmación baladí. Es el primer discurso que oyen los recién llegados. Es la clave para aspirar al éxito, para intentar llegar como mínimo igual de lejos que la brillante temporada anterior sin olvidar agarrar antes el objetivo prioritario de la permanencia. Cuanto antes, mejor. En el seno de la plantilla del Cádiz está tan interiorizada esa máxima que forma parte de la rutina diaria con la misma normalidad que beber un vaso de agua. Van todos a una con plena intensidad en cada minuto de cada partido, como si cada acción fuera la última, con el rigor táctico que imprime el cuerpo técnico, con una disciplina espartana sobre el césped para hacer lo que hay que hacer en cada momento.

Cuando la práctica se convierte en una fiel copia de la teoría, la consecuencia no puede ser otra que una aplastante superioridad sobre el adversario. Pocas veces tendrá el Cádiz una cita tan cómoda como la del pasado sábado en el terreno del Lugo, campo maldito cinco años atrás y escenario, hace sólo un par de días, del pico más elevado de solidez mostrado por el conjunto amarillo desde su celebrado regreso a la categoría de plata.

El Cádiz, hambriento en la sobremesa, engulló a su rival con una exhibición de orden, despliegue físico y velocidad. Rápido en la anticipación, vertical en los ataques, solidario en las coberturas, trabajo defensivo en bloque, amigo del esférico... Todo ello con algunos de los supuestos titulares en tierra. Viajó a Galicia sin José Mari, Alberto Perea, Álvaro García... jugadores llamados a desempeñar un rol relevante de los que nadie se acordó. Buena señal. El panorama no asomaba como el más apropiado para sumar los tres puntos, pero apareció el E-QUI-PO con un alarde de compromiso y sobriedad que empequeñeció a un Lugo que sólo creó una ocasión de verdad en el tiempo de prolongación.

El ajustado 0-1 no reflejó con exactitud la abismal diferencia entre un conjunto y otro a causa del único lunar del Cádiz en el Ángel Carro: su escasa puntería. En condiciones normales los amarillos hubiesen ganado por una renta de varios goles sin tener que llegar hasta el final con el duelo sin resolver. No es exagerado decir que pudo haber conseguido un marcador escandaloso, pero a la hora de definir los de Cervera se toparon con los palos y con el portero, el mejor de los lucenses sin discusión. Dani Romera, Salvi, Nico Hidalgo, Moha Traoré... Uno tras otro fueron desperdiciando oportunidades y cerca estuvo el Cádiz de dejarse dos puntos en el camino a pesar de haber pasado por encima de un oponente inocente como un niño. Hasta que por fin, cuando el tiempo se agotaba, llegó el tanto de David Barral de penalti que hacía justicia y premiaba un encuentro redondo de los amarillos. El isleño quizás se acordó de la pena máxima que había fallado en el Trofeo Carranza y tiró de experiencia para asegurar con un lanzamiento raso al lado contrario de donde se estiró Juan Carlos. Moha, que sufrió el penalti, y Barral, que lo transformó, salieron con la segunda parte en marcha como apuestas ofensivas de Cervera, que dio con la tecla a la hora de hacer los cambios. El entrenador supo detectar las debilidades del contrario y sacó todo el jugo de una convocatoria con ausencias de peso. Preparó el examen a conciencia y supo leer su desarrollo. Moha debutó de manera oficial como cadista y no dejó indiferente a nadie por su llamativa explosividad, su excesiva aceleración -a los pocos segundos de estrenarse vio una cartulina amarilla que los locales reclamaron de color rojo- y su dificultad para dar en la diana en el remate. Pero fue su velocidad la que terminó de desarmar la defensa gallega, incapaz de contener las potentes incursiones del barcelonés, que demostró tener mimbres para poder aportar su grano de arena.

Le costó al Cádiz perforar la portería pero el balance no puede ser más gratificante. Fútbol práctico, llegadas al área -sobre todo por las bandas- y un sinfín de ocasiones que con un poco de acierto entrarán otro día. Lo contrario sería preocupante. El conjunto gaditano firma una comienzo de temporada impecable, con un recorrido todavía corto pero esperanzador de dos victorias -ambas a domicilio- y un empate -en casa- en tres jornadas de Liga. Siete puntos de nueve que nada tienen que ver con los dos que llevaba a estas alturas de la pasada campaña. Esto no es cómo empieza, sino cómo acaba, aunque es mejor comenzar con paso firme que con las dudas de hace doce meses. Quedan 43 puntos para la salvación y todo el campeonato por delante para soñar despierto. El Cádiz genera toneladas de ilusión pese a las bajas y la afición ya disfruta, como lo hicieron los seguidores amarillos presentes en el Ángel Carro, abanderados por la peña cadista Pulpo amarillo, asentada en Ferrol. El jugador número 12 también gana puntos y la hinchada demuestra una y otra vez que nunca dejará caminar solo al equipo de sus amores juegue donde juegue.

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