Cádiz CF

Velocidad de crucero

  • La conjunción entre el plano colectivo y el individual hacen del equipo amarillo un rival temible para los contrarios

  • Los de Cervera aceleran hacia el objetivo de la permanencia

Los jugadores del Cádiz celebran uno de los goles marcados contra el Zaragoza el pasado sábado.

Los jugadores del Cádiz celebran uno de los goles marcados contra el Zaragoza el pasado sábado. / fito carreto

La derrota por la mínima sufrida en el Nou Estadi ante el Nástic de Tarragona, el último viernes del pasado mes de noviembre, se convierte en un simple borrón al que está sujeto cualquier equipo que milite en una categoría tan igualada como la Segunda División A. Un solo revés en las nueve jornadas más recientes ya arrancadas del calendario son el fiel reflejo de la adaptación a la Liga de Fútbol Profesional de un recién ascendido que, si es capaz de mantener el ritmo de producción de puntos en las próximas semanas, completará antes de lo previsto la ardua tarea de la permanencia.

La progresión del conjunto amarillo está refrendada con los números, que nunca mienten. En los últimos seis partidos capturó 13 puntos de los 18 disputados, con un balance de cuatro victorias, un empate y la consabida derrota. El impulso es evidente tanto en la clasificación como en la autoestima de un equipo que explota sus virtudes como pocos y compite como el que más. Es difícil hallar un adversario que muestre más intensidad y si hay alguno que no afronte los partidos al cien por cien, es engullido sin piedad por un Cádiz que, además de casta, despliega una velocidad de vértigo en labores ofensivas. El Real Zaragoza es la último rival en caer en la trampa. Mucho trabajo tiene por delante Raúl Agné para enderezar el rumbo de una escuadra que en el estadio Ramón de Carranza mostró tanta calidad como carencias a la hora de pelear y lentitud en la zona trasera. Los hombres de Álvaro Cervera se sintieron cómodos en su papel de desactivar al adversario y salir con rapidez en dirección a la portería contraria. El contrincante no entró en la lucha del cuerpo al cuerpo y el Cádiz ganó con una autoridad inimaginable antes del encuentro.

La manera en la que los gaditanos desarbolaron al cuadro aragonés fue la viva demostración de la minuciosa preparación de los partidos que llevan a cabo cuerpo técnico y jugadores. Todo está estudiado al milímetro y cuando la práctica es una fiel traducción de la teoría, se dan resultados tan positivos como el del pasado domingo. No es fácil fulminar a todo un Zaragoza -a priori uno de los candidatos al ascenso- por un inapelable 3-0, el peor castigo sufrido por los maños tanto con Luis Milla como con su sustituto, Raúl Agné.

En la entidad cadista reina la prudencia y el discurso no varía un milímetro. Bastante presión supone la complicada batalla por la salvación como para plantear metas mayores que pueden generar falsas expectativas y la consiguiente frustración en el entorno.

El Cádiz, con su inconfundible estilo de lucha, velocidad y orden en el sistema defensivo, disfruta como nunca de su lugar recuperado en la división de plata y además se gana con creces el premio añadido de la tranquilidad, un elemento fundamental que todo entrenador quiere para su equipo y para su propio trabajo al frente del banquillo.

La clave del estado de felicidad en el que se instala el Cádiz es la conciencia de grupo en la plantilla de que lo colectivo está por muy encima de lo personal. La prioridad es que el equipo funcione como un bloque compacto y así lo hace. Una vez cumplida esa premisa, después emergen las individualidades a la hora del pase, el regate, el centro, el remate... La conjunción entre lo colectivo y lo individual hacen del Cádiz un hueso duro de roer por su solidez y su velocidad para llegar al área contraria. Con su manera de jugar, con sus virtudes y sus defectos, se ha ganado el respeto de todos sus rivales.

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