Salvi Sánchez demostró el pasado lunes que el fútbol es cosa de hombres, hombres comprometidos por un objetivo y en favor de un colectivo El extremo actuó contra el Reus con dolores en la rodilla que tantos quebraderos de cabeza le ha generado en la última semana. Lo hizo por el equipo, para no borrarse cuando más falta hacía su presencia en el terreno de juego.

El jugador explicó ayer cómo sucedió todo tras lesionarse en la visita al Almería. "El lunes me hice la resonancia y las alarmas saltaron. Lloré muchísimo, pero tenía la esperanza de que no fuese una lesión tan grave. Al final tenía un esguince lateral interno, pero no el grado que venía en la resonancia. Hablé con Juan Carlos (Cordero), estuvimos hablando mucho tiempo y le dije que por la mañana quería hacerme nuevas pruebas, una de ellas fue con el doctor, y en la ciudad deportiva le dije que iba a entrenar", afirmó en Radio Marca.

Salvi reconoció que la decisión no fue fácil a pesar de las buenas sensaciones. "Me dolía, pero no podía dejar al equipo, tenía que jugar. En el equipo hacemos falta todos y teníamos que buscar una forma para que me doliese menos", añadiendo que "entrené bien dos días y me seguía doliendo, pero hay que aguantar con dolor. Mi padre se dobla la mano y trabaja al día siguiente. Me molesta, pero con el doctor es todo más fácil".