Cádiz CF

Notable pese al final

  • El decaimiento del equipo en los últimos dos meses no oscurece una buena temporada que tampoco esconde las limitaciones que han impedido el pase a la fase de ascenso

Varios jugadores del Cádiz se muestran muy tristes tras caer en Granada, entre ellos Carrillo, que es consolado por un contrario.

Varios jugadores del Cádiz se muestran muy tristes tras caer en Granada, entre ellos Carrillo, que es consolado por un contrario. / álex cámara

La voracidad de la inmediatez incrustada en una sociedad que cada vez deja menos espacio para la derrota, propulsora de frustraciones, hace más pesada la digestión del duro varapalo que supone para el Cádiz quedarse sin el premio de la fase de ascenso a Primera División. Sobre todo por la forma. El sueño prolongado de seis meses instalado en la zona alta de la clasificación acabó en una terrible pesadilla en la última jornada de Liga, cuando el equipo amarillo salió despedido del play-off después de haber habitado nada menos que 26 capítulos consecutivos -toda la segunda vuelta y el último tramo de la primera- y 32 en total entre los seis escalones superiores. Pero así es la vida, a veces se gana y a veces se pierde. Sin dramatismo. A nadie se le puede ocurrir hablar de fracaso. En todo caso, desencanto. La derrota forma parte del deporte y hay que asumirla con normalidad. El Cádiz llegó más arriba de lo que se había planteado. Otros clubes, con presupuestos mucho más elevados, sí que tenían la obligación de subir. Esto no es nada comparado con delicadísimas situaciones que ha atravesado el club a lo largo de su dilatada historia. Ya llegará el momento de dar el paso a la élite. Lo más importante es que la entidad seguirá un año más en el regazo de la Liga de Fútbol Profesional. No hay que olvidar dónde estaba no hace mucho tiempo y que ahora se mueve en su hábitat natural.

El doloroso desenlace no puede ni debe ensombrecer una temporada con notable como nota final. La última impresión -nada buena- es la que suele quedar, pero el balance ha de hacerse en la globalidad de toda una campaña que no ha sido fácil, con un equipo que ha ido claramente de más a menos hasta quedarse sin recompensa el último día cuando la había tenido en su mano. La derrota debe servir de aprendizaje. Sin perder el norte, pero sin complacencia. La crítica, en su justa medida, tiene utilidad si la finalidad es construir en el futuro inmediato, que comienza ya con la forja del proyecto de un nuevo ejercicio. El Cádiz pagó su enemistad con el gol, llegó justo de energía, las referencias del año pasado no brillaron tanto, el mercado de invierno no subió el nivel… Hay cosas que mejorar, pero desde una base consolidada. La plantilla, bien diseñada en verano, demostró que puede competir y que con algunos retoques puede dar un paso al frente en una nueva temporada que se presume harto complicada.

Hace menos de dos años, el Cádiz aún peleaba por escapar de las catacumbas de la Segunda División B. Su regreso a la categoría de plata no pudo ser más exitoso, con un quinto puesto que le condujo hasta la fase de ascenso con 64 puntos, exactamente los mismos que en el curso que ahora acaba no le valieron para repetir la hazaña.

Más allá de la derrota en Granada de un equipo que no daba para más, el gol del Tenerife en el minuto 92 una semana antes se convirtió en la prueba más evidente de la delgada línea que separa la victoria de la derrota. Fue en casa, donde era fuerte, y no a domicilio, donde flaqueaba, donde se esfumó el reto, que no exigencia, de terminar entre los mejores. Antes de ese fatídico tanto, el Cádiz estaba clasificado de forma matemática para el play-off, al que ya no fue capaz de agarrarse en la última cita. Se había mantenido en las alturas gracias a las concesiones de sus rivales directos hasta que al final le costó caro depender tanto de los demás.

La temporada estuvo condicionada en buena medida por el lastre de las lesiones -se libraron pocos jugadores de los problemas físicos-, una constante de principio a fin escenificada en una última jornada en la que Jona, Barral -ambos en la primera mitad- y Alberto Perea -en la segunda- se tuvieron que retirar por molestias en el duelo más importante. La baja de José Mari unas semanas antes del ecuador del campeonato -operado de una pierna tras una durísima entrada del zaragocista Papu- supuso un duro golpe. El entrenador, Álvaro Cervera, reconoció que echaba de menos al centrocampista desde el primer momento. Un líder dentro y fuera del campo. Sin él tuvo que recorrer el Cádiz más de media Liga en la que ejecutó a la perfección el acto más relevante: la permanencia. Ese era el objetivo establecido por el club que el equipo certificó en marzo con tanta holgura -como el curso anterior- que inundó de ilusión a una afición que de nuevo soñaba con la opción de dar el salto a Primera. Pero fue llegar a los 50 puntos -51 con la victoria sobre el Sevilla Atlético- y empezar el decaimiento. Al equipo ya le costaba pero fue desde entonces cuando ralentizó su producción. Sumó sólo 13 puntos de los últimos 36 en los 13 compromisos restantes -dos triunfos, siete empates y cuatro derrotas- y pese a los problemas para aumentar su cosecha, resistió en la sala vip hasta el final. Hubo esperanza hasta el final aunque el palo final no resultó extraño. Se veía venir porque el equipo había ido a menos. Tanto empate al final no fue bueno.

La sobresaliente primera vuelta -en segunda posición, de ascenso directo, con 39 puntos -a uno del líder, el Huesca-, contrastó con una segunda discreta en la que avanzó 25 puntos, una cifra que se ajusta más a la lucha por la salvación. La media entre una y otra da un notable. Sí, el Cádiz, perdió ante el Granada -quizás la plantilla más potente de Segunda A-, no pudo en el Carranza con un Tenerife que nada se jugaba, naufragó en el Mini Estadi ante un Barcelona B casi descendido, fue incapaz de batir al Lorca en casa… Pero antes había vencido en el Nuevo Arcángel, en el Juegos del Mediterráneo, en La Romareda, en El Molinón... Ganó siete partidos seguidos, con lo difícil que es en una competición tan igualada.

El Cádiz de las dos caras clausuró el torneo en la novena plaza, a un solo punto del play-off. No llegó por un pelo, limitado por sus carencias, que salieron a flote en los momentos cruciales. La falta de gol caminó de la mano hasta la meta. Con un poco más de luz en ataque, el desenlace quizás hubiese sido más alegre. Fue el octavo equipo que menos tantos marcó -42 dianas, 27 menos que el Real Valladolid, el máximo anotador- y el que menos de los diez primeros clasificados. Los amarillos combatieron sus problemas en el remate con su eficacia defensiva, reflejada en los números. Fue el equipo que recibió menos goles, 29 -cinco por debajo del Osasuna-, el único que se quedó por debajo de la treintena. No fue suficiente con cerrar la portería, además hay que perforar la contraria. Una tarea sin duda a mejorar la próxima temporada.

Nunca se sabrá si la bomba institucional que explotó a finales de enero y que supuso la detención -y posterior puesta en libertad- de Quique Pina en el marco de la Operación Líbero, que aún continúa abierta, llegó a afectar al vestuario. Pina era entonces consejero delegado del club con todas las competencias en materia deportiva, aunque el presidente, Manuel Vizcaíno, le retiró sus funciones dada la gravedad de la situación. El conflicto entre los dos se encuentra en su punto más álgido, aunque es Vizcaíno quien ahora ostenta todo el poder .

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