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Manu Vallejo, un debate abierto

  • El futuro del chiclanero en el primer equipo sigue marcado por las dudas que generan las declaraciones de Cervera, que le da la titularidad pero no le garantiza un puesto en el plantel

Manu Vallejo, en una acción de fuerza y verticalidad, supera a Joaquín, defensor del Almería que sufrió de lo lindo con el cadista.

Manu Vallejo, en una acción de fuerza y verticalidad, supera a Joaquín, defensor del Almería que sufrió de lo lindo con el cadista. / julio gonzález

Manuel Javier Vallejo Galván, Manu Vallejo, es el chiclanero de moda en el balompié cadista. Aquel niño de la Escuela Sancti Petri es hoy un hombre de 21 años que busca el lugar que merece en el primer equipo del Cádiz. No debería existir debate por su papel brillante como canterano, por su pretemporada y por el encuentro del viernes, sobre todo en la primera parte. Sin embargo, la confianza que le mostró en el estreno liguero Álvaro Cervera pierde fuelle cuando en la sala de prensa el entrenador dejó entrever que no puede garantizar la continuidad del atacante, ya que depende de lo que depare el mercado de fichajes hasta el 31 de agosto.

Manu Vallejo ha llegado al último peldaño de la formación con unas condiciones y un nivel acordes a la exigencia de un conjunto profesional. Otros canteranos pasaron por lo mismo pero la dichosa 'puerta' siempre acabó por cerrarse. Ha sido de los destacados en la pretemporada, después de dos campañas para enmarcar en el filial -con un ascenso a Tercera División y un título de campeón del grupo X-, y puede jugar en casi todas las posiciones del ataque. Mezcla picardía con desborde y gol; esfuerzo con inteligencia y paciencia. Es un 'todoterreno' en el campo contrario, un jugador con descaro y valentía.

Ante el Almería, jugó titular hasta el minuto 71 y se vio que sabe lo que quiere y que no le asusta encarar a un defensa aunque sea de Segunda A. Lo hizo bien porque ganó en más de una ocasión la línea de fondo. Y si no salía, tocaba fajarse para tapar la salida del esférico; trabajo de equipo, generosidad en el esfuerzo. En el Cádiz B, era una pesadilla para el rival tanto si llevaba el esférico en su poder como si lo tenía el contrario. Manu Vallejo tiene la pillería que se aprende en la calle, en las de su Chiclana natal. La sapiencia de su padre, el inolvidable Javi Vallejo, recordado como uno de los goleadores históricos del Chiclana CF y como ese futbolista al que siempre había que despedir con aplausos. Los genes mandan en esta espléndida rama de un gran árbol. Manu tiene la educación deportiva de la ejemplar escuela de fútbol Sancti Petri -algún día habrá que reconocer el trabajo de Pepe Núñez y tantos otros-, la enseñanza de un club como el Cádiz y las ganas de ser jugador profesional. Lo tiene todo salvo la confianza definitiva de la entidad y, sobre todo, de Álvaro Cervera.

El extremo demostró ante los almerienses que ha subido el último peldaño por méritos propios. Nadie le ha regalado nada porque se lo ha currado desde niño, cuando con 14 años jugaba en los cadetes del Sancti Petri y el Cádiz, haciendo valer el convenio con esta entidad, le reclutó. No sólo de clubes se escribe su aún corta trayectoria, ya que ha formado parte de la selección andaluza cadete y de la sub'18. Estas citas hicieron que los grandes de la región y de otros puntos de España observaran las maneras de este atacante que parece que no puede y, al final, siempre es el mejor, y con diferencia.

El viernes no estuvo nervioso, sí competitivo y enchufado con sus compañeros. Uno más en un vestuario en el que ha caído de pie y regala el cadismo de la casa que tanto se echa en falta en ese lugar sagrado del equipo. Dio guerra a los defensores rivales y buscó el pase a atrás o el centro cuando esa zancada, a priori imposible para él, desbordaba y sorprendía a todos. La grada, siempre cariñosa con el 'producto' de la tierra, coreó su nombre y también le espoleó para que Cervera y Cordero capten el mensaje.

El entrenador tiene sus mandamientos para todo aquel que quiera profesar su estilo de juego. Trabajo, trabajo, trabajo y trabajo. Manu Vallejo se lo viene dando desde que arrancó la pretemporada, además con goles. El chiclanero se deja el alma en atacar, defender, tapar, correr, coger la espalda, meter la punta de la bota en una presión... Todo. Y sólo la presencia de tener en el campo a Aketxe le priva de mandar en el balón parado. Los lanzamientos de falta y los saques de esquina en el filial llevaban su sello en las dos últimas temporadas; y que le pregunten a Mere cuál fue el resultado.

La hora de Manu Vallejo la marca ya el reloj del proyecto actual y sólo resta que los responsables de tomar las decisiones deportivas dejen de buscar fuera, habitualmente caro y con un rendimiento como un melón por calar, lo que ha 'nacido' en las instalaciones de El Rosal.

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