CÁDIZ | NUMANCIA

Al Carranza lo divide el referéndum

  • Reproches a Brigadas por defender la independencia catalana

Las Brigadas Amarillas provocaron silbidos ayer de buena parte del público del Carranza por posicionarse a favor de la independencia de Cataluña.

Las Brigadas Amarillas provocaron silbidos ayer de buena parte del público del Carranza por posicionarse a favor de la independencia de Cataluña. / fito carreto

Hay quien asegura que los europeos inventamos el fútbol para poder pelearnos sin que haya muertos en las batallas, para que la política se quede en los parlamentos y para que, al menos, durante 90 minutos sólo importen la pasión por unos colores y un balón. Sin embargo, en un mundo tan loco donde los mismos que apoyan que caigan las fronteras piden a gritos la independencia de una región española, no es extraño que hasta el dichoso referéndum catalán provocara ayer la división de la afición cadista. Porque los gritos de las Brigadas Amarillas a favor de las ideas del Govern, sus proclamas de "Cataluña, libertad" y sus "español el que no bote es", recibieron como respuesta los silbidos de rechazo de la mayoría del público. Desde el fondo sur, desde el corazón de la animación amarilla, se increpó incluso la aparición al viento de una bandera constitucional española, un fondo sur donde sí que pudo verse una estelada y una ikurriña sin que nadie protestara, porque, de hecho, las banderas de ningún país o región debieran ofender a nadie. Pero así están las cosas. Por eso ayer en el Carranza, como aún no estamos hartos de la dichosa cuestión catalana, tampoco hubo manera de olvidarse durante hora y media de Rajoy, Puigdemont, Junqueras y sus luchas de poder, sus empeños en provocar una revolución a la inversa, es decir, del núcleo del poder hacia las bases, algo nunca visto en la historia.

El caso es que ya fuera por la escaramuza entre unos y otros, o por el juego espeso de los locales, durante la primera parte el clima de euforia que normalmente vive la Catedral del cadismo se agrió. La gente se quedó fría, más aún cuando Barral fue expulsado por doble amarilla. Si se equivocó el árbitro, la afición no tendrá nada que reprocharle, pero si soltó el codo con una amarilla ya de advertencia en el cuerpo, faltando una hora de partido, igual alguien, algún cadista de esos que no duermen por las noches cuando su equipo no gana, puede pensar que un futbolista tan explosivo en lo bueno como en lo malo va a darnos tantas alegrías como disgustos a lo largo de esta temporada.

Cuando el cadismo se olvidó de la política -y de Barral- y tuvo la sensación de que con su apoyo el equipo lo conseguiría, el Carranza volvió a ser el Carranza, rugió a la espera de un zarpazo, creyó con fe en Salvi, el único de los dos guepardos que le quedaba a la manada, que se echó al equipo sobre esas piernas hambrientas de cal y que dio motivos para soñar con el triunfo. Tanto apretó la grada entonces que hasta el Numancia se acobardó, sacó una bandera blanca y pensó que un punto es un punto.

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