CÁDIZ CREER CREAR · Capítulo X: Agroalimentaria

La reinvención de los Ferral

  • Dos hermanos transforman su finca de Jerez dedicada tradicionalmente a la remolacha en un olivar Van a lanzar al mercado de tiendas gourmet un aceite de alta gama

A finales de los 60 del pasado siglo Jerez entró en una fase de modernización agraria. Tenía un nombre: remolacha. Tres fábricas se instalaron en la comarca para la transformación en azúcar de un cultivo que hizo ricos a muchos agricultores, unidos en un lobby que, durante algunos años, tuvo algún peso: el Grupo Remolachero. Los campos de Jerez se llenaron de remolacha, un secano mucho más rentable que el tradicional cereal, y en la época de campaña la ciudad se inundaba de un insoportable olor fétido y dulzón. El aroma del dinero.

Cuarenta años después la globalización despedazó al becerro de oro. La OCM del azúcar de 2005 resolvió que no hacían falta los dos millones de toneladas de remolacha del sur de Europa, que no era competitiva. Dos de las tres fábricas cerraron y se quedó una dedicada al blanqueo del azúcar más que al tratamiento de la remolacha. Europa desembolsó 59 millones de euros a 1.300 remolacheros para que abandonaran el cultivo. La familia Ferral, con una finca situada en la carretera de Trebujena, casi a la salida de Jerez, estaba entre esos 1.300.

"Muchos cogieron el dinero y, como era gente con mucha edad, decidieron dejar la actividad; otros regresaron al cereal pese a sus escasos márgenes. Nosotros éramos jóvenes, siempre habíamos pensado en vivir de la tierra y decidimos no resignarnos. Invertimos el dinero que nos dieron por dejar la remolacha, conseguimos que un banco creyera en nosotros y nos lanzamos a la piscina". Habla Alexis Ferral, el mayor de los dos hermanos, y cuando dice lo de lanzarse a la piscina no se aparta mucho de lo que hicieron: construyeron en tierra de secano una gran balsa para probar con el cultivo de regadío.

Según Alexis, tenía bien estudiados todos los cultivos de secano posibles porque, de un modo u otro, en mayor o menor cantidad, siempre los habían trabajado. "Ninguno ofrecía buenas perspectivas, pero en esta tierra el agua era cero. Si queríamos agua, tendríamos que almacenarla, por lo que proyectamos una balsa de dos hectáreas. Tardamos en hacerlo. Eso era cavar y cavar y echar tierra..." El resultado ahora mismo es una superficie de riego totalmente informatizada y el cultivo elegido fue el olivo " y eso que yo de olivos cero patatero, aunque patatero no me pueden llamar por que probé con patatas y hasta las cogí asco.Todo lo hortícola es arriesgadísimo. Así que me pueden llamar cerealero, garbancero... pero olivarero, no. Sin embargo, hablé con un técnico de la Sierra y comprobé que los números con el olivar podían salirme".

Le han salido. Cinco años después de iniciado el proyecto cuenta con 36 hectáreas de olivos con un rendimiento enorme, 20 toneladas la hectárea, "una ordinariez, incluso me lo dicen olivareros de toda la vida". Sin embargo, sabe que a la última cosecha la sequía le fue bien, pero no será lo mismo este año lluvioso. "Con todas sus diferencias, el olivo tiene algo que ver con la Vid en cuanto a que el tratamiento fitosanitario es parecido, es una planta anual, le viene bien esta tierra... y yo de viticultura algo sí sé".

Las primeras cosechas les han animado. Con el cuidado de una recolección mixta, a mano y con la posibilidad de mecanización en caso de problemas meteorológicos, Alexis le augura a estas plantas un rendimiento de quince años y la posibilid de aumentar en do ce o catorce hectáreas más. Con lo que él y su hermana María del Mar decidieron dar un segundo paso, cerrar el ciclo: comercializar.

"Pensamos- dice María del Mar- que no queríamos limitarnos a vender la producción al mejor postor, que queríamos tener algo nuestro". El resultado es Ferral, una marca de aceite de alta gama. "Nuestro aceite, por la cercanía al mar y por la recolección temprana tiene unas cualidades organolépticas peculiares y una altísima calidad".

El siguiente paso fue "mostrar en la botella la calidad que había dentro de ella. Así que le encargamos el diseño a unos asesores de imagen que traducían nuestra idea a la realidad. María del Mar, la pequeña, es la que está levantando la red para colocar 5.500 botellas de medio litro de aceite Ferral en las mejores tiendas del mundo, pese a saber que es "una competencia feroz, si bien es un mercado abierto, todavía tiene recorrido". Con sus conocimientos de idiomas se quiere patear las ferias sectoriales en Alemania y Dubai, "no las grandes, donde el producto se pierde". Y así una tierra de la proscrita remolacha en vez de ser erial viajó por el mundo.

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