El almacenamiento térmico a través de sales fundidas es una idea que nació en Cádiz, que se capitalizó en Abu Dabi (Masdar) y que se hizo realidad con la tecnología vasca (Sener). El caso de Torresol Energy, la firma puntera en la transformación y almacenamiento de la energía solar, sirve para ilustrar la situación de la investigación en nuestra provincia. El factor humano, el investigador, no encuentra el medio en el que desarrollarse. El tejido empresarial no tiene músculo para dedicarse a la investigación y las ideas tienen que buscar hacerse materia en el exterior. De los diez huertos solares capaces de producir con potencia superior al megavatio existentes en la provincia ninguno tiene tecnología gaditana. Básicamente, la provincia sólo pone el sol.

El ingeniero gaditano Ignacio Grimaldi, director regional de Torresol, ejemplifica esa parábola. Torresol cuenta en Andalucía con dos plantas. Una es Gemasolar, con instalación de torre, situada en Fuentes de Andalucía, provincia de Sevilla, y otra es la doble planta de San José del Valle, Valle 1 y Valle 2, de 50 megavatios cada una, las mayores de la provincia, con captadores cilindro-parabólicos. Ambas, que dan empleo a más de un centenar de trabajadores, no hubieran sido posibles sin la capacidad de una empresa vasca de largo recorrido, Sener, que se inició a mediados de los 50 del pasado siglo dedicando buena parte de su actividad a la investigación en ingeniería naval y automoción. "Esa experiencia, esa tecnología, es la que es posible ahora aplicar al sector de las energías renovables", explica Grimaldi.

Sin embargo, la idea nació aquí, en Cádiz, donde se perdió el tren que le ha dado fuerza a Sener para crecer en el mercado internacional vendiendo precisamente eso, tecnología. Grimaldi era un ingeniero que trabajaba en una de las pocas empresas eléctricas gaditanas con un departamento de investigación. De allí surgió la posibilidad de dar el salto al termosolar. Pero había que buscar una infraestructura más grande para hacer realidad una idea compleja, no existía en la provincia una empresa de "ese perfil" para poner en marcha la idea.

"Si bien las placas fotovoltaicas son una tecnología mucho más madura, respecto al recurso, al sol, su eficiencia es mínima. Nuestra tecnología tiene una eficiencia mucho mayor porque trabaja las 24 horas del día y su capacidad de almacenamiento hace posible adaptarse a la curva de la demanda energética. Al ser una tecnología mucho más joven, entraña más riesgo", explica Grimaldi, un firme defensor del I+D como producto a medio plazo. "Las empresas tienen que entender que la investigación no es gasto, es inversión".

La fuerte inversión de Torresol en la primera planta de torre termosolar con almacenamiento salino con fin comercial se podrá recuperar ahora exportando la tecnología que la ha hecho posible. "Nosotros hemos creado el prototipo y ahora existe una demanda internacional para copiar ese prototipo en otro lugar. Eso es lo que exportamos. Sucedió igual cuando se instaló el primer Mazinger (aerogenerador), muy rudimentario, en Tarifa. Ahora España es líder en tecnología eólica. Así estaba sucediendo también con la solar, pero los sucesivos recortes del Gobierno nos están dejando sin márgenes no ya para la investigación, sino para la propia subsistencia, con lo que es posible que otros países nos adelanten en uno de los pocos sectores en los que estamos a la cabeza".

Para Cádiz, estos pasos atrás en las energías renovables están truncando proyectos previstos y estancando los que ya existían, como los de las dos plantas de El Valle, que contaban con licencias para su ampliación, lo que suponía empleo. También se cercena una emergente industria auxiliar que podía ser el germen de un pequeño sector energético con alto componente investigador en la provincia. De momento, Cádiz lo que sigue poniendo es el sol.