Cádiz creer crear

El olmo que sí da peras

  • Economía y cultura suenan ya emparejadas en numerosos discursos políticos La crisis no ha hecho sino acrecentar la denominada doctrina generadora de desarrollo y empleo

Escribió Octavio Paz que "el poeta, el escritor es el olmo que sí da peras". Con esta imagen, a costa del viejo refrán, el escritor mexicano pretendía ilustrar y mostrar la fuerza que tiene la creatividad humana para producir a partir de sus propios recursos, por escasos o casi nulos que estos sean. Nadie duda del altísimo valor simbólico y enorme capacidad de comunicación que posee la cultura en sus muchas facetas y envolturas, todos aceptamos el hecho cultural como un elemento esencial de nuestras vidas. El patrimonio, las artes, las formas de expresión populares, el ocio creativo y otras muchas posibles caras de la cultura forman parte de lo cotidiano. En los estados contemporáneos, más o menos laicos, la cultura ha llegado incluso en ciertos momentos a ser considerada como una especie de religión del propio estado. Francia sería el paradigma de ello.

De la cultura se resalta su valor social, su capacidad educativa o formadora, su función de apertura a una mejor vida espiritual, su aporte a la calidad de la vida misma de las personas y, desde hace ya algún tiempo, se subraya su aspecto económico. Economía y cultura suenan ya emparejadas en numerosos discursos públicos, tanto en los hegemónicos como en muchos de los llamados alternativos. La crisis que vivimos no ha hecho sino acrecentar y potenciar la que podemos denominar doctrina de la cultura generadora de desarrollo, riqueza y empleo. Por este orden y en todas las instancias, desde las estructuras de gobierno de la Unión Europea hasta los más pequeños municipios, pasando por gobiernos estatales, autonómicos y provinciales. Los programas de gobierno, los discursos de los poderes públicos hablan sin reparo de economía de la cultura, de cuenta satélite de la cultura, de empleo cultural, de porcentaje de aportación al PIB, de emprendedores culturales y varios temas más relacionados con estos dos conceptos. En el año 2010 la Comisión Europea publica el denominado "Libro Verde. Liberar el potencial de las industrias culturales y creativas", todo un programa dedicado a este segmento al que considera con un enorme potencial que aportar al desarrollo económico y a la generación de empleo. Además, si no se nos desgracia en un arrebato de austeridad, entre 2014 y 2020 se pondrá en marcha el programa "Europa Creativa" con una financiación de mil ochocientos millones de euros. Los cito a modo de ejemplo de cómo esta relación entre economía y cultura ha llegado hasta las más altas instancias decisorias en políticas públicas y se la toma en serio con propuestas programáticas y presupuestarias. Igualmente se estudia la aportación del sector cultural a la economía de los países. En el caso español un 2,3% del PIB, en línea con la media europea en la que las cinco grandes economías (Reino Unido, Alemania, Francia, Italia y España) mueven las tres cuartas partes de la economía de la cultura a pesar de los momentos de crisis que vivimos.

Presumimos de ser un país culturalmente rico, lo que sin dejar de ser verdad no lo es de manera absoluta ya que importamos más cultura de la que exportamos si tenemos en cuenta los datos de comercio exterior. Tan sólo el sector del libro ofrece un balance claramente positivo para nosotros. Es evidente, desde este último dato, que nuestro potencial creativo y cultural aun está por desarrollar muchos de sus aspectos. Por pensar en ejemplos claros sería interesante tener datos para ver cuánto "vende" el flamenco en el exterior siendo como es uno de nuestros productos culturales más conocidos y originales.

Pero tratemos de descender a nuestra realidad andaluza y de la provincia de Cádiz. El Observatorio Argos ha realizado un muy interesante estudio denominado el "Empleo en el sector cultural andaluz" que contiene una ya sustanciosa y concreta información que nos permite hablar sobre economía y cultura en Andalucía más allá de las declaraciones propositivas y altisonantes sobre las bondades del sector. Andalucía es la tercera comunidad de España en número y porcentaje de empresas culturales. La lectura positiva es que sólo nos adelantan, por razones obvias, Madrid y Cataluña. La mala noticia es que Cataluña nos aventaja en diez puntos (21,42%) y Madrid en quince (25,41%). Nuestro porcentaje de empresas culturales (11,22%), siendo elevado no representa ni nuestro potencial demográfico ni de recursos creativos y culturales. No estamos mal pero hay mucho por hacer es la conclusión en una primera lectura de estos datos. Por otro lado la caracterización de las empresas culturales no varía mucho de la de las empresas andaluzas en general. Porcentajes altos de autónomos y de microempresas. En este sentido hay que decir que estas son características propias de las empresas culturales en general en casi cualquier lugar del planeta. Si mirásemos a Francia, Reino Unido, Canadá o cualquier país de Latinoamérica veríamos que el sector cultural se caracteriza por una gran fragmentación empresarial y mucho autoempleo. De todo el empleo cultural de Andalucía nuestra provincia aporta el 14,92 del mismo, el tercer lugar por detrás de Sevilla y Granada que concentran casi la mitad de los trabajadores. En ese sentido somos una provincia que aun tiene índices modestos de empleo cultural, Cádiz aun puede y debe generar más actividad económica en torno al sector de la cultura o de las industrias culturales que es como lo denomina el discurso oficial.

El problema es, al igual que ocurre en otros sectores, el cómo encarar la generación de tejido empresarial sólido y empleos estables en el mundo de la cultura. Una visión rápida de nuestra provincia nos descubre un territorio rico en patrimonio tanto tangible como intangible, con una población con una demostrada capacidad creativa y con un clima suave y generoso que ayudan a disfrutar de la cultura incluso pagando por ello. Sin embargo en estos asuntos de la economía de la cultura se suele actuar con bastante improvisación y desde las buenas intenciones de todos, se supone. Me voy a permitir ejemplificar mis palabras con un caso de actualidad e interés. Me refiero al Castillo de San Sebastián. No haremos historia reciente, baste comentar que es un proyecto a medias heredado de los eventos del bicentenario de la Constitución de Cádiz. En estos momentos hay una carrera de propuestas e ideas para tratar de relanzar y rescatar el conjunto para la ciudad y para nuestra precaria economía local. La mayoría de las propuestas se basan en un indefinido "uso cultural" que sería algo así como un compendio de paseo, monumento, recreaciones, hostelería, exposiciones, espectáculos y algo más. En mi opinión casi todas las ideas y propuestas adolecen de un defecto muy común en los proyectos de economía y cultura, sólo se centran en el propio castillo olvidando que éste está enclavado en un entorno. Como mínimo habría que planificar una intervención que comprendiera la Caleta, Varcarcel, todo el espacio entre los baluartes de Santa catalina y de los Mártires y se proyectara en el propio barrio de la Viña. A la alcaldesa de Cádiz siempre le gusta referirse al Castillo de San Sebastián como el Guggenheim gaditano, pero convendría señalar que en este proyecto de Bilbao hay más inversión en el entorno del museo que en el edificio mismo. Con todo ello me estoy refiriendo a la perspectiva territorial ¿De qué sirve invertir en el castillo si no hay un proyecto común y complementario con todo lo que le rodea? Corremos el riesgo de, una vez más, dilapidar los escasos recursos de que disponemos. La inversión en el sector cultural en una ciudad como Cádiz, y en toda su provincia, debe responder a una iniciativa muy integral que contemple otros aspectos como los medioambientales y de diversidad. Volviendo a nuestro ejemplo habrá que considerar los aspectos referidos al contexto marítimo costero que incluyen la Caleta y los roqueos de la misma. Igualmente habrá que preguntarse por dos recursos culturales vecinos de la playa y el castillo. Me refiero al Centro de Arqueología Subacuática y al edificio del Balneario de la Palma. ¿Es posible trasladar el Centro de Arqueología Subacuática al castillo dotándolo de más espacio y de capacidad expositiva que lo haga más visible y atractivo para la ciudadanía? ¿No sería entonces más aprovechable desde un punto de vista económico el Balneario que actuaría tanto de antesala del castillo como del resto del entorno? Son sólo dos cuestiones que podrían debatirse y meditarse para mejorar la posible intervención en el castillo de San Sebastián. Como decía se trata sólo de un ejemplo para ilustrar que la economía de cultura exige mucho más que buenas intenciones, que no basta con señalar que el uso cultural generará riquezas y que no es suficiente con tener un buen potencial de patrimonio y creatividad.

Nuestra provincia es rica culturalmente hablando, pero lo es desde la perspectiva de que tenemos buena "materia prima cultural". Hay numerosos ejemplos de intervenciones bien hechas pero por desgracia tenemos sobrados casos de inversiones inútiles y frustradas. Pese a la crisis la cultura seguirá siendo un buen negocio, sin olvidar nunca sus facetas sociales y educativas, pero precisa seriedad, planificación, sensatez y claridad. Tampoco hay que inventar tanto, se trata de hacer bien el trabajo y observar lo que se ha hecho bien en otros lugares. A fin de cuenta ahí están París, Venecia, Salzburgo y tantos otros sitios.

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