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Francisco Poveda. Inspector de Educación y pionero de la Orientación educativa

"El aula es la caja negra del sistema"

  • La enseñanza en la provincia vista desde dentro por uno de los grandes innovadores del modelo educativo español Poveda aboga por una organización racional y más formación

Francisco Poveda (Salamanca, 1951) es una figura legendaria de la Educación española. Inspector de Educación en la provincia de Cádiz, desde donde arrancó un sistema de orientación educativa para toda España, Poveda analiza en esta entrevista los puntos fuertes y débiles de un sistema clave para el futuro de la provincia.

-Llegó a Andalucía en 1975.

-Venía de la Universidad de Salamanca y aterricé en Jerez en los últimos meses de la dictadura. Fue impactante. Me encontré con que niños en edad escolar no podían asistir a clase porque no había colegios suficientes, ni tampoco había suficientes maestros. Eran suplidos por los llamados profesores idóneos, que impartían clase solamente con el título de bachiller. El número de institutos era insignificante. Comencé a trabajar en un curso con 44 alumnos, muchos de ellos repetidores y una media de ocho hermanos.

-¿Qué se le perdió por aquí?

-Había hecho la tesis sobre la obra de un profesor brasileño, Paulo Freire, padre de un método de alfabetización con un enorme éxito en América Latina. Quería experimentar a pie de obra si la investigación académica podría ser realmente eficaz y qué mejor contexto que aquí, cuya tasa de analfabetismo era sangrante. Un grupo de compañeros iniciamos la experiencia en la pedanía de La Ina.

-¿Cómo era aquella escuela?

-Clasista, academicista y masificada, con mínimos recursos, sin especialistas, ni jefatura de estudio, ni secretaría. No existía apoyo externo, los sueldos eran muy bajos y, trabajando en esas condiciones, se hacía con un compromiso profesional digno de encomio.

-¿Cuándo empezó a cambiar?

-Los pactos de La Moncloa supusieron la construcción de nuevos centros. Hasta entonces en Andalucía no se comenzó a vislumbrar una mejora educativa que garantizara, al menos, la existencia de un puesto escolar para todos los chicos de 6 a 14 años.

-Hay un latiguillo entre algunos que estudiaron entonces: antes se preparaba mejor a los chicos.

- Ya Aristóteles se quejaba de que los alumnos que asistían a la Academia estaban peor preparados que los de su generación. Los datos objetivos son que en 1967 de cada 100 alumnos que iniciaron la enseñanza primaria ingresaron en la enseñanza media 27; aprobaron la reválida de bachiller elemental 18 y 10 el bachillerato superior; superaron el "preuniversitario" cinco y culminaron estudios universitarios tres. No tenemos información de la distribución por sexos, pero es deducible la discriminación en favor de los varones. Los datos son tan demoledores que no necesitan comentario.

-Usted estuvo en el origen de la orientación educativa en España. Nació aquí, en Cádiz.

-Tuve la fortuna de conocer a un grupo de compañeros licenciados en Ciencias de la Educación con inquietudes y ganas de mejorar el panorama educativo. Elaboramos algunos proyectos para asesorar al profesorado de Jerez en la acción tutorial y en la atención al alumnado con dificultades de aprendizaje, una línea pedagógica y didáctica más que psicológica. Fue posible gracias al apoyo del Servicio de Inspección Educativa de Cádiz. Después de un curso de trabajo con profesores y centros, presentamos una memoria-proyecto en el Ministerio de Educación, que lo aprobó y lo implantó con carácter experimental, generalizándose en 1977 y creándose ese año los Servicios Provinciales de Orientación Escolar y Vocacional. Podemos decir que la primera piedra de un proyecto de orientación se pone en Jerez y hoy abarca a la totalidad de los centros de infantil a secundaria. La orientación está consolidada y es fundamental para asegurar la calidad de la educación del alumnado.

-La Logse, que supuso a principios de los 90 una revolución en nuestros sistema educativo, está satanizada por un un porcentaje amplio del profesorado. ¿Tuvo aciertos?

-Bueno, hay unanimidad en señalar como su principal logro la extensión de la escolaridad obligatoria y gratuita hasta los 16 años. El reforzamiento de la educación infantil como nivel educativo propio, la reforma de la Formación Profesional, la atención a la diversidad, la introducción del concepto de ciclo en las diferentes etapas educativas... Otro acierto fue que aunó calidad y equidad social. Esta Ley, por primera vez en nuestra historia, dedicó un capítulo específico a la calidad, si bien los recursos financieros que se aplicaron fueron insuficientes.

-¿Y en qué falló?

-La Logse experimentó importantes modificaciones en el desarrollo reglamentario, siendo poco acertadas las normas relativas a la promoción y evaluación del alumnado o la organización escolar. La transversalidad era una auténtica innovación, pero no fue operativa porque no se preparó para ello al profesorado ni se tuvo en cuenta la cultura escolar imperante.

-Quizá el ministro Wert pueda extraer conclusiones acerca de legislar sin el apoyo de los profesionales.

-Una de las conclusiones que se pueden extraer a partir de la implantación de las sucesivas reformas educativas es que, en gran parte, su éxito o su fracaso depende de un aspecto relacionado con la cultura escolar, en la que juega un papel protagonista, aunque no único, el profesorado. Me refiero a un conjunto de hábitos, pautas, saberes implícitos y tradiciones que guían la práctica educativa en los centros y sobre todo en las aulas. Las reformas actuales se juegan en buena medida en el terreno de la educación secundaria. Pues bien, uno de los factores que se debieron tener en cuenta entonces era precisamente esa cultura escolar propia de una determinada tipología de profesorado.

-Bueno, a los profesores no les gustan nunca los cambios.

-Los profesores del anterior bachillerato clamaron en su día contra la Ley de Educación del 70 alegando la egebeización de la secundaria, después contra la ESO y contra la pérdida de identidad del bachillerato. Hay un sector del profesorado que sigue anclado en una concepción del antiguo bachillerato de preparación para la Universidad, lo que no tiene mucho que ver con una concepción de una etapa de educación secundaria obligatoria con carácter propio y específico, diferenciada del bachillerato y que estaba explícita en la Logse. La formación del profesorado de secundaria continúa siendo especializada y académica, centrada más en disciplinas concretas que en áreas de conocimiento. Es urgente una remodelación en profundidad de la formación inicial y continua del profesorado. El espectáculo servido por tantas Leyes de Educación promulgadas en poco tiempo no ha contribuido a la solución.

-¿Por qué la provincia tiene los peores datos de Andalucía?

-Alguna de las ocho tendría que ser la última. Como hipótesis no podríamos decir que los gaditanos sean más torpes que los sevillanos, o que los centros funcionen mucho peor que los de Córdoba. Me inclino por un análisis sociológico de la naturaleza del ser gaditano y la importancia que un amplio sector de la sociedad le puede dar a la educación en su escala de valores. Creo que la conciencia social es una construcción histórica. Cambiar en educación supone un proceso de construcción social.

-¿Detecta desmotivación del profesorado?

-Hace tiempo que se habla del malestar docente. Nos encontramos con un sector del profesorado, que no me atrevo a cuantificar, que está quemado. Es un serio problema en el sistema educativo. No son tiempos para la lírica. La sociedad y la Administración deben reaccionar. Es un trabajo delicado, el material humano con el que se opera es muy sensible, el elemento más débil de la cadena: son los ciudadanos del próximo futuro a quienes se está conformando su personalidad desde una perspectiva académica, social y moral. Pero también hay una inmensa mayoría de docentes que, a pesar de los pesares, siguen dejándose la piel todos los días no solo en las aulas, con una dedicación más que exclusiva en horas matutinas, vespertinas y también nocturnas. Me consta que muchos de ellos van a los centros incluso con fiebre, que se perfeccionan, que innovan. O que, en las circunstancias actuales, contribuyen económicamente para que algunos de sus alumnos coman al menos un bocadillo... El problema está en que la Administración trata a todos los docentes y educadores con el mismo rasero y eso no es demasiado justo.

-¿Qué opina del sistema de selección de los docentes en la escuela pública?

-No parece el más apropiado. La Ley de Educación de Andalucía argumenta que el sistema educativo andaluz se sitúa ante el reto de alcanzar el nivel medio de los países más desarrollados de la Unión Europea, buscando la reducción del fracaso y el abandono escolar prematuro. Para ello se precisa una profunda renovación organizativa, metodológica y didáctica para adecuar los centros a las necesidades de la sociedad del siglo XXI, asegurando al alumnado la adquisición de competencias básicas que le permitan la integración en la sociedad del conocimiento sin riesgo de exclusión social. En los 80 el centro se constituyó como unidad de cambio, quedando el trabajo en el aula en un segundo plano. A partir de los 90 se comprueba que este esquema no incide en la mejora de los aprendizajes. Los cambios a nivel de centro no han llegado a la práctica docente en el aula y, por tanto, los esfuerzos deben centrarse en las variables próximas al aula, la caja negra del sistema educativo.

-¿Cómo se abre la caja negra?

-El conocido Informe Mckinsey concluye que los sistemas educativos, distintos en su estructura y contexto, obtienen mejores resultados si mantienen el foco en mejorar el proceso de enseñanza en el aula por su impacto directo sobre los alumnos. Fijándonos en los países que lo han hecho bien observamos que seleccionan a las personas más aptas para ejercer la docencia, lo que conlleva un alto reconocimiento social; que han incidido en la práctica docente en el aula; y, finalmente, que han desarrollado sistemas y mecanismos de apoyo específicos y estímulos a los centros para garantizar que todos los alumnos sean capaces de obtener los beneficios de una enseñanza de calidad.

-Hay quien opina que habría que empezar por profesionalizar la gestión de los centros con equipos directivos con más competencias y más especializados. ¿Lo comparte?

-Dirigir un centro educativo es una tarea muy compleja, más si es un IES de grandes dimensiones. La dirección es el primer factor de calidad de una empresa, también de la educativa. Por muy buena voluntad que se ponga, y los directores me consta que ponen muchísima, es cierto que no todo profesor está preparado para ejercer con eficiencia esa capacidad de liderazgo pedagógico, organizativo y de gestión que requiere la función directiva. El modelo directivo español, junto con el portugués, insólitos en Europa, apuestan por un sistema en teoría participativo, pero combinado con fuertes inercias provenientes de una tradición burocrática. La legislación específica sigue considerando al director como representante de la Administración, pero la comunidad escolar, que es quien realmente lo selecciona a través del claustro, lo valora en función de su capacidad como portavoz y negociador de sus demandas ante la Administración. Para acceder al cargo y para mantenerse en él debe pactar tácitamente con los grupos de interés del centro, que en muchas ocasiones le presionan para que no ejerza en exceso su función de representante de la empresa, la Administracion, a fin de que no altere el statu quo interno del centro. El estado de interinidad en el ejercicio de la función directiva supone que al cabo del tiempo retorne a la situación de profesor-compañero en un contexto en el que ha debido ejercer como jefe de personal de una empresa que puede tener 25, 80 o cien funcionarios. Analizada la situación de este modelo directivo por una persona ajena al mundo educativo, es lógico que no lo entienda.

-¿Además de evaluar a los alumnos, considera conveniente o no la evaluación de los profesores y de los centros?

-Asunto polémico. Nadie quiere ser evaluado. También se afirma que lo que no se evalúa se devalúa. Una institución, sea del ámbito público o privado, debe llevar aparejada una rendición de cuentas, una evaluación de lo que se hace, de cómo se hace y de los resultados que se obtienen. Aun reconociendo lo complejo que es llevar esto a cabo en el campo educativo, considero cada vez más necesaria la evaluación de los centros en todas sus dimensiones. La Inspección Educativa está implicada en un nuevo modelo de intervención en los centros, de acuerdo con las instrucciones emanadas de la viceconsejería de Educación.

-¿En qué medida los recortes van a afectar a los resultados?

-Significativamente. Sería un retroceso en las conquistas históricas y lo peor es que las sufrirían quienes más lo necesitan, los alumnos y sus familias. Por muy bien que se gestionen los recursos públicos, la educación, junto con la sanidad, que no se pueden devaluar. La educación no es propiedad del profesorado. Se beneficia de ella toda la sociedad. Por ello, debe comprometerse con, al menos, el mantenimiento de la calidad.

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