Cádiz

Un vecino de los acusados dice que él dio la pista que condujo a ellos

  • El testigo relata que vio a un amigo suyo con joyas de la víctima y se lo dijo a la Policía

A. explicó ayer que nunca imaginó que las joyas que según él le dio el procesado, J.M., para que le ayudase a venderlas tuviesen relación con el crimen de La Viña. A. dijo que J.M. le contó que se las había cogido a una tía suya que se había ido de viaje. Él se las vendió a G., quien declaró también ayer, en la tercera jornada del juicio, y contó que le compró las alhajas a A. por cinco mil pesetas en los Callejones, cerca de la calle Paco Alba, donde residían la víctima y los procesados, el 3 de octubre de 1998.

G. relató ayer que relacionó las joyas con el crimen cuando su amigo B., también vecino de la víctima, le dijo un día que esas alhajas serían de la mujer asesinada. Entonces se asustó mucho, dijo, y las llevó a casa de un tío suyo, en Chiclana. Las escondió en una caja de medicinas y la puso en lo alto de un armario. Más adelante llegó a su casa la Policía preguntando por las joyas y él les dijo primero que las había tirado y después, la verdad.

B. declaró ayer que fue él quien comunicó a la Policía que su amigo G. tenía joyas de la anciana. Que un día vio a G. con ellas y le dijo: esas joyas van a ser de mi vecina. Que G. le respondió que no, que se las había vendido A.; pero que luego le preguntaron a A. que quién se las había dado a él y éste nombró al procesado. B. aseguró que ante esa respuesta, él dijo: "Si ése es mi vecino; éste la ha matado". B. contó que G. estaba muy asustado, que temblaba. Que él le pidió las joyas para dárselas a la Policía, pero que no quiso entregárselas. Entonces informó a la Policía.

B. narró ayer que un policía que investigaba el caso le había pedido que si se enteraba de algo que se lo hiciese saber. Dijo también que ese policía le explicó que él, B., era en principio el principal sospechoso del crimen, pero que se dieron cuenta de que tenía coartada y lo descartaron.

Tras el crimen, agregó B., en su casa comentaban que el procesado no era trigo limpio, que no se comportaba como los demás vecinos. B. añadió que los acusados estaban nerviosos, muy inquietos, después del asesinato.

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