Análisis

De cómo soportar las obras en Cádiz en pleno verano y de cómo organizarlas mejor

Obras en las inmediaciones de La Caleta en pleno verano.

Obras en las inmediaciones de La Caleta en pleno verano. / Julio González

Hay obras y obras. Cualquier trabajo que se ejecute sobre la trama urbana supone una molestia para el vecino. Primero para los que residen en la zona afectada, después para quienes utilizan la calle, avenida o plaza en su viaje en coche, y por último para el resto de los ciudadanos cuando el proyecto tiene una incidencia que supera su entorno.

Si en una ciudad no hay obras, mal vamos. Están las de mantenimiento, obligadas para evitar el deterioro de los espacios públicos, de los viarios; y están las que afrontan planes de mejora de las redes de servicio, o la modernización de la propia trama. Aquí entra de lleno la peatonalización, a la que estamos llegando no sin problemas cuando media Europa ya nos lleva una ventaja más que notable, en obras y en concienciación vecinal.

Cuando se realiza una obra pública hay que tener en cuenta varias cuestiones. La principal, es tener dinero para pagarla. Ya hemos sufrido en muchas ocasiones parones, a veces de meses y de años, en actuaciones en las que a mitad de camino se han acabado los fondos para financiarla. A la vez, hay que planificarlas para evitar sorpresas (aquí, levantamos el suelo y nos aparecen restos arqueológicos), hablar con los afectados (vecinos, comerciantes...) para explicar bien lo que se va a realizar y los tiempos necesarios. 

También es necesario poner todos los medios humanos para reducir problemas. Si hay, por ejemplo, un corte de tráfico en una arteria de referencia, habrá que reforzar la presencia de agentes de la Policía Local, para redirigir la circulación e informar al viandante de pasos alternativos. Y también, incrementar los servicios públicos (autobús urbano) para evitar el uso del coche privado.

Si un Ayuntamiento no realiza obras en su ciudad, mal vamos. Durante buena parte de este y el anterior mandato, muchos se han quejado de la falta de actuaciones en la trama urbana por parte municipal, tan acostumbrado como estábamos a las obras en calles y plazas en la etapa de gestión del PP. Sin embargo, ahora que se ponen manos a la obra, surgen las quejas de los afectados... y de los no afectados pero que aprovechan la ocasión para protestar.

Poco obra hay en una ciudad que no provoque molestias. Incluso un proyecto de tal calado como fue la del soterramiento del tren a su paso por Puerta Tierra, y que se ejecutó en tiempo y forma sin incidencias para el día a día de la ciudad, tuvo alguna queja aislada.

Ahora, desde hace semanas estamos metidos en una fase más de la reforma del viario del Campo del Sur. Tras fracasar los intentos del Ayuntamiento del PP de asfaltar todo el paseo de circunvalación del casco antiguo, con el firme destrozado en muchos de sus tramos, ante la negativa de la Junta de autorizar la obra por aquello de la cercanía de edificios monumentales (los de Patrimonio no habrá viajado por Roma, París o Londres, donde preocupa más el estado de estos inmuebles que lo que le rodea), se buscó la alternativa de la banda de rodadura.

La complicada obra en el Campo del Sur

Por sus características, esta obra es lenta de ejecutar. Se empezó en tiempos del PP y una década más tarde, aún estamos liado en el proceso. Es como la renovación del acerado de la Avenida: se inició hace cerca de 20 años y aún sigue sin arreglarse el tramo más cercano del frente de Puerta de Tierra. Cosas de Cádiz.

La fase que ahora se ejecuta y que enfila camino hasta la playa de La Caleta, ha provocado muchas quejas por la fecha en la que se ha ejecutado. Y por las enormes colas que se han repetido casi todos los días en el campo del Sur, al cortarse un carril en el tramo de los trabajos. El Ayuntamiento ya ha justificado el modelo escogido para el trabajo, que evitaba el corte total del Campo del Sur, y los plazos limitados para su ejecución. Pero cuando estamos en un atasco, el autobús no llega y el sufrido taxista debe dar mil vueltas para llegar a su destino en las inmediaciones de La Caleta, la mayoría ignora estas justificaciones y acaba montando en colera.

Es lógico. Toda obra tiene sus inconvenientes y muchos de los que la sufren rugen por ellas.

Después, con el tiempo, todo se olvida y se ve como natural como se pueda circular bien por el Campo del Sur. Como que San Juan de Dios y Catedral sean peatonales, tras obras de meses, o que lo sea pronto la plaza de España. ¿Quién lamenta hoy esos trabajos,molestos a veces, cuando pasea por estos espacios peatonales?

Si queremos que la ciudad vaya mejorando en sus infraestructuras, habrá que asumir estos inconvenientes. Lo mismo habría pasado con obras en el Campo del Sur en plena campaña de Navidad para el comercio, o durante los Carnavales o la Semana Santa. 

No olvidemos que Cádiz es lo que es. Que su poblado casco antiguo, muy vivido y lleno de turistas, incluso con obras, tiene poco más de un kilómetro cuadrado de superficie en su zona residencial. Distancias cortas para pasear, por cierto. Más cortas que en Sevilla, Madrid, Barcelona... con sus centros históricos cerrados a la circulación.

Cambio de modelo urbano

Hay una cuestión que el conjunto de la ciudadanía debería de entender. El modelo de ciudad está transformándose poco a poco, a veces a un ritmo demasiado lento. Ya no podemos llegar en coche privado a la misma puerta de la playa, el museo o el restaurante de turno. Va en contra de la sostenibilidad, la calidad medioambiental, el ahorro energético y, sobre todo, la apuesta por el turismo. Porque no obviemos una cuestión: el turista que Cádiz necesita es el que maneja dinero en sus viajes, y en su mayor parte es un visitante que busca la calidad de vida cuando paseo por la ciudad por él elegida. Y lo que menos quiere es toparse con coches y coches.

Otra cuestión es si el Ayuntamiento ha planificado bien la obra. Asumamos los plazos impuestos por la financiación y la fecha elegida para la misma. Pero más allá de ello, en Cádiz vuelve a fallar la decidida apuesta por el transporte público. Se ha perdido la oportunidad de reforzar la flota en este verano con tanta gente y tanta obra. De las líneas que utilizan la circunvalación y de las restantes que complementan el servicio. 

Con más vehículos públicos y una mejor concienciación-información ciudadana, se habría reducido sin duda la incidencia en el tráfico. Y hubiéramos avanzado en la transformación sostenible del casco histórico.

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