Primero aparece la sequía y luego vienen las tormentas y las lluvias torrenciales. Esto es lo que se conoce como el Niño Costero, un fenómeno climatológico que se da cada cierto tiempo en las zonas costeras de Perú y Ecuador y que está causado por el calentamiento focalizado del mar (el agua llega a alcanzar los 29-30 grados), lo que provoca que la atmósfera se vuelva inestable.

Así ocurrió hace ahora un año en Piura, la ciudad situada al norte de Perú donde, a causa de estas fuertes lluvias, el río del mismo nombre que atraviesa la ciudad se desbordó y causó numerosos destrozos e inundaciones. "De repente nos vimos fuera de nuestras casas", explica Aury Arlequé, coordinadora de los programas sociales del Centro de Apoyo a Niños Adolescentes Trabajadores (CANAT), entidad a la que Madre Coraje apoya habitualmente con material humanitario. "Aún así no perdimos la alegría. Allí la gente dice que hay que dar las gracias por tener lo más importante del mundo: la vida".

A pesar de este mensaje positivo aún se pueden apreciar en la zona los daños causados. Según declaró Arlequé a este medio, tras el encuentro que mantuvo esta semana con los voluntarios de la asociación gaditana, "este fenómeno agrava aún más los otros problemas que ya existen allí, como la malaria, la desnutrición, la anemia o la precariedad de las viviendas", explica la coordinadora.

Aún queda un largo camino por recorrer que, según los cálculos de Aury, durará cinco años. Los trabajos de recuperación "son muy lentos y se limitan a reconstruir lo que ya existía", explica Arlequé. "¿Qué vamos a hacer cuando esto ocurra de nuevo?", se pregunta. "El niño costero no va a desaparecer. Tenemos que aprender a convivir con él. No necesitamos casas rehabilitadas, sino más obras nuevas y medios de prevención".