Entrevista De Cerca | María Luisa García Juárez

“No echo nada de menos la política pero sí el ejercicio de la abogacía”

  • Esta gaditana vivió de manera intensa su carrera profesional y también la política, donde ocupó cargos de reponsabilidad. 

  • Hoy, retirada de su actividad tras una enfermedad, escribe al ser una de sus pasiones

María Luisa García Juárez, en un momento de la entrevista.

María Luisa García Juárez, en un momento de la entrevista. / Jesus Marín

María Luisa García Juárez (Cádiz, 1967) siempre ha sido una mujer progresista y pionera en algunos casos. Cuando las agresiones machistas no eran delitos sino faltas, desde el ejercicio de su profesión, la abogacía, llevó numerosos casos en defensa de las mujeres. Fue la primera presidenta de la Asociación de Mujeres Empresarias y la primera delegada de Justicia que hubo en la provincia de Cádiz. En 2007 la pusieron al frente del Consorcio del Bicentenario de la Constitución de 1812, pero en 2009 la vida le cambió cuando le diagnosticaron un cáncer de mama. Hoy en día ha encontrado en la escritura una válvula de escape.

–¿Echa de menos la política?

–Echo de menos la abogacía porque te da muchas satisfacciones, pero también berrinches. Nadie entiende que un juez es absolutamente independiente y con la razón no basta para ganar un procedimiento, por lo que algunas resoluciones no se ajustan al cien por cien al concepto de justicia material o incluso a la formal. Luego hay cuestiones que no están claras y eso te lleva a sinsabores pero se compensa con todo lo demás.

–¿Era abogada por vocación?

–Por supuesto. Estudié en la Universidad de Sevilla y empecé con Fernando Lepiani, que era mi maestro. Siempre me defino como abogada, porque tengo un recuerdo maravilloso de esos años, de todo lo que había por hacer, de lo difícil que era ejercer siendo mujer, y si encima eras madre, un disparate.

Me fue bastante bien en la abogacía. Yo estaba muy preocupada por el tema de las mujeres. En aquella época cuando había agresiones y éstas no eran delitos sino faltas, que las faltas podían ser 40 puñetazos o algo así, si la mujer no mantenía la acusación, el Ministerio Público no la ejercía. 

El asesinato de Ana Orantes hizo un clic porque la sociedad va por delante de las leyes. Mientras se hizo y no se hizo en Andalucía un grupo de abogados y abogadas nos pusimos a ejercer las acusaciones.

Recuerdo esa etapa como una oportunidad porque la abogacía es una profesión súper completa porque tienes que estar poniéndote al día en todo momento con las leyes, aprendes a hablar en público, a pelear las causas y yo me metí en todas las que creía, como las de los insumisos, puedes desarrollar una labor social importante y no dejas después de tener tu empresa. Yo lo recuerdo como un tiempo maravilloso.

–A usted se le paró la vida un día que le diagnosticaron un cáncer en un momento de una actividad frenética al frente del Consorcio del Doce. ¿Cómo afrontó esa situación vital en su vida?

–Yo necesité apoyo psicológico por el tema de dejar el trabajo. Luego con el tiempo, y mira que después tuve un derrame y eso me paralizó más, piensas que afortunadamente vivimos en un Estado de Derecho, que hay un sistema de pensiones que es maravilloso. Al principio me sentía hasta culpable al cobrar la pensión, pensaba como que no lo merecía. Ahora me he dado cuenta que hay muchas formas de ayudar a los demás, de hacer cosas que te satisfagan y que sean útiles también. Y también una cosa importante y es que el tema familiar está muy reñido al laboral y ahora me doy cuenta del poco tiempo que le he dedicado a mi familia cuando estaba haciendo esas cosas.

–¿Y cómo vivió el proceso de la enfermedad?

–Yo pensé evidentemente en la muerte porque eso es lógico. Simplemente sentía que si a mí me pasaba algo, mis hijos se quedaban mal. Pero lo que sí que no le tenía miedo a la muerte, no pensé en lo de “pobrecita yo” sino que con esto hay que poder. Estaba enferma pero no me sentía enferma. Recibiendo la radio estaba haciendo el máster. No quise que se me parase mi vida hasta que sí lo hicieron ya de verdad.

–Usted ha dicho en alguna que otra ocasión que con el Bicentenario no se cumplieron las expectativas.

–Eso es evidente.

–¿Por qué?

–Por la desunión,  la falta de presupuesto y por la manera en la que se articulan este tipo de eventos. Primero había una visión muy similar a la que podía suponer una exposición universal, que ya estas apenas estaban funcionando. Una exposición universal es una decisión de Estado en el que todo el mundo se involucra porque hay margen de beneficios. Hubo un fallo de cálculo que fue la aportación privada y el patrocinio y lo que antes era una bicoca para una empresa el patrocinar un evento de interés nacional, con nosotros se convertía en posibilidad de declararte simplemente un 10%. Y a todo ello se le unió la crisis económica.

–¿Cuál fue su mayor aportación al Doce?

–No le sabría decir. Recuerdo aquello como tener las manos atadas, incapaz de valerme por las armas que me habían dado. Puse mucho empeño en cohesionar porque era difícil. Hubo mucho diálogo social y el empeño de haber tratado de impulsar y conseguir acabar el castillo de San Sebastián pero no se pudo hacer. Llego hasta allí andando mucha veces, veo la puerta cerrada y me da mucha pena.

–Hemos avanzado mucho en el tema de las mujeres pero queda mucho por hacer.

–Hemos avanzado pero también podemos retroceder. Hoy he visto una noticia que se ha pedido el centro de Los Toruños para un evento feminista y se les ha denegado. La sombra de Vox está haciendo mucha mella. Negar que hay una violencia de género a estas alturas me parece increíble. La violencia doméstica, que es la violencia intrafamiliar, ya existe en el Código Penal. Está tipificada como violencia doméstica y no de género pero tiene la misma pena y el mismo tratamiento penal que la otra. Nadie puede negar que la mujer históricamente ha estado desterrada de lo público, sometida a una legislación que le impedía hasta la capacidad de obrar y eso ha sido hasta hace bien poco.

–¿Y en el tema de la violencia machista las mujeres cuentan con más herramientas para tener menos miedo que cuando usted iba a esos juicios de los que hablaba antes?

–Evidentemente sí pero fíjese cuántos asesinatos hay en los que aparece que no consta denuncias previas o incluso, entrando en el sistema y habiéndolo denunciado, se ve que tres día antes se presentó en Comisaría para denunciar a su marido por amenazas y no se pone en funcionamiento la máquina 

–¿Qué tipo de derecho es el que más le gustaba?

–Me encanta el derecho penal. Como curiosidad he de decir que el primer juicio con jurado que hubo en Cádiz lo hice yo.

–Usted también ha tenido responsabilidades públicas. ¿Es cierta la sensación que tienen muchos políticos de que uno llega muy buenas intenciones pero que acaba engullido por el sistema?

–En mi caso la transferencia de competencias alivia mucho. Antes tenía que pelear con una persona que no te entendía y que estaba en el ministerio. En la Junta  hubo muchas inversiones y llegamos a firmar a un acuerdo con Diputación para los terrenos contiguos al Fernando Portillo, se construyeron muchas sedes nuevas y había la sensación de que alguien me está escuchando. Yo era del gremio y conocía bien los problemas. El acuerdo de la Ciudad de la Justicia de Cádiz fue de los primeros que se hizo en Andalucía.

"Escribir siempre me ha encantado. De pequeña me veía siendo escritora cuando fuera mayor”

–¿Y cómo es posible que todavía no esté hecha dos décadas después?

–Pues se me viene a la cabeza lo de las presiones territoriales que son incontables en política. Cuando se hace el anuncio de que se va a intentar hacer una Ciudad de la Justicia en todas las ciudades, realmente hay una convicción de que se pueden soportar ocho ciudades de la justicia como mínimo. ¿Hay realmente esa convicción? Ya a partir de ahí se empieza una carrera de fondo para ver quién es el que tiene mas presión territorial para conseguir lo que se ha prometido.

–¿Tiene solución la justicia?

–La justicia necesitaría, por supuesto, más recursos porque eso es innegable y no sé si un poquito de mas permeabilidad social. ¿Cuál es la meritocracia de ser juez? Evidentemente unas oposiciones pero cuál es el perfil del que acede a la justicia. Necesitas un preparador, mucho tiempo, no todo el mundo se lo puede permitir pero, ¿queremos realmente que imparta justicia una persona que ha estado cuatro años encerrado en su casa? Yo creo que debería haber un poco más de mérito a la hora de decir quiénes son los jueces.

Uno de los problemas de la justicia es cómo se organiza. La reforma de la oficina judicial implicaba que los jueces estaban solo para imponer sentencias y que había unos gestores que eran los que planificaban las fechas de juicio, etcétera. Desde ese punto de vista era maravilloso y parecía que iba a ser suficiente pero lo que pasa es que el juez es el que señala o no. No digo que sea el problema de la justicia pero la reforma de la oficina judicial se debe hacer por una cuestión de eficiencia. Hubo una avalancha de juicios por las cláusulas suelo Eso se repartía pero se creó un juzgado para atender eso y como hay una avalancha puede tardar tres años en que te llegue el juicio y eso no puede ser justicia. Pasó también cuando se crearon los juzgados de lo mercantil que terminaron por saturarse y no deja de ser un sistema en el que hay traslados, ascensos, etcétera y hay algunos que se dejan cuando puedes ser magistrado y eso es a los dos años. Confío en que la reforma de la oficina judicial pudiera ser una solución y también en que hay que despolitizar el órgano de gobierno de los jueces.

–¿Cuando tiene conciencia de que es de izquierdas?

–Con 13 años. El otro día escuché algo del Showmancero, era una actuación en directo y estaban recopilando el mar de coplas y decían “cuando tú ves un cojito por la calle y te da pena”. De siempre una situación de injusticia me ha llamado la atención. Tuve en sexto, séptimo y octavo un profesor que fue Maximiliano de la Vega, el mejor profesor de mi vida, que había sido marista y era una persona que nos hablaba absolutamente de todo. Yo estaba en Cortadura, que había una especie de pensamiento único, y empecé a leer y me hizo que me encantara la historia.

–¿Y no le han tirado de nuevo los tejos para volver a la política?

–Para nada.

–¿Y no le ha picado el gusanillo?

–Tendría que ser algo que me mereciera mucho la pena para que me entrara el gusanillo.

"Me gusta mucho poner los ojos en los que son diferentes y se salen del camino que se nos ha trazado”

–¿Como es la vida ahora de María Luisa García Juárez?

–Muy feliz. Me he volcado mucho en la escritura, el teatro y el baile. La escritura me quita mucho tiempo porque intento aplicarme mucho en ello. El teatro me parece algo sensacional que he descubierto.

–Y ahora ha publicado un libro llamado Vicios de consentimiento. ¿Por qué ha focalizado ahora su actividad hacia la escritura?

–A mí siempre me ha encantado escribir y leer. Nunca he dejado de leer y me encanta. De hecho, yo siendo pequeña me imaginaba de mayor siendo escritora y ahora me he dado cuenta de todo lo que ha pasado con las enfermedades que nos pasamos la vida viviendo para trabajar. El trabajo nos absorbe más de lo que es preciso y es bueno tener tiempo para encontrarte a ti misma. La escritura es una manera de hacerlo pero sobre todo lo hago porque disfruto.

–¿Y qué trata de intentar contar con sus escritos?

–Todo ficción. Trato de huir de la autobiografía. Hago mucha ficción y sí me doy cuenta que tiendo mucho a hablar de las cosas que me preocupan, la violencia, la muerte, la desigualdad, la guerra. Encuentro que hay un vicio endémico en las formas de ejercer el poder, en la forma de estructurar las sociedades y es algo muy difícil de erradicar. Y luego me fijo mucho en lo que es diferente. Cómo nos trazan casi con linea recta y casi subrayada un camino que muchas veces es frustrante, imposible, y poner los ojos en los que no son así y no son los obedientes, me llama la atención.

–¿Cómo es María Luisa García Juárez como escritora?

–Un poco cañera.

–¿Y tiene referentes?

–Ahora estoy centrada en dos partes. Todos los autores del Este, todos los que tuvieron influencia soviética, sobre todo desde que se desmembró Yugoslavia y eso, lo mal que se pasó después de la Segunda Guerra Mundial y lo duro que tuvo que ser después de los años de guerra vivir dentro de bloque soviético y sometidos a él originó un desgarro que se vio en muchos autores y autoras. Y luego nunca deja de asombrarme cuántos años de ventaja nos llevan en América Latina. Allí hay unas voces que juegan con todo, que marcan estilo, que tienen un capacidad de expresarse que fluye. Nosotros tenemos un lenguaje que es  mucho mas encorsetado. Escuchas a los latinoamericanos hablar y tienen una gran capacidad para expresarse.

También me  gusta mucho Murakami. Abajo de leer uno de Cynthia Ozick que se llama ‘El Chal’ y es impactante. Y Camila Sosa Villada, que es una autora trans, también es muy buena.

–¿Ya está pensando en otro libro?

–Sí, en una novela. Escribir me aporta mucho porque también te enseña a conocerte.

–¿Y qué ha descubierto de usted misma?

–Por ejemplo mi incapacidad para separarme de la abogacía, que también soy mas libre de los prejuicios de los que realmente tengo, y que soy una persona con un espíritu colectivo.

–¿Somos muy derrotistas los gaditanos?

–No nos damos cuenta de lo que tenemos como ciudad y además no valoramos que nosotros estamos mucho mejor que otras ciudades de Andalucía. Que se lo digan a Almería, Jaén o Huelva. Estamos en una ciudad que generalmente ha tenido un peso en la política andaluza y estatal. Lo que sí es cierto es que Cádiz tiene que tener un modelo de ciudad porque no tiene terreno. Hay que tener un modelo y un proyecto y quizás tendríamos que dialogar mas para saber cuál es. El handicap del suelo es tremendo. Pero aquí no hay grandes bolsas de pobreza y  hay una cosa que me encanta que es que toda la sociedad está mezclada y no hay diferencias sociales y eso es una garantía de paz social. Es una de las ciudades con menos índice de criminalidad.

-¿Pero no es frustrante que van pasando los años y que seguimos esperando los mismos proyectos de siempre?

–Pero fíjese algo curioso. Hablando con un dirigente del Partido Popular que no es de Cádiz se preguntaban como se había podido conseguir la inversión para el segundo puente. Eso fuera de Cádiz pica y duele. Lo que se demostró cuando se pusieron los tres carriles en el Carranza se vio que no era necesario. Desde fuera Cádiz no se ve como nos vemos nosotros y ahí sí que somos derrotistas.

–Vive en los pisos Hollywood. Es quizás uno de los lugares con mejores vistas de Cádiz.

–La puesta de sol todos los días es un regalo porque ninguna es igual. Tengo el móvil lleno de ellas.

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