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Trofeo carranza

El levante se lleva las barbacoas

  • El fuerte viento desluce la última ocasión para encender el fuego de las parrillas en las playas gaditanas. La mayoría de personas se concentraron entre el módulo tres y cuatro.

La última y no más. Las barbacoas del Carranza que un día sirvieron para aspirar a colocar el nombre de Cádiz en el libro Guinness de los récords, ayer pusieron el punto y final a una historia de altibajos. Levantando la vista hacia la zona de playa acotada para las barbacoas entre el módulo 3 y 6, cualquiera llegaría a la misma conclusión: las fiestas del Carranza no han envejecido bien.

Con todo, los clásicos no faltaron. El Cádiz jugando la final de su trofeo, los transistores encendidos, el despistado de turno encendiendo la barbacoa con más desacierto que tino. Imágenes del ayer que pudieron verse en la noche del sábado. Un buen número de familias resistieron al levante y se aferraron a la tradición, tampoco faltaron los primerizos grupos de jóvenes que se echaron a la arena. Los mismos que aguantaron las miradas recelosas de los más sentimentales de la fiesta, aquellos que ayer tuvieron la noche más agridulce del año y focalizaron, desde el silencio, en ellos la ira. Pues sobre los más jóvenes pesa en la ciudad la leyenda negra de que ellos trajeron el alcohol que ha terminado por apagar las barbacoas para siempre.

En torno a las diez de la noche, el panorama fue similar al de las las últimas ocasiones. Si otros años la imaginación se detenía intentando adivinar el número de asistentes por lo alto, ayer más bien fue al contrario.

"Veníamos todos los años al Carranza desde que se instauró. Nunca hemos tenido problemas con los jóvenes del botellón y siempre hemos venido con nuestra barbacoa como manda la tradición", explicaba ayer a pie de playa, María Sánchez acompañada de familia y de amigos. Durante la noche de ayer, el Ayuntamiento prohibió el acceso a la playa con carbón y vidrios, algo que molestó a una parte de la ciudadanía que extrañó más información. "Hemos tenido que hacer una recompra sobre la marcha para evitar que nos quitaran las bebidas. Tenían que haber informado mejor sobre esto", se quejaba María Sánchez.

Mientras tanto, el levante azotaba a 35 kilómetros por hora y la estampa más repetida era la de las parrillas echando chispas y amenazando con una ventisca de cenizas. No fue fácil hacerse unas costillas ayer a pie de playa. No obstante, en esas estaban un grupo de bolivianos de Cochabamba afincados en Cádiz que se mostraron entregados a la tradición del Carranza e incluso afearon que se vaya a perder dicha festividad. Tras diez años en la ciudad, éstos aprovecharon la noche de las barbacoas para reunir a su familia boliviana de Madrid en busca de una agradable velada. "Estamos acostumbrados en nuestro país a hacer parrilladas y es una oportunidad única porque por trabajo no siempre se puede. Es una pena que para el año que viene no siga esta tradición", lamentaron.

Entre el público venido a menos en comparación con ediciones pasadas, se pudo contabilizar un buen número de personas provenientes de fuera de Cádiz. Por ejemplo, una treintena de personas de nacionalidad china procedente de Sevilla, destacaron sobre el resto por el campamento que montaron sobre la playa. No eran nuevos en esto, ta l como ellos mismos reconocieron. Con los años, se habían convertido con los años en fieles a las barbacoas y no dudaron en acudir a la última de todas.

Porque al final, se trataba de una especie de homenaje. Caminar entre la arena y observar alrededor, servía para llegar a la conclusión de que el objetivo de más de uno era acompañar a la fiesta hacia su definitivo final. No podía haber otro motivo. Ya que algunos se guarecían en las sombrillas como podían, usándolas como escudos contra el flagelo de la arena que el viente empujaba con mala intención.

Pero hay vecinos de Cádiz a los que les puede más el corazón y se niegan al adiós definitivo para reclamara un final más transitorio. "No nos puedes cortar a la gente de Cádiz las barbacoas, que estamos toda la vida acostumbrados a pasar un sábado del trofeo en la playa. Nosotros recogemos las cosas, no lo dejamos por medio. Aquí ha habido años que no se ha visto ni una triste humareda de barbacoa, y esa fama es la que ha hecho que pase esto. La gente de fuera que venga a sumarse a la tradición pero que limpie sus desechos", manifestó con indignación y nostalgia Manuel Parodi.

En la última de todas las barbacoas, fotos añejas recorrieron la memoria de los más románticos, que vieron ayer cómo la que un día fue la fiesta del verano agonizaba lentamente. Y mientras la misma estampa del pasado más reciente, turistas y ciudadanos abarrotando el Paseo Marítimo, como viendo caer desde lo alto el destino de las barbacoas del Carranza hacia el vacío de la inexistencia. Poco más les quedaba por hacer.

Aunque lo cierto es que, un año más, las barbacoas del Trofeo Carranza atrajeron público al Paseo, llenando terrazas y creando una onda expansiva de consumo por la zona. Además, también ayudó la presencia de los conciertos organizados por el Ayuntamiento este año para soportar el golpe medioambiental de los últimos fuegos en la arena. Al filo de las once de la noche, el grupo 'External Paradise' amenizaba el discurrir de los paseantes a la altura de la calle Brasil, en un intento de hacer con la música en directo más ameno el final de los finales. A las seis de la mañana, se apagó el fuego para siempre.

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