Cádiz

Una integración entre fogones

  • Faith Igbinosun llegó en patera en 2014 y se acaba de graduar en la Escuela de Hostelería

  • Ya trabaja de cocinera en La Taberna del Anteojo

Faith Igbinosun ayer en la Escuela de Hostelería durante la clausura del curso.

Faith Igbinosun ayer en la Escuela de Hostelería durante la clausura del curso. / jesús marín

La primera promoción de la Escuela de Hostelería desde que pasó a integrarse en el Servicio Andaluz de Empleo (SAE) ha vivido un ejemplo de superación fuera de lo común. El de Faith Igbinosun Olu, una nigeriana de 21 años que llegó por el Estrecho en patera en el año 2014. De la playa donde desembarcó a acabar el curso de dos años en la modalidad de Cocina ha pasado muchos malos momentos. Afortunadamente siempre se ha encontrado con gente buena. La de Cruz Roja que la atendió en Algeciras. O las monjitas del Rebaño de María en la calle Costa Rica de Cádiz, donde Faith llegó para labrarse un futuro.

Ayer aparecía por la Escuela para hacer un regalo al director, Faustino Valdés, que emocionó a todos. Lleva un tiempo trabajando en La Taberna del Anteojo después de acabar cocina y repostería. Para alcanzar este logro estuvo dos meses acudiendo día tras día para interesarse por los trámites a seguir. "Buscando información por internet con una monja que se llama hermana Asunción vimos que había reabierto la Escuela", relataba. Vino a España con la ilusión de ser cocinera. "Siempre tuve pasión y amor por la cocina. Y por la gastronomía de España", recalcó. Aseguraba estar "muy contenta en su actual empleo", al que ha llegado porque las monjas y los profesores le ayudaron "muchísimo". En su trabajo disfruta "viendo a las familias, a los niños, comiendo, y que les guste lo que cocino con amor". En Nigeria estampas como esta eran difíciles. "Allí hay que pagar por estudiar y yo no tenía dinero suficiente", explicaba. Ahora, "con mucha lucha" cree que va a conseguir vivir de esta profesión.

Faith debe casi todo lo que ha conseguido a las monjas del Rebaño de María

"Ayudamos a los alumnos como si fuésemos sus padres", aseguraba el director del centro. El caso de Faith "fue muy especial porque ella vino dos meses seguidos a esperar para entrar. Cuando abrimos el plazo, tenía un problema con la tarjeta de residencia que pudimos solventar. La inscribimos y se quedó de reserva, porque no tenía los puntos suficientes. Una vez que se dieron de baja algunos alumnos, pudo entrar", recordó. Según Faustino Valdés, Faith "ha tenido un gran aprovechamiento. Estamos muy contentos de verla trabajando. Irá evolucionando, porque le enseñamos que la formación es día a día".

Este centro de formación deja huella. Que se lo digan a Irene Piñeiro, que se ha tatuado en el antebrazo el logotipo de la Escuela. Acabó en mayo sus estudios de Sala y está trabajando en una cafetería de la capital. "Mi paso por la escuela ha sido una experiencia muy enriquecedora y de bastante aprendizaje. Gracias a los profesores, que conste", decía ayer. No tenía conocimientos previos. "Todo lo que sé lo aprendí aquí", apuntó. En el primer año de clases tuvo ya ofertas de trabajo, pero Irene estaba interesada en completar su formación. Ahora puede presumir de tener un contrato de larga duración.

Piñeiro animó a matricularse. "Vale la pena. La Escuela me ha aportado mucho a nivel personal y profesional. Me he encontrado con soltura en mi experiencia profesional porque he recibido una formación sobre la atención a sala con muchísimos detalles", concluyó.

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