Cádiz

El fótógrafo Morenatti y las consecuencias de la guerra

  • El fotógrafo jerezano, ganador de un Pulitzer, relata su experiencia en los conflictos, el último en Ucrania

  • “No son imágenes orquestadas, son momentos que han pasado tal cual”

Morenatti  durante la conferencia en la Fundación Cajasol.

Morenatti durante la conferencia en la Fundación Cajasol. / Miguel Gómez

Una mujer llora en uno de los miles de funerales en Ucrania durante la guerra. Emilio Morenatti recuerda la foto y se lamenta no tener el nombre de esta persona que puede “simbolizar el sufrimiento de todo un pueblo”. Y es que no es lo habitual. El fotógrafo jerezano, ganador de un premio Pulitzer por su trabajo durante la pandemia, conoce los nombres de las víctimas que han sido protagonistas de sus imágenes durante ese último conflicto que ha cubierto, sus historias, que ha seguido en su mayoría y que fue narrando ayer durante su conferencia en la Fundación Cajasol, que llenó totalmente la sala donde se celebraba.

Morenatti habló de una niña que perdió sus piernas cuando esperaba en una estación para huir con su madre y su hermano, de otro joven que sobrevivió haciéndose el muerto tras recibir disparos de una patrulla rusa que fusiló a su padre mientras repartían pan en Bucha, de un pequeño que estuvo una semana con el cadáver su madre al lado en un refugio, ... de muchos más, “Y no son imágenes orquestadas, son momentos que han pasado tal cual”, afirmaba el fotógrafo de AP (Associated Press) tras ver una instantánea con una mujer regando unos tallos que era lo único que quedaba de casa de su padre. “Y aunque algunos piensan que yo metí debajo de ese puente a toda esta gente”, bromeaba visionando el instante en que ucranianos se refugian de un bombardeo, aludiendo a los comentarios que a veces se encuentra en las redes sociales.

Lleno en la Fundación Cajasol para el acto con Emilio Morenatti. Lleno en la Fundación Cajasol para el acto con Emilio Morenatti.

Lleno en la Fundación Cajasol para el acto con Emilio Morenatti. / Miguel Gómez

Presentado por Pablo Juliá y Joaquín Hernández Kiki – “esto es el mundo al revés, que mis maestros sean mis teloneros”, apuntó–, el fotoperiodista hizo un repaso desde sus inicios y desde un punto clave para su futuro, que fue el conflicto de la isla de Perejil. El trabajo realizado publicado en los medios más importantes del país, y “el arriesgar para marcar la diferencia”, le valió la llamada de AP para contratarle, lo que le llevó después a Afganistán, Oriente Medio, Pakistán, a la Primavera Árabe en Egipto o, por último, Ucrania, con la intención de mostrar las consecuencias de la guerra. Allí pasó por barrios residenciales bombardeados, hospitales, despedidas en estaciones, cementerios,... “El frente no me interesa”, añadía en el turno de preguntas. “Me siento útil haciendo estas historias”, relataba el jerezano, que copó toda la atención del público con sus palabras y cómo no con sus fotografías, que fue mostrando a lo largo del acto.

El galardonado no se olvidó de recalcar las horas, los días, los meses de trabajo que conlleva el poder sacar esas imágenes que reflejan el sufrimiento de la gente en las guerras. “Los niños son sobre todo la parte más dolorosa de fotografiar, y los mayores también”, manifestaba el jerezano que lo fotografía todo, pero que tiene como uno de sus filtros para seleccionar, agregó, “el pensar que la deberían ver mis hijos”.

Él conoce en primera persona las consecuencias de una guerra, cuando se convirtió en víctima tras perder su pierna tras un ataque con minas en Afganistán cuando estaba empotrado con el ejército estadounidense. Fue otro momento clave de su vida, una etapa de reflexión dónde aprovechó para contar en un documental las historias de los soldados que compartían con él rehabilitación en el hospital de Estados Unidos.

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