Cádiz

La fortaleza de los reyes débiles

AChesterton le gustaba subrayar la paradoja de la fortaleza de los reyes débiles. Pasa lo mismo con Zapatero, que no es monarca pero sí presidente habituado a las mayorías relativas y sin embargo abandona el congreso federal impregnado de solidez y convencido de que su ideario, sumado a su presunto carisma, sumado a su posible talante, constituye un método casi imbatible de aproximación a la próxima victoria electoral.

Son sus mensajes fraternales los que allanan el camino de las alianzas allí donde sociológicamente es imposible no depender de alguien. Al componente estratégico podría sumarse la sinceridad del orador, quien probablemente confía en destruir con el tiempo y la cohabitación filosofías tan tenaces como el independentismo.

Zapatero disfrutará de sus vacaciones convencido del camino elegido. La mejor señal de su acierto es el arrepentimiento del PP, que ya no quiere gritar (tanto) sino aparecer ante el público como un ente simpático al que también se puede prestar una copia de las llaves. La confianza es un factor dinamizador que ha animado al PSOE a jugársela en el bacheado terreno de la ética, tan vigilada por los obispos, tan sometida a juicios extrapolíticos. Es posible que la Iglesia sustituya al PP como ariete más tenaz. Es posible que si el PP no encuentra el equilibrio entre la amabilidad y la firmeza tenga que pensar en rescatar el viejo modelo de la fiereza. Lo malo, o lo bueno, es que aquí todos aprenden con los años. Y Zapatero capta ya que los experimentos causan migraña si se apellidan ETA o financiación autonómica. A la banda ya sabe que no debe acercarse. Con la pasta ha decretado el silencio y remitido a los foros multilaterales que olvidó cuando Cataluña diseñó su Estatut y Andalucía la imitó con pulcritud de escribano. Ya es hora de reconocerle al presidente la inefable virtud de la supervivencia. Ningún error parece poder con él. Qué envidia, Mariano.

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