Perfiles. Eduardo Márquez Óptico

Una forma de vivir la vida con intensidad y sacar partido a todo

  • Hombre detallista, sutil y moderado, está adornado de las cualidades que definen a las buenas personas

SI prestamos atención a las diferentes actividades que desarrolla Eduardo Márquez, llegamos a la conclusión de que el denominador común de todas ellas es su exquisita sensibilidad, ese tacto delicado que con el que trata los diversos asuntos que constituyen el objeto de sus preocupaciones y la materia de sus quehaceres cotidianos. Creo que no exagero si afirmo que este hombre noble, delicado y amable es un artista. Fíjense, por favor, en su manera pausada de andar, en su modo cadencioso de hablar y en su forma penetrante de mirar. En nuestra opinión, el rasgo que caracteriza su peculiar manera de afrontar las distintas cuestiones relacionadas con su vida familiar, con su actividad profesional y con sus proyectos culturales es esa forma discreta, atenta y elegante con la que define sus objetivos, calibra sus recursos y resuelve los problemas. Ahí reside, a mi juicio, la clave de las otras cualidades que en él reconocen sus familiares, sus amigos y sus clientes: su discreción, su generosidad y su paciencia. Podemos afirmar que Eduardo, hombre detallista, sutil y moderado, está adornado de las cualidades que definen a las buenas personas.

A mí me llama la atención, sobre todo, la manera tan natural y tan eficaz, con la que conjuga su entrega a la familia, la dedicación a su trabajo y la atención a las actividades lúdicas. Me sorprende esa forma tan decidida de vivir su vida con intensidad, dispuesto siempre a aprovechar todas las oportunidades que se le presenten y a sacar partido a todas posibilidades que le brinden los nuevos tiempos. Las únicas barreras que él acepta son las que fijan su personal sentido de la honradez y su inquebrantable lealtad a sus familiares y a sus amigos.

Eduardo está plenamente convencido de que la edad provecta, cuando se alcanza tras recorrer las sendas de la reflexión, del trabajo y de la moderación, es la suma armoniosa de las anteriores experiencias enriquecedoras y el resumen equilibrado de las sucesivas fases cronológicas que la preceden. Por eso, aunque es consciente de que, hoy, el tiempo vuela con la velocidad de los reactores ultrarrápidos, y a pesar de que posee la serenidad de la madurez, mantiene intactas todas las aspiraciones que él alentó desde que adquirió el uso de la razón: aún conserva la cándida ingenuidad de la infancia, el entusiasmo de la juventud y el vigor de la edad adulta.

No es extraño, por lo tanto, que, desde pequeño, uniera su afición, su estudio y su pasión al conocimiento del Arte Flamenco, ese fenómeno cultural que, en últimos tiempos, ha alcanzado un elevado prestigio en los ambientes artísticos y literarios. Es cierto que, a lo largo de su dilatada vida, ha acumulado una amplia y detallada información sobre cantes, cantaores, bailaores y tocaores, pero lo más sorprendente, a mi juicio, es el interés con el que estudia las raíces culturales de esta manifestación tan original, genuina y totalizante que interpreta los misterios más pro­fundos del alma humana. Por eso, quizás, sabe escuchar e identificar con tanta precisión los orígenes de los mensajes, de los clamores quejumbrosos y de los ecos esperanzados de los diferentes palos.

Los gestos respetuosos y los silencios elocuentes de este hombre sobrio, conciliador y trabajador, nos explican que la sencillez es el mejor ropaje de la verdad.

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