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Cádiz

La familia del 12

  • 2012 será recordado como el año de los recortes, el año en el que se retrocedió años en todo lo que habíamos avanzado durante la época de las vacas flacas y de los derroches. Recordamos estos meses en la provincia a través de una ficción repleta de realidades

Uvas, campanas (tolón tolón), feliz año, cava (chof) -pese al empeño del abuelo en hacer boicot a los catalanes, esos independentistas-, besos, muchos besos. Los mismos personajes que hace 365 días, cuando la alcaldesa de Cádiz dijo que entrábamos en el año más deseado, el Doce. Pschh... El mismo salón, el mismo árbol de Navidad con las bolas granates y doradas con el esmalte saltado y se diría que las guirnaldas situadas en los mismos lugares. Los miembros de la familia en idénticas posiciones, como si tras este año infame, "el año más deseado", los personajes hubieran recuperado su posición para salir de la escena en la que les tenía atrapados el ángel exterminador. Qué gran ejercicio de tenebroso surrealismo el Doce.

PACO

Todo está igual, pero Paco, 53 años, trabajador industrial especializado, brinda con cava de marca blanca sabiendo que se ha producido un cambio sustancial. Hace doce meses era una persona: ahora es un número. Está dentro de una estadística, la de los 23.000 más. Es uno de los 208.000 parados de la provincia más parada de Europa. Hace doce meses, cuando era persona y no número, él no pertenecía a los 185.202 números de entonces. Paco hacía cuentas. 2011 había cerrado con diez mil parados más que 2010 y nos llevábamos las manos a la cabeza.  2012 cerraba con 23.000 más. ¿Qué coño había pasado? Ahora los números han cambiado. Ahora hay muchos más números.

Tomó conciencia de número cuando cogió el turno en la oficina de empleo. Nunca había estado en una. Fue entonces y no cuando firmó la triste indemnización de 20 días por año trabajado con un tope de doce meses que otorgaba la reforma laboral. El Suceso se produjo ante un tipo frío y pulcramente trajeado al que no conocía de nada y que le deseó suerte. Paco no dijo nada. Sabía que a ese tipo le daba igual si tenía o no tenía suerte. Había empezado a trabajar con 16 años, hace casi cuarenta y, a lo tonto, casi cuarenta años generan una rutina. Por eso se preguntó qué era lo que hacía un parado. Siguió callado, pasó horas sin hablar. Shock.

El despertador sonaba como había sonado siempre a las seis y media de la mañana. Elena, su mujer, como cada mañana, se iba a trabajar al hospital de Jerez y él hacía como que se iba al tajo  y se iba a pasear por la playa. Descubrió que a esa hora había decenas de hombres como él, caminando por la arena con la cabeza hundida entre los hombros, sosteniendo que estaban trabajando, negándose que habían sido despedidos.

Por la noche, compartiendo el momento íntimo de despellejar una lechuga, Elena le preguntaba que cómo había ido el día y él contestaba que bien, todo bien, ya sabes, los problemas de la empresa. Ella le contaba sus trayectos: que los de Navantia habían cortado el puente pidiendo carga de trabajo; que los ex de Delphi habían tomado la antigua sede, que era como un mausoleo. Declaraba López Gil, el nuevo delegado de la Junta, un chaval joven de San Fernando, según decían en la radio, que lo mismo venían unos chinos para hacerse con la planta, siempre y cuando los sueldos y el horario laboral fueran más chinos que españoles. Españoles de los de antes, se entiende, cuando el mileurismo era un lamento. Y, Paco, que si no sabes que hay en El Puerto problemas en Visteon, en Gadir Solar. Hasta los de Alestis, la gran esperanza del empleo de la aeronáutica, tiraban petardos por la avenida porque Airbús los dejaba tirados.  Todo eso se podía ver conduciendo por las magníficas carreteras salpicadas de neumáticos en llamas. Además, la inversión de Zahav Motor en Jerez, que iba a contratar a 660 trabajadores, quizá te interesa, al final sólo va a contratar a 60. Hay algo raro ahí. Ya, ya.

Sus hijos, Paquito y Merche, le decían que le veían cansado y él les contaba que con el miedo que tenía al nido vacío ahora tenía un nido superpoblado. Que por eso estaba muy contento.

En la oficina del paro vio que había gente que se conocía, que había hecho amistad, los números se juntan con los números. Se contaban lo que a él, al principio, le parecían sus nadas. Mataban el tiempo, reconocían, intercambiándose en facebook el asco de vida. Al principio, le relataban, quedaban con antiguos compañeros, los que aún tenían trabajo, que les hablaban de las anécdotas del día como si ellos siguieran formando parte de esos días, por lo que no volvían. Ahora los días morían en el bar ante la transmisión del partido de fútbol que tocara, que siempre tocaba uno.

No le extrañó, por tanto, la historia que circulaba de un miembro de la camarilla de la oficina del paro que vivía en el barrio de La Viña, con tres niños, y que había perdido su empleo  en un supermercado. Una mañana les  anunció que le había salido un trabajo bueno, dinero fácil. En cuanto cobrara convidaba a todos.  48 horas después salieron sus iniciales en la prensa. Era uno de los dos detenidos en una redada de narcotraficantes. Posteriormente, los de la camarilla comentaron en facebook  que el amigo, el de las iniciales, había cogido 2.000 kilos de hachís que habían depositado en el Campo del Sur unos contrabandistas y  él tenía el encargo de trasladar los fardos a un garaje cercano y meterlos en una furgoneta. El colega era tan novato en el negocio que montó con el otro tipo que se habían buscado un escándalo enorme en el garaje porque les faltaba un fardo. En su trabajo en el supermercado siempre era meticuloso, no podía faltar ni una lata de atún. Un vecino protestó aquella madrugada por el ruido que había abajo. Y entonces se produjo la redada de la red de 'narcotraficantes' en la que cayeron los pringaos de la furgoneta.

La fiscal antidroga hizo unas declaraciones a la prensa en las que reconocía que se ponía muchas veces una coraza para acusar aplicando la ley y no ver lo que había detrás de cada delito. Que era: a) dinero fácil; b) miseria, desolación, desesperación.

La otra gran historia que circulaba en la camrilla era un poco más confidencial porque nadie conocía en realidad quién había robado los 300 kilos de de cocaína del depósito de Subdelegación, a cien metros de la comisaría provincial. Los parados se hacían un guiño como de quién va a ser: "La policía no es tonta, aquí hay colillas, aquí han fumado". Pero Paco no etendía sus chistes privados, quizá porque no tenía facebook.

Tras escucharles, Paco decidió entrar en el ordenador de su mujer y hacerse un perfil en la red social de la que, cuando tenía trabajo, tanto se había mofado. Puso una foto amarillenta, escaneada, que encontró en una carpeta. Se le veía exhibiendo una enorme corvina con una sonrisa de oreja a oreja ante la admiración de un Paquito niño. Cuando Paquito le admiraba. A continuación, pidió amistad a su mujer a través de la misma terminal y ella se enteró de que lo habían despedido cuando le aceptó como amigo en facebook. Lloraron juntos. Ella dijo no pasa nada, soy funcionaria, como una broma tonta.

A los pocos días de ser un parado, un número, recibió una llamada del banco, de un tipo amable al que no conocía porque su banquero habitual había sido prejubilado. No es lo mismo. Un prejubilado no es un número; un parado, sí. Hay una diferencia. En fin, que lo de su banquero no era tan raro: han cerrado 120 oficinas bancarias en la provincia desde que empezó esto que, al principio, Paco observó con curiosidad en esa escena tan peculiar de oficinistas con zapatos de Gucci sacando en cajas sus pertenencias del rascacielos de Lehman Brothers. No pensó que fuera a ir con él. Al parecer, sí iba con él, qué cosas.

La nueva voz del banco, mucho más joven y, seguramente, más precaria, le explicó que con su indemnización de 20 días por año trabajado se podían hacer muchas cosas en el mercado secundario y convertir, por tanto, esa triste indemnización en una rentable inversión. Paco ni se lo podía creer. Se despachó a gusto con el empleado de banca. Le contó que su suegro era uno de los muchos jubilados víctimas de las preferentes. Que él mismo había tenido que ir al banco a escuchar cómo los ahorros de su suegro se habían transformado en filfa, que del dinero invertido había desaparecido el 60% y que el resto no era dinero, sino acciones del propio banco, papelotes que estaban despeñándose en el mercado de papelotes, la Bolsa. Eso es lo que habían hecho con los ahorros de su suegro. 12.000 millones de euros, le gritó al empleado de banca, 12.000 millones han desaparecido. ¿Cómo le llama usted a eso?.  ¿Dónde están? Son ahorros de pequeñas economías trasvasados a las carteras de la gran economía especulativa. ¿Todavía no han aprendido nada? ¿Sabe que el recorte en Sanidad y Educación es de 10.000 millones y ustedes han birlado 12.000 millones? El empleado de banca balbuceó y creyó escuchar Paco a través de la línea telefónica  algo así como "estoy hasta las narices de este maldito trabajo, dígaselo usted a un jefazo, a mí qué me cuenta, yo sólo me gano la vida".

¡10.000 millones! La prensa hizo un cálculo y resultó que cerca de 300 millones en recortes correspondían a la provincia. Retira 300 millones de la provincia con más paro de Europa y a ver qué te queda. Luego vino lo otro, lo de quitar la paga de Navidad a su mujer, con lo que tú dirás qué cava se están bebiendo ahora: cabezón y que pasa por el esófago como un cuchillo. En eso han acabado los recortes: cava barato,gambas arroceras congeladas, jamón  envasado  y unos pollos cocinados con primor. ¿Se va a quejar él? No puede. Cruz Roja había repartido cerca de 4 millones de kilos de comida entre los más necesitados, el banco de alimentos no da abasto. En su memoria, la organización daba cuenta de que atendía a 11.400 personas en la provincia, pero que no tenían medios para llegar a 4.800 más que los necesitaban. En total, ante la sorpresa de Paco, Cruz Roja cifraba en 60.400 familias de la provincia aquellas en las que nadie trabajaba. José Antonio Bastos, presidente de Médicos sin Fronteras, visitó Cádiz, como tantos, y reconoció que su organización humanitaria, presente en el Tercer Mundo, no descarta intervenir en España. Un informe de la Unicef advertía de que 2.200.000 niños viven en nuestro país por debajo del umbral de la pobreza.

Todo es un puto espectáculo. El sindicato jornalero entró en verano en unos supermercados y llenó carros de comida para pasarlos por caja sin cobrar. Gran serpiente veraniega. Sánchez Gordillo, el histórico dirigente, hablaba en todas las cadenas televisivas con su foulard palestino y fue la estrella mediática de agosto. En una de las miles de entrevistas que le hicieron dijo que no se sentía como Gandhi, vaya. Qué mundo. Y Paco veía esa foto en el periódico de los carros en fila junto al comedor de caridad y ese titular que le impactó: Cádiz ya es Grecia. 400 familias, que son muchas familias si se multiplica cada unidad por cuatro cabezas, dependían en la ciudad de las ayudas sociales para sobrevivir.

Aún no entiende cómo pudo estar tan ciego. Es cierto que las soflamas sindicales de hace sólo un par de años, cuando Zapatero lo empezó todo, le parecían artificiales. Estaba afiliado al sindicato, pero no tenía ninguna simpatía por los sindicalistas profesionales que no parecían tener un comportamiento muy diferente  al de los políticos con los que se conchababan. Al fin y al cabo, todo el dinero que cobraban unos y otros salía de la misma olla. Casi todos los compañeros de la empresa pensaban lo mismo de ellos. Por eso, cuando los sindicatos llamaron a la movilización, él no se movilizó. Ahora se siente como  el personaje de Brecht, hasta que llegaron por mí...

Quizá sea tarde, pero ahora ve una  pancarta, y la ve casi todos los días, y se pone detrás de ella. También porque no tiene otra cosa que hacer y también porque todos los días hay una distinta. Lo ha convertido en rutina, en parte de sus tristezas que arrancan el lunes con la manifestación que toque, que continúan con las clases de inglés y alemán a las que se ha apuntado no sabe para qué y acaban el domingo en el Carranza, tan bonito y tan grandioso con su nueva remodelación, llevándose un disgusto con el Cádiz, en caída libre, como el austriaco que se tiró desde la estratosfera, pero en un escenario acristalado. El Cádiz, ese que Paco vio en sus tiempos gloriosos con Mágico y con Kiko, como aparecía en ese documental que abría Alcances, tenía algo de lo que nos estaba sucediendo. En puestos de descenso directo pero viviendo en un palacio.

PAQUITO

En un palacio vivían los okupas de La Higuera, que habían tomado un inmueble abandonado del siglo XVII en pleno centro de Cádiz. Paquito jaleó la iniciativa.

De toda la familia, quizá el que más le sorprende a Paco es Paquito, su hijo mayor. Se ha operado una transformación sólo similar a la suya de persona en número. Paquito acaba de cumplir 26. Nunca fue un buen estudiante, pero era mañoso. A los dieciséis años, ya hace diez años, dios mío, anunció en casa que no haría el bachillerato, que no servía para eso. Saltó de  chapuzas en chapuzas y, a los 19 años, se fue a la Costa del Sol a montarse en los andamios.

Elena se agarró un buen disgusto, pero Paco le animó, le recordó a Elena que él había empezado a trabajar a esa misma edad. Deja que el chico se haga su propia vida, razonaba. Con 21 años Paquito tenía muchas cosas: un Megane, una hipoteca interestelar y una chica muy delgada decorada con tatuajes que se manifestaba como vegetariana y taoísta. Paquito era un consumidor compulsivo que hablaba del karma. Con 23 años se quedó en el paro y la chica taoísta le abandonó. Fue al banco a entregar el piso, argumentó que ya  no lo quería, que le recordaba a una chica taoísta. Le dijo al hombre  que le firmó la hipoteca que, además, no podía pagarlo y el banco le dijo que muy bien, que no era asunto de ellos su problema con la chica taoísta, pero que la cuota de la hipoteca seguiría llegando puntualmente a su cuenta corriente. Que lo vendiera si quería. ¿Ustedes no lo quieren? No, ya tenemos muchos, le contestó el empleado. Era verdad: en la ventanilla de la caja había un cartel que anunciaba pisos del banco a buen precio.

Intentó venderlo al precio que lo compró y todavía se escuchan las carcajadas del empleado de la inmobiliaria. Decidió bajar el precio y cuando fue a ver al chico de la inmobiliaria que se reía, a contárselo para darle una alegría, ya no existía la inmobiliaria. 55.000 agencias inmobiliarias, casi un 70% del sector, ha echado el cierre en dos años. Paquito buscó nuevas fórmulas, puso el anuncio en un portal de Internet y cada mes le bajaba más el precio hasta que lo puso a la mitad de lo que le restaba de hipoteca, que era prácticamente todo lo que había pedido porque amortizaba poco más del 5% de la cuota y dentro de la hipoteca había un pico extra del precio del piso para amueblarlo. Se lo recomendó por entonces el propio banco, que, de este modo, le había prestado el 115% de lo que valía el piso.

Al ver que no había recibido ninguna visita virtual a su piso, que se iba a comer el piso, ya no volvió a mirar más el portal. Portal, piso, hipoteca eran las palabras que más pronunciaba Paquito a lo largo del día. Fue entonces cuando Paco y su mujer, que ya tenían pagada su casa, comprada cuando las casas tenían precios a escala humana, se hicieron cargo de la hipoteca, del piso y del portal y Paquito volvió con ellos. Volvió al nido. El matrimonio sacaba rendimiento al pisito de Paquito alquilándolo en negro a estudiantes. Dinero en mano. Del pisito se acordaba Paco siempre que en  alguna reunión repetía esa frase de yo no he provocado esta crisis, he sido siempre un trabajador que ha pagado sus impuestos.

Le tranquilizaba que arquitectos, promotores y testaferros estaban implicados en una macroredada de la Guardia Civil por construir en suelos no urbanizables en Chiclana, lo que, por otra parte, ha sido el deporte rey en Chiclana, con 25.000 casas ilegales y un partido en el Ayuntamiento sostenido exclusivamente por los habitantes de las casas ilegales y con el que el PP pactó por la estabilidad del municipio. El PP entregó la gestión de Urbanismo a esta asociación vecinal, que, pensaba Paco, era como poner al lobo a cuidar las ovejas, pero lo mismo se equivocaba si de lo que se trataba era de la estabilidad del municipio.En fin, que dentro de la escala de tramposillos Paco, con el pisito de Paquito, estaba en un escalafón muy bajo.

Los primeros meses de Paquito en casa fueron insufribles. Se sumergió en el ordenador de su cuarto, horas y horas desfogándose con un juego en el que mataba dragones y construía mazmorras. Decía que prefería ese mundo virtual al real. Pero el 15 de mayo de 2011 algo le sacó de su letargo. Vio la Puerta del Sol de Madrid repleta de gente y se emocionó. Cogió su tienda Quechua y se largó a dormir al Palillero. Conoció a gente, creyó que podía cambiar el mundo y en septiembre se matriculó en el instituto para terminar el bachillerato. Estudiaría filosofía porque era una carrera sin salidas. El siguiente paso fue tomar un palacio abandonado, Valcárcel. Paquito estaba entusiasmado. Anunció a su padres que había montado un taller de malabarismo. ¿Malabarismo? Sí, hacer malabares, como en el circo. E hizo una demostración en casa ante toda la familia con unas mazas que dejó asombrado al abuelo Ambrosio. Vuelan, dijo Ambrosio, que había recuperado la capacidad de asombrase al tiempo que perdía la cabeza.

Paquito fue uno de los desalojados por la policía en enero. Fue sacado por los pies mientras él intentaba hacer malabares desde el suelo con sus mazas. Unos operarios que ese día habían encontrado faena eran llamados para tapiar los accesos. Paco se sintió orgulloso de su hijo. Había sido desalojado de un lugar inservible y fantasmal, un viejo hospicio, que Paquito y sus amigos habían convertido en un punto de encuentro. La denuncia del propietario, tan fantasmal como el edificio, había sido capaz de poner en marcha a una dotación policial con sus cascos, botas y porras. Fascinante. Ahí estaba, doce meses después, el lugar tapiado, pero, al fin y al cabo, Paquito y sus amigos eran okupas de un lugar histórico que se caía a pedazos, como se demostró al final de año cuando lo poco que quedaba habitado, la parte trasera, la Escuela de Hostelería, fue cerrada por razones de seguridad. Paco, que había comido allí muy bien alguna vez con los platos que preparaban los alumnos, recordaba las palabras que había pronunciado el presidente de Ecuador, Rafael Correa, en la Cumbre de Cádiz: "España es un país muy raro. Gente sin casas y casas sin gente". Si le llegan a contar a Correa lo de Valcárcel, se cae de espaldas. Sólo en el centro de Cádiz se detectaron a principios de año 122 fincas vacías y 27 solares abandonados por una asociación vecinal. Sin embargo, los albergues registraban la mayor ocupación nunca conocida, hasta el punto de que no quedaban camas libres, como en los grandes hoteles. Sí, este era un país muy raro. Valcárcel era un ejemplo. ¿Dónde aprendería ahora la gente a hacer malabarismos con las mazas?

Luego hubo una deriva. Paquito y sus amigos entraron en la facultad de Filosofía, que era lo que él quería estudiar, y reventaron un acto que formaba parte del ciclo diálogos sobre la libertad, o algo así, y en el que el juez Marlasca, un valiente luchador contra el terrorismo y a favor de los derechos de los homosexuales, hablaba de la Constitución de Cádiz y la libertad y bla bla bla. Aquello acabó otra vez a tortas con la poli, mientras Sara Baras estrenaba con enorme éxito esa misma noche en el Falla un baile sobre la Pepa, la Constitución de Cádiz, la libertad y bla bla bla.

Paquito dobló su tienda Quechua mientras llovía sobre la erizada y nevaba sobre Grazalema, volvió a casa, se serenó matando algunos dragones en la pantalla del ordenador y encontró una nueva causa en un grupo que había decidido parar la sangría de desahucios. En el fondo, Paquito se sentía permanentemente como luchando contra los dragones. Paquito paró algún desahucio y fracasó en todos los demás. 1.053 se habían solicitado en la provincia en los juzgados en los seis primeros meses del año, el triple que el año anterior. Hasta que llegaron los suicidios, en Granada, en Baracaldo, como en Grecia, y la cosa se puso seria. Ya hablábamos de muertos. El Gobierno se hizo humano y los bancos, una vez más los bancos, dijeron claro claro, cómo va a ser esto. También, aunque no lo parezca, somos humanos. Y se inventaron una norma para desahuciar más tarde.

No más suicidios, por favor, no dan buena imagen al país porque una de las apuestas del nuevo Gobierno se llamó Marca España. A Marca España le pusieron una oficina y el New York Times sacó un reportaje fotográfico de gente buceando en contenedores de basura, como tantas veces había visto Paco en Cádiz, y la oficina Marca España se resintió un poco, pese a que la selección ganó la Eurocopa a Italia, cerrando un círculo porque en el primer partido del torneo, también contra Italia, la foto no fue la celebración del gol del empate, sino la de Rajoy, desaforado, celebrando el gol el mismo día en que nos habían soltado una  milonga sobre cómo íbamos a salvar a nuestros bancos, los de las preferentes, que pensábamos que eran solventes y estaban controlados. Pues no, resulta que íbamos a pedir un dineral a Europa, la de la Eurocopa, en lo que se llamaría rescate bancario y  ale, al fútbol. Marca España.

A las horas muertas de parado quiso Paco darles vida convirtiéndose en lector. Paquito le recomendó una novela que era la sensación del año. Estaba escrita por un  profesor de Literatura de un instituto de Sanlúcar que había estudiado Periodismo. Se llamaba Pablo Gutiérrez y su novela, Democracia.  Trataba de un diseñador que se quedaba parado el mismo día que saltaba en pedazos Lehman Brothers y terminaba el 15-M. Con el libro echó Paco unas cuantas risas, entendió muchas cosas y esas cosas le deprimieron aún más. Después, Elena, su mujer, le ofreció como lectura las memorias de Caballero Bonald, al que le habían dado al fin el Premio Cervantes. Su relato de una sociedad de gabardinas grises le hizo pensar a Paco si el retroceso vertiginoso nos devolvería al lugar que relataba Bonald.

MERCHE

Merche,  al contrario que Paquito, siempre fue una buena estudiante y entró con brillantez a estudiar Ingeniería en un edificio que era una ruina. Pasó los primeros años pensando que, al menos, acabaría la carrera en las nuevas instalaciones, pero estaba acabando la carrera manifestándose   para  tener su propio edificio, ya que en el último curso se habían tenido que repartir en seis edificios distintos, como de prestado. Con ellos estuvo un día el rector, González Mazo, que encabezaba las voces contra los recortes del Gobierno a las universidades, el incremento de las tasas que iba a sacar a muchos jóvenes de la educación superior. La mejor amiga de Merche, Marisa, que estaba en un proyecto de biotecnología al que hacía meses que no le llegaba el dinero  que se le había consignado,  ya había hecho las maletas  y  se encontraba en Bulgaria  cobrando por lo que nadie le pagaba en  España.

Como primera medida ante la asfixia, la UCA no renovó el contrato a 37 profesores. 37 números sobradamente preparados para acompañar a Paco en sus paseos por la playa.

Pero Merche no paraba. No se iba a quedar de brazos cruzados. Podía ser que le quedara alguna asignatura para el próximo año y o se movía o no habría dinero para  terminar. El precio de cada matrícula podía duplicarse y perder la beca. Fue aceptada en una oficina de azafatas  para  el Bicentenario. Vivió desde dentro lo que  sucedió en Cádiz en su año emblemático. Vio muchas veces al Príncipe y al Rey y a Rajoy. Escuchó muchísimas veces el discurso de muchísimos conferenciantes que hablaban de Cádiz como referente de la democracia, pero no de la que hablaba Pablo Gutiérrez, y encontró palabras taumatúrgicas en aquel texto que cumplía 200 años y del que todos destacaban que el objetivo de todo buen gobierno era lograr la felicidad de la gente. Paco se sonreía cruzándose con sus iguales, los números, en sus paseos por la playa, recordando ese pasaje. Hubo una gran regata entre contenedores llenos de basuras, una fiesta con Carlinhos Brown en la que la ciudad enloqueció bailando samba por la avenida y un desfile de cristos que abarrotó la plaza de San Antonio.

El primero de los dos grandes momentos de la efeméride fue el 19 de  marzo, en el que estuvieron presentes todas las instituciones del Estado, como reseñaron las crónicas con solemnidad. Las instituciones, maltrechas, todavía no se habían inmolado. Felipe González, en una de sus visitas a Cádiz, había admitido que "toda la institucionalidad está en crisis". Y luego vinieron los fines de semana caribeños de Carlos Dívar, el presidente del Supremo, y el viaje a Botswana del Rey  a matar elefantes. Para colmo, el travieso de Froilán, el hijo de Urdangarín se pegó un tiro en el pie. Toda una metáfora. Paco observaba esa avalancha de excéntricas noticias con perplejidad. Aunque, pensaba, si uno viene de un mundo marciano la palma se la lleva la ministra de Empleo, lo que él no tenía, nombrando a la Virgen del Rocío embajadora de la recuperación económica.

El otro gran momento de Merche como azafata fue la Cumbre Iberoamericana. Menudo pollo en la ciudad. Merche estuvo con el equipo de Televisión Española y observó que Ana Blanco no se parecía en nada a como salía en pantalla. Asistió a algunas conversaciones. La brasileña, Dilma Rousseff, era la dirigente más codiciada. Todo el mundo quería contratos con el Brasil olímpico y futbolístico. A Merche, escuchando la autoridad con la que hablaban los brasileños,  le pareció que ese país estaba inflando una burbuja que le recordaba a algo. Pero lo que más le impresionó fue el militar en posición de firmes que seguía a Evo Morales, el de Bolivia, con una cartera negra que parecía que tuviera en su interior el botón nuclear o algo así. Gran éxito. Cádiz y sus encantos saliendo en todas partes.

ELENA

Jerez también salía en todas partes. Elena llegó un día del hospital con los ojos de agua. Ya no era que la ciudad donde ella había nacido rebosara basura por la huelga  de los trabajadores de la concesionaria, que según entraras te diera una bofetada de hedor, que las ratas salieran de las alcantarillas a aprovisionarse del ferstín, que los vecinos quemaran los contenedores. Era la tristeza. La huelga ésta no era la primera. Cada dos por tres estaban los conductores de autobuses en paro o las limpiadoras de los colegios, al punto que los niños no podían acudir a las clases. Y a principios de verano la mayor plantilla de la ciudad, la del Ayuntamiento, había vivido un ataque de pánico colectivo a la espera de saber qué nombres se encontraban dentro del mayor ERE municipal del país. Por supuesto, se les adeudaban nóminas, como a los trabajadores municipales de La Línea, de Los Barrios, de Barbate, de tantos otros sitios. Sí, todo eso había pasado en la ciudad en la que trabajaba y en la que había nacido.

Pero el motivo de que llegara a casa con los ojos de agua era la portada de un periódico nacional en la que se leía en grandes columnas: Jerez, ciudad fallida. Jerez parecía haberse convertido en el laboratorio  de una quiebra  pública que era a la que parecía, en esos momentos  en los que los mercados acosaban la economía nacional para derribarla, encaminarse el país. Durante los días siguientes  periodistas de  todo el mundo escribieron sobre Jerez, emblema del derroche, de la desmesura política. Por eso, tampoco a nadie le extrañó cuando un buen día un chino detuvo su cochazo delante del parque de bomberos de la ciudad, amenazado con ser expulsado del Consorcio. Había pancartas en las que se leía Se Vende, por lo que el chino preguntó que cuánto costaba comprar un parque de bomberos.

Paco intentaba no agobiar a Elena con sus días vacíos. Bastante tenía ella con lo suyo. En Urgencias vivía lo que suponía ser el parachoques  de un sistema que amenazaba con colapsarse. Ella se consolaba diciéndose que estaban mejor que en Madrid, donde los facultativos estuvieron cinco semanas de huelga intentado evitar la privatización. Fracasaron.

Los recortes eran afilados. Empezó el año convirtiéndose en enfermera insumisa contra  la medida del Gobierno que sacaba de la sanidad pública universal a los inmigrantes  sin papeles, unos 3.000 en la provincia. Era extraño el flujo. Muchos de estos inmigrantes abandonaban una España sin horizonte, pero el tráfico de pateras cruzando el Estrecho era el más alto en una década. Volvieron los naufragios.

Elena se multiplicaba en Urgencias. Habaía más usuarios que nunca. La causa estaba en el cierre de plantas y camas, que desde hacía un año el SAS disfrazaba ante los medios, el aumento de las listas de espera  quirúrgicas  y las demoras de atención en los centros de salud. En el Puerta del Mar y en el hospital de Jerez se habían cancelado en torno a treinta operaciones al mes por los recortes, según denunciaba el Sindicato Médico. Al final, 32.333 pacientes más que en el año anterior habían pasado por los servicios de urgencias en toda España. El SAS no provincializó los datos, pero las estimaciones sindicales hablaban de un incremento no inferior a un 5%, que  puede no parecer mucho, pero sí lo es cuando una plantilla desmotivada se encontraba sin refuerzos  porque en septiembre  los hospitales ya habían agotado el presupuesto de todo el año por lo que no se realizaban contrataciones. El cálculo era que se iban a perder en el sector 2.500 empleos. En Inglaterra, en Alemania, en Rumanía, incluso, les esperaban con los brazos abiertos. Allí irían 2.500 sanitarios gaditanos formados aquí, pero sin sitio en el lugar en el que se formaron.

A Elena le contaban sus compañeros de oncología su agotamiento por carga de trabajo, un trabajo que consiste en convivir con el bicho, como ellos lo llaman, modelar esperanzas y llevarse muchas desperanzas. Tienen números en Andalucía. En 2012 se diagnosticaron 32.000 casos de cáncer,  481 por cada cien mil hombres; 379 por cada 100.000 mujeres. El cáncer convive con nosotros, no conoce recortes. Pues bien, desde 2007 no se cubren las jubilaciones, por lo que los médicos de Oncología tocan a más esperanza y más desesperanza por cabeza.

Quizá por un poco de vergüenza torera Salud quitó 71  altos cargos, de esos que  estaban vistos por el personal sanitario más como un estorbo que como una ayuda. La Junta ahorró  con esa reducción cinco millones de euros, así que uno se podía figurar los sueldos de los altos cargos, que no debían ser tan necesarios cuando se podía prescindir de ellos y nadie derramó una lágrima por su salida de los hospitales.

Con todo esto en lo alto,  hablar del nuevo hospital para Cádiz como referente de la Bahía sonaba a chiste y así lo admitió la consejera de Sanidad: que nos fuéramos olvidando del hospital de la ciudad de la Justicia y de tantos otros proyectos que durante tiempo llenaron páginas y páginas de los periódicos.

Muchos días Elena se levantaba con la tensión baja, sin ánimo para seguir adelante. Barajó en alguna ocasión pedirse una baja, como había hecho en otras ocasiones, pero ahora recortaban sueldo desde el primer día de ausencia. De hecho, ahí estaban los datos. Las bajas laborales, un clásico de la provincia, siempre a la cabeza en esas estadísticas, habían caído en un 50% en los últimos tres años.

En Educación, le contaba Merche a Elena, las cosas no estaban mucho mejor. Su amiga Marta, la que estudió Psicología, se había quedado colgada con las oposiciones a Secundaria porque el ministro Wert, una de las estrellas del gobierno de Rajoy en su primer año de legislatura, las había suspendido. El curso en la provincia empezó con 400 profesores menos que el año anterior y los docentes salían con camisetas verdes y tijeras de cartón a protestar por lo que consideraban que era la demolición de la escuela pública, al tiempo que por novelería los padres seguían haciendo trampas para entrar  en los colegios concertados de más renombre de la provincia. Algunos detectives vivían de eso, de espiar a padres tramposos.

En la escuela pública, de momento, se canceló la entrega de ordenadores a 14.000 alumnos, las bajas no se cubrían hasta las dos semanas y por ahí arriba, por Madrid, se continuaba con el debate de Educación para la Ciudadanía sí o no mientras que los informes Pisa nos volvían a colocar como una de las peores educaciones de Europa.

Y, para colmo, los trabajadores de los comedores escolares pasaban meses sin cobrar porque, una vez más, no llegaba el dinero público comprometido. Era el mismo problema de los centros de educación especial, que alquilaron autobuses para llenar la plaza de San Juan de Dios de Cádiz de pancartas. Afanas, Upace y muchas otras asociaciones veían peligrar los servicios que ofrecían a familias agotadas como cuidadores de niños grandes. Juanlu, de 27 años, autista, besaba a Eva, su gran amiga, paralítica cerebral, en una foto del periódico. Quizá, pensaban sus padres, Juanlu y Eva estarían condenados a pasar los días, las tardes y las horas en casa si  cerraban los centros en los que les estimulaban, en los que se relacionaban.

Paco se  enfundaba, por supuesto, la camiseta verde y se colocaba detrás de las pancartas. En realidad, Paco tenía camisetas de todos los colores: blancas para sanidad, naranjas para los funcionarios, negras para la industria...

AMBROSIO 

Estaba esperando Paco qué color escogía Ambrosio para sacar sus  disgustos a la calle, pero lo cierto es que Ambrosio cumplió 81 años, lo que se considera esperanza de vida en la provincia, y  encontró refugio  en un lugar de su cerebro que le hablaba de su niñez en La Janda, de los años del hambre, que fueron felices, decía, porque era un niño, y de su mujer muerta, cuando eran novios, que resucitó el mismo día de su cumpleaños. Un estudio demográfico demostraba que la provincia triplicaría los octogenarios como Ambrosio en 2050. ¿Quién iba a pagar las pensiones de todos esos Ambrosios?, se preguntaba el Gobierno, que ya tiraba de la caja de seguridad para pagar las pensiones de ahora.

La cuestión fue que cuando cumplió 81 años Ambrosio perdió la cabeza, o la recuperó, según se vea, y decidió salirse de la realidad. Le dio por hablar de  la unidad de España y  por decir que  este joven que ahora gobernaba España, Aznar, nos llevaría a nuevas cumbres de gloria. Cuando Aznar vino a Cádiz  para lanzar uno de los tantos discursos de la Constitución bla bla bla  y celebrar una asamblea de su fundación, la FAES, Paquito bromeó con Ambrosio y le enseñó la foto: "Mira, Aznar ha venido a vernos". "Espero grandes cosas de este hombre", contestó Ambrosio. "Quizá nos traiga el escudo antimisiles a Rota", continuó Paquito. "Quizá el escudo antimisiles me traiga un empleo", fantaseó Paco. "Aznar no permitirá que nos tiren misiles", zanjó Ambrosio.

Pero la realidad, como hablaron  Paco y Elena, era que  Ambrosio se había convertido de la noche a la mañana en un dependiente. La ley de dependencia se había ido al traste y, aún así, buscaron un hogar para Ambrosio porque Ambrosio decía que quiero estar con chicos de  mi edad para hablar de nuestras cosas. Patearon geriátricos, echaron cuentas  y  se enteraron de que la Junta ya no concertaba plaza, que una plaza costaba de media 1.800 euros y la pensión de Ambrosio y lo que ellos completaran no llegaba para eso ahora que sus ahorros se habían ido con las preferentes. Había muchas residencias con muchas camas libres que nadie ocupaba porque la administración, que había alimentado su aumento en los buenos años, no las podía pagar. Y se dio el caso de que se finalizó la construcción de un moderno geriátrico en el barrio de Puntales de Cádiz que ni se abría ni se podría abrir a corto plazo porque nadie lo podría mantener. Ambrosio seguiría en casa. 

Posteriormente, salió en la prensa  que los geriátricos, por nomenclatura actual, los asilos, como se han llamado toda la vida, protagonizaban un escándalo policial. Decían los informativos que directores de estos centros habían sido detenidos por utilizar tarjetas sanitarias de muertos para adquirir pañales y medicinas básicas. Decían los informativos que asilos daban a dar a sus internos comida del banco de alimentos, comida de caridad. No decían los informativos, según conoció Paco después, que la mayoría de los asilos afectados pertenecían a monjitas y asociaciones benéficas, que esos asilos estaban en la ruina porque la Junta demoraba los pagos de los internos concertados, que eran casi todos. No decían los informativos que esos asilos acudieron al banco de alimentos para que sus internos no pasaran hambre.

En el cuarto de baño de Ambrosio había miles de medicamentos, muchos de ellos caducados. De hecho, en toda la casa se amontonaban medicamentos en un año en que todos sus habitantes tenían motivos para encontrarse mal. Estaban  los que sacaba Elena del hospital y los que se sacaban de la farmacia con la tarjeta de Ambrosio. Sintió Paco algo de mala conciencia cuando se decretó el copago de las recetas, él que decía, como con el pisito, que él pagaba sus impuestos.

MICHI

 Pero si Ambrosio estaba fuera de la realidad, espérate Michi . Michi es el hermano pequeño de Elena, el soltero de oro, como a él le gusta autocalificarse. Pero, sobre todo, Michi  es un cachorro de partido, da igual cuál sea porque lo suyo no es una cuestión de ideología, sino de servicio al ciudadano, insiste. Eso sí, Michi no tiene ni idea de lo que es un ciudadano porque vive en  una alucinación. La conversación exclusiva de Michi es el funcionamiento interno de los partidos, la fontanería política, que es su vocación. Y él piensa que eso es un universo. Michi divierte mucho a toda la familia. Acaban de brindar por el nuevo año y el ya está contestando llamadas telefónicas. Paco no se figura a Michi sin un teléfono en la oreja.

No se le conoce oficio, pero como él dice, forma parte de la estructura del partido, como si eso fuera un oficio. Empezó a estudiar Derecho, nunca lo terminó, pero habla de cuestiones  legales con gran soltura. Cuestiones legales fuera de la realidad, naturalmente. Durante un tiempo montó una empresa que vendía informes, no se sabe my bien de qué, porque Michi no sabe de nada, a ayuntamientos gobernados por su partido, pero con los recortes, que él lamenta, que él dice que es un deterioro inevitable del estado del bienestar, ya no vende informes a nadie. Celebra infraestructuras  y abstracciones como un triunfo personal. Así, el puente de la Constitución, bla bla bla, estaría para el 2015 pese a la falta de materiales, el AVE para el 2017 y los desdobles de Algeciras y Sevilla algún día, a ver si lo ve papá Ambrosio.

Pero la salsa en la que verdaderamente chapotea Michi es  en la de las puñaladas  "de  las estructuras". Y por eso este año ha estado muy entretenido y ha entretenido a la familia. Lo del PSOE ha dado para mucho, desde lo más alto con la lucha fratricida de Chacón con Rubalcaba, con el interesante personaje de Griñán de por medio, perdedor de unas elecciones que ganó, a lo más chusco de la riña por restillos en el PSOE provincial, con Irene García, alcaldesa de Sanlúcar, haciendo guantes con el alcalde de Barbate, Rafael Quirós y la sombra  del siempre maquiavélico González Cabaña de fondo. Pero la cosa fue más allá cuando, una vez triunfadora, Irene García, contaba Michi como si fuera Juego de Tronos, desbanca  de su puesto al portavoz de la Diputación, a José María Román, que... ¡le había apoyado en su lucha contra Quirós y la sombra de González Cabaña! Proclamó González Cabaña, flamante ex presidente de Diputación y en la actualidad diputado por la provincia en el Parlamento: "Han convertido el partido en un circo". ¿Lo habéis entendido?, preguntaba Michi con entusiasmo para terminar exclamando su frase favorita: "¡Es muy fuerte!"

Del PP podía contar que no veía claro lo de Zoido, el alcalde de Sevilla, como relevo de Arenas, que un alcalde de Sevilla no podía ser candidato,que Rajoy se había llevado a Arenas a Madrid no se sabía para qué y que ya veríamos cómo se lo tomaba Cospedal, que no se podía ver con Soraya, porque Michi llamaba a los políticos que no conocía por el nombre de pila con total familiaridad. Y bueno, que qué remedio le quedaba a Antonio (Sanz) sino venirse para Cádiz, que vaya papelón y que Loaiza se había tenido que tragar el sapo. Lo primero que dijo Sanz como secretario provincial de los populares fue: "Somos la esperanza de los que sufren". ¡Política! "¡Es muy fuerte!".

  Y, a continuación, sonaba el móvil y Michi seguía con sus cosas, hablando que si el PP tal, que si el PSOE cual, que si el secuestro de la democracia por la plataforma que rodeaba el Congreso, que la voluntad de los ciudadanos está en las urnas y bla bla bla, tal cual como si estuviera hablando de  la Constitución de Cádiz. 

Si se le preguntaba por el caso de los ERE y de la comisión parlamentaria que tras mucho bombo no llegó a ningún sitio  y que sólo señalaba con el dedo a ese hombre tan campechano, el de los gin tonics, que había sido durante una década director general de Empleo, cambiaba de conversación. El caso había supuesto que el jerezano Antonio Fernández pasara varios meses en prisión, aunque en su alegato defendió la legalidad de las ayudas a empresas que incluían entre sus despedidos a gente que no había trabajado nunca allí. Pudo ser un despiste, decía Michi,  y se refería a la juez Alaya  como una enemiga de la política, con lo necesaria que es la política, tal y como había dicho el Rey en su discurso de Navidad, que registró la audiencia más baja que se recuerda en los discursos de Navidad  del Rey. Claro, que quién mide eso, reflexionaba Michi, ¿a vosotros os han preguntado alguna vez qué estáis viendo en la tele?

PACO

 

En cuanto sonó la primera canción del especial de Nochevieja, que era Mario Vaquerizo con un gorro de Papá Noel cantando que esta Navidad el mejor regalo eres tú, en una versión de una canción de Mariah Carey, Paco se escapó a la cocina. Abrió la botella de whisky de marca blanca y se sirvió una copa bien servida con hielo. Tenía un sabor horrible. El nuevo supermercado en el que hacían la compra, el de los descuentos, apenas tenía marcas. Estaba cansado, agotado de ese año, el año más deseado. Quizá debería llorar, pero no le apetecía. Apareció Elena, le acarició la cabeza y le aseguró que todo iría mejor en este año que entraba. 2013 será mejor. ¿El trece? No somos supersticiosos, dijo ella. Claro que no. Estamos todos, los niños están aquí. Claro que sí. Y mi mejor regalo eres tú, dijo Elena emulando la canción de Mario Vaquerizo. Claro. ¿Qué vas a hacer mañana? Paco sopesó si contestarle que estaba dudando entre ir a probar su swing a  uno de los campos de golf que están cerrando, como el de Las Lomas, en Chiclana, o comprar un billete para el tren de lujo Al Andalus, que era como el Orient Express, pero dio un sorbo al whisky, dibujó una mueca de asco y despachó la respuesta: creo que daré un paseo por la playa.  

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