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EL PASEANTE

La exposición naval escondida

  • Aficiones. Rafael García alberga en su casa una gran cantidad de maquetas de barcos. Los mejores se exhiben en el patio del edificio ante la inseguridad que le supone exponerla al público.

La persona que pase por la calle Magistral Cabrera nunca podrá imaginar que en el número 5 de esa misma calle podría disfrutar de una recreación a mano de grandes buques como el Santísima Trinidad, San Felipe o Juan Sebastián Elcano.

En ese edificio vive Rafael García, antiguo marino mercante que hoy sigue invirtiendo sus horas en la mar, aunque a otro nivel. Ha cambiado la cubierta del barco por su pequeño taller en el que recrea fielmente y de manera manual los grandes navíos de la historia. Unas maquetas que tiene expuestas en el patio de su casa, para uso y disfrute de amigos y familiares.

Empezó con esta afición desde niño. Un antiguo profesor, don Pascual, le transmitió ese interés por la maquetación de barcos, un hobby que ha mantenido y depurado durante toda su vida. "Ahora que estoy jubilado es cuando más tiempo le dedico", afirma.

"Es una afición cara", confiesa, "aunque muy satisfactoria". Además del coste económico, el tiempo dedicado a cada obra es inmenso. "Depende del barco", explica Rafael, que presenta orgulloso su joya de la corona: El Santísima Trinidad. "Fueron 2.700 horas, 2 años y pico. Lo fui anotando por curiosidad". La maquetación es un hobby donde el tiempo y la paciencia son indispensables. Para ello, es imprescindible contar con un refugio, un lugar de evasión. Para Rafael es su taller: "Esto es mi mundo, aquí no entra nadie". Allí pasa las horas, "unos días seis, otros menos", confiesa, alternando las maquetas para combatir la monotonía. Un taller que no olvida su esencia. Está decorado con imágenes y carteles de barcos de todas las épocas, una colección de pipas antiguas y abarrotado de planos, herramientas y libros sobre navegación.

En los últimos tiempos ha construido unas treinta maquetas de diferentes barcos. De ellos, quince están expuestos tras cristaleras en el patio central de su domicilio junto a otros dentro de botellas de cristal y cuadros de nudos marineros. La próxima incorporación será el Titanic.

Entre sus creaciones se encuentra una gran variedad. Desde maquetas hechas "desde cero", a través de planos y fabricando las piezas, hasta una realizada por fascículos "la única y la última", afirma resignado. Otros de los expuestos proceden de barcos que se encuentra en la basura o abandonados en la calle. Los coge, adecenta y restaura en su taller. Un proceso que hizo con una maqueta del típico barco que surcaba el río Misisipi y que hoy luce como nuevo en su vitrina.

El proceso de recreación no se queda solamente en el trabajo manual. Rafael se sumerge en la historia de cada navío y en el periodo histórico que protagonizó. Entre los numerosos libros que se amontonan en su taller rebusca para conocer quién fue el capitán del barco que se encuentra a medio hacer en su mesa de trabajo o cuál era la tripulación de aquel que tiene en mente comenzar próximamente.

Ante la posibilidad de exponer públicamente su colección se muestra escéptico. "No se suelen hacer responsables de las maquetas y tienes que llevarlas tú personalmente". Recuerda con tristeza episodios anteriores donde los curiosos sobrepasaban los límites de la observación tocando la maqueta, y en muchos casos, rompiendo o deteriorando su trabajo. "Antes que llevarme un disgusto prefiero tenerlo aquí para quien quiera verlo". Pese a ello, lanza una propuesta al Ayuntamiento. Defiende que, dada la gran cantidad de personas que comparten esta afición, desde el consistorio se podría alentar y aprovechar el talento de estas personas proporcionándoles un espacio para exponer o incluso ofrecer clases a los noveles.

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