tribuna de opinión

El drama del talento en el exilio

  • Los Institutos de Investigación e Innovación en Ciencias Biomédicas han demostrado ser la mejor estrategia para mejorar la investigación en salud

  • El de Cádiz se creó en diciembre

El título de este escrito alude a otro (http/otraoportunidadperdida.blogspot.com.es/), de hace un par de años, en el que se ponía de manifiesto que nuestra provincia es, desde hace tiempo ya, la única en España que, con más de un millón de habitantes, carece de un Instituto de Investigación Biomédica o Sanitaria. Se planteaba entonces que esa carencia era una oportunidad perdida. Dos años más tarde, algunas de las actuaciones que aparecían en aquel análisis como necesarias para resolver este problema parecen solventadas; a saber, la creación formal del Instituto de Investigación e Innovación en Ciencias Biomédicas de Cádiz (INiBICA) (véase prensa del 2-3 de diciembre de 2016) y la dotación de un presupuesto especial para su desarrollo inicial (diez millones de euros con cargo a fondos ITI para el quinquenio 2017-2021). Buenas noticias sin duda, ya que a nadie se le escapa que la consolidación de un recurso de este tipo tendrá un efecto positivo sobre la creación de conocimiento para mejorar la salud, la captación de financiación externa, la generación de empleos de calidad y la formación de nuestros jóvenes. Máxime en una provincia que padece una situación socio-económica perentoriamente mejorable.

A pesar de ello, en nuestra opinión, aún falta una pieza clave para que este proyecto pueda consolidarse. Para explicar esta afirmación son necesarias algunas precisiones previas. Un Instituto de Investigación Biomédica está constituido por un número suficiente de grupos de investigación (GI), estructurados en áreas temáticas estratégicas y que trabajan en inmediata proximidad física a un hospital. Estos Institutos existen desde hace tiempo en la mayoría de los hospitales complejos del mundo avanzado, ya que han demostrado ser la mejor estrategia para mejorar la investigación en salud. Los GI se definen por su capacidad para captar competitivamente financiación externa (pública y privada, nacional e internacional) para realizar sus proyectos y por su registro de logros contrastados en investigación (publicaciones científicas de impacto y patentes comercializables). Son estos GI consolidados los que, con su capacidad para autofinanciarse, hacen sostenible la actividad investigadora del Instituto a largo plazo. Los Institutos deben ser acreditados oficialmente para poder acceder al grueso de la financiación competitiva en este campo. Dicha acreditación se hace en base a la bondad de sus líneas estratégicas y a la capacidad de sus GI para interaccionar sinérgicamente, competir por financiación y producir logros científicos de calidad (Real Decreto 339/2004 y desarrollos posteriores). Hasta el presente, 29 Institutos han sido ya acreditados en España, entre ellos cuatro (Sevilla, Córdoba, Málaga y Granada) en Andalucía. Los GI biomédicos de Cádiz involucrados en el proyecto del Instituto, tanto los de origen sanitario como universitario, se han estructurado en líneas estratégicas válidas (Inflamación, Neurociencia, Salud Pública,…), pero su número, su actividad interactiva, captación de financiación y aportaciones científicas no permiten aún su acreditación, debido a su relativa escasez.

Siendo coherentes con lo anterior, parece obvio que un objetivo crucial del naciente INiBICA es aumentar tanto la calidad como la cantidad de sus GI, aumentar la masa crítica, se dice en ciencia. Esto pasa por reclutar y ayudar a los GI consolidados existentes ya en Cádiz, por el apoyo económico al desarrollo inicial de grupos emergentes con posibilidades de consolidación a corto-medio plazo, y por generar condiciones (instalaciones, contratos de investigadores y otro personal, proyectos intra-murales, etc.) que incentiven la incorporación de GI externos con formación y resultados contrastados de calidad. Esto último es esencial ya que, como se ha mencionado, la masa crítica existente, y previsible, en Cádiz es insuficiente. Actualmente, debido a los recortes ocurridos en el contexto de la "crisis", no sería difícil atraer hacia este proyecto mediante incentivos a excelentes investigadores externos. Todos estos procesos han de realizarse durante los cinco años en los que se va a contar con la financiación especial mencionada. El buen uso de esta financiación es crítico para garantizar la sostenibilidad del Instituto después de 2021. Como es lógico, esto exige la cuidadosa elaboración e implementación de los programas de incentivos mencionados, la acertada selección de los GI encaminada al reforzamiento de las líneas estratégicas del Instituto y la articulación de las medidas necesarias para constituir el entorno físico (edificios, instalaciones) que albergue de forma conveniente esta actividad. Además, este conjunto de procesos ha de ser ensamblado en un marco temporal preciso, con evaluaciones periódicas, para que cada elemento rinda los frutos adecuados en cada momento.

Tras esta larga pero inevitable explicación, podemos ahora especificar de qué carece aún el proyecto del INiBICA. Pues bien, carece de planificación tanto en su aspecto científico como físico. Preguntados los investigadores más involucrados en el proyecto indican que, salvo la redacción de los documentos utilizados para la creación formal del Instituto y para la convocatoria de un reducido grupo de ayudas, no se les ha solicitado nada más por parte de las autoridades. No existe actualmente un equipo con suficiente conocimiento, experiencia, autoridad y autonomía (poder delegado desde las autoridades) al que se le haya encargado el diseño concreto de los sucesivos pasos a dar, es decir la Planificación Científica. Dicho equipo debería estudiar y decidir el uso de la financiación especial, detallando los programas a implementar, generando un cronograma de objetivos a cubrir por anualidad con sus correspondientes presupuestos, y elaborando los sistemas evaluadores de cumplimientos temporales. Debería además estar en contacto con los GI existentes, planear la selección de grupos emergentes, establecer los sistemas de incentivación y selección de los investigadores externos a atraer al INiBICA y discutir con los grupos clínicos su participación concreta, en definitiva, elaborar un plan avanzado en el que se detallen todos los elementos de la planificación del Instituto. Dicho equipo debería además estar integrado en un órgano conjunto con las autoridades administrativas que valide la corrección y legalidad de los programas, y que analice en profundidad las posibilidades reales de la ubicación física de las instalaciones. Nada de esto existe con claridad a fecha de enero de 2017.

Como comprenderá el lector, esta carencia nos lleva, y llevará seguramente a muchos otros, a desconfiar de que el proyecto del INiBICA llegue a ser una realidad consolidada que permita a esta provincia aprovechar un recurso científico, económico y laboral, con claro valor añadido y sostenible a largo plazo, esto es, después de finalizada la financiación especial. En manos de las élites político-administrativas, y de la vigilancia ciudadana, está el solventar cuanto antes esta carencia.

Por último, debemos señalar algunos obstáculos que podrían dificultar el uso correcto de la financiación especial para el desarrollo del Instituto:

1) No ha sido infrecuente en esta provincia que el poder político-administrativo exceda su función e intente ocupar el espacio de la experiencia y el conocimiento técnico, espacio para el que no tiene, ni tiene porqué tener, preparación ni autoridad profesional. Este deslizamiento del poder puede hacer descarrilar cualquier proyecto, por asequible y beneficioso que sea.

2) Podría ocurrir que algunos agentes de la investigación biomédica de la provincia estén tentados de promover un reparto de los mencionados fondos especiales que predominantemente satisfaga intereses particulares, e ignore atender a la sostenibilidad del Instituto a largo plazo. Esto fue lo que ya ocurrió a principios de los años noventa con la llegada de fondos FEDER para investigación, y cuyos pobres resultados a medio y largo plazo son bien conocidos. La peor opción sería que se combinaran ambos posibles obstáculos y que un poder político-administrativo poco eficiente se conformara con un uso de la inversión para la satisfacción cortoplacista de los agentes de la investigación biomédica locales. En cualquiera de estos escenarios estaríamos ante OTRA OPORTUNIDAD PERDIDA.

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