Cádiz

La cocaína volátil

  • Los investigadores del robo de la droga en el búnker se resignan a pensar que la prueba del delito, los 300 kilos de polvo, nunca podrán ser recuperados

"Lo peor, con diferencia, es la cara de tonto que se te queda". Un año de investigación de uno de los mayores ridículos policiales que se recuerdan en la provincia, el robo en sus narices de 300 kilos de cocaína y otros cien de hachís en el búnker -es un decir- de la subdelegación de Gobierno, arroja una pocas certezas. La mayor de todas ellas es que la droga nunca aparecerá. Y, en este caso, la droga es la prueba de cargo.

Oficialmente, la investigación avanza. Extraoficialmente, la policía quiere olvidar cuanto antes algo que nunca debió suceder porque saben que sólo un monumental golpe de suerte permitiría recuperar la droga y practicar detenciones. ¿A quién? Los investigadores tienen el perfil de los asaltantes que durante cuatro horas del último fin de semana de septiembre de 2012 entraron y salieron hasta tres veces del inadecuado recinto donde se guardaba el alijo incautado en alta mar al buque de bandera búlgara SV Nikolay, donde el clan colombiano de los Vélez había colocado la mercancía que esperaban transportistas gallegos en el puerto de Vigo.

Que esa meticulosa operación de los Vélez, conocidos mayoristas del contrabando, acabara, tras ser incautada la droga, con la cocaína en las manos de unos delincuentes de Cádiz de poca monta sólo fue posible gracias a lo que la policía ha reconocido que fue una negligencia en la vigilancia. De hecho, hubo expedientes para los agentes de guardia de aquella jornada, a los que les endilgaron la custodia de una mercancía en la que también alguna responsabilidad tendrían en Subdelegación, donde no se han tomado medidas disciplinarias.

Los agentes no se explican cómo "se obliga a gasolineras y a un montón de establecimientos a tener unos sistemas de alarma homologados y la Subdelegación no sólo no tenía esa alarma, sino que creía que bastaba con unas pocas cámaras de seguridad".

Pero ese episodio está zanjado y ya no se puede dar marcha atrás. Lo que ocurrió hace un año fue una cadena de dislates que coincidieron en el tiempo con una revolución interna en la comisaría, por la que mandos intermedios que habían controlado la gestión se habían visto desposeídos de su poder. Época de recelos, desconfianzas, mal rollo y, para colmo, un robo de droga. Con esos mimbres, la primera línea de investigación fue mirar dentro. Al menos el soplo tendría que haber venido de la comisaría. Al tirar del hilose observó que la absoluta falta de seguridad en la custodia de la droga, al punto que las únicas huellas encontradas resultaron pertenecer a un cristalero que había repuesto un cristal tiempo atrás -es decir, la droga estaba a la vista de todo el mundo- hizo que se abrieran otras líneas. En realidad, el soplo lo podía haber dado cualquiera. Mucha gente sabía que la droga estaba allí y que sólo había que entrar para cogerla.

Las imágenes captadas antes de que las cámaras fueran vueltas -las medidas de seguridad de los cacos eran tan pobres como las de la Subdelegación, un auténtico tour de force de incompetencia- permitieron trazar el perfil de los autores del robo. Un policía lo resume: "Manguis".

No, no estaban ante profesionales. Los responsables del desaguisado se encontraban en la escala más baja de la ciencia de la delincuencia. Durante el traslado de la droga, realizado con unas carretillas, se olvidaron cosas que les hicieron entrar y salir por el ventanuco de acceso varias veces. La planficación era abiertamente chapucera.

Tras el sofoco inicial al descubrirse el golpe, los investigadores -todavía impactados por lo absurdo de lo sucedido- tuvieron esperanzas iniciales de que rastreando la droga, con sellos en las tabletas, se llegaría a los autores. Pero no sucedió así.

Tres o cuatro chorizos de poca monta no pueden colocar 300 kilos de cocaína pertenecientes a colombianos del calibre de los Vélez en el mercado como si nada. Su cuello no valdría un duro.

Entonces, una de dos: o la droga está escondida en algún punto de la provincia desde hace un año, algo verdaderamente improbable, o la droga ya no estaba en Cádiz cuando se inició la investigación. "Es posible que se pudiera llegar a los autores materiales del robo. Sospechosos hay y se ha seguido su pista, pero no hay pruebas porque la prueba es la droga en sí. Sería cogerles para tener que soltarles", dicen fuentes de la investigación.

Pero no es sólo eso. Una segunda hipótesis nos conduce a otra posibilidad. Los que cometieron el robo podían ser unos chapuceros, pero la organización que encargó el robo no tenía por qué serlo. "En ese caso, quién sabe si los autores nos podrían llevar a una operación de mayor calado.Creo que se ha estado muy cerca de la resolución del caso y esto es muy difícil cuando no se esclarece en las horas sigueientes al robo. Y mucho más difícil si, tal y como podemos suponer, la cocaína ya estuviera fuera de España cuando descubrimos que la droga había desaparecido", revelan estas mismas fuentes.

Robos como éste -ejecutados, eso sí, con algo más de pericia- se han producido en Huelva y Málaga. Tampoco se han esclarecido. Hace un año -ahora ha mejorado la seguridad sobre la droga incautada- no era muy díficil seguir la pista de un alijo No hay base para pensar en ello, pero tampoco para descartarlo: quizá los colombianos regresaron a por lo que era suyo.

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