Cádiz

Un artista en el oficio de contar

NO he tenido la fortuna de trabajar con Emilio López, pero cuando tuve la ocasión de conocerlo, entendí por qué era tan grande y tan querido. Su sencillez y su enorme corazón sólo eran comparables a su innato y genuino sentido del humor y a su gaditanía. En el oficio de contar era imbatible y unos pocos minutos le bastaron para situarme y a la vez presentarse: "Bienvenido a la hermandad matriz de Almonte", me dijo, para añadir: "¿Sabes que yo ya estaba aquí cuando Teófila era morena?" Su perfil lo completó con su pasión por el Diario, su Diario, sólo comparable a su pasión por Cádiz: "Algunos piensan que evolucionar es irse a vivir a Sevilla, Madrid o Barcelona, pero quien olvida su origen..." Amaba tanto su ciudad y sobre todo su casco antiguo que no gastaba bromas cuando le tocaba cubrir una información lejos de la redacción.

Emilio López era tan grande que se hacía querer y respetar incluso por quienes no le conocían bien. El llanto ahogado de quienes compartieron su vida con él ayer no tuvo consuelo posible nada más impactar la noticia en lo más profundo de cada cual. Y comoquiera que nada escuece tanto al periodista como caer en el tópico, el silencio se impuso en la Redacción. Sólo fue interrumpido por algún recuerdo ligado a su contagioso sentido del humor, el mismo que no le abandonó al encarar la enfermedad, siempre rodeado por los suyos.

Emilio era un clásico cuyo molde ya no se fabrica. Lo de copiar y pegar no estaba hecho para él. Cercano como persona y profesional, abrió muchas puertas por las que otros pasarán durante muchos años. Alguien ayer dudó al referirse a él como don Emilio, don Emilio López... Pero enseguida le corrigieron: "Ni se te ocurra, que es capaz de llamarnos mañana para echarnos la bronca". Este periódico que tiene en sus manos ayer más que nunca fue el de Emilio: sencillo, cabal y natural, una persona de las que deja huella, de esas que uno piensa que conoció toda la vida.

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