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Cádiz

Vitaminas para la igualdad

  • Los alumnos del curso de Iniciación a la Hostelería de la Asociación Down Cádiz realizan una jornada de prácticas en la empresa Frutal

Cuatro trozos de manzana, dos bolitas de sandía, dos trocitos de piña, otro de melón, una cereza, una rodajita de kiwi y dos trozos de uva, quitándoles previamente las pepitas. Esa es la fruta que compone cada una de las tarrinas que elaboró ayer un grupo de alumnos del curso de Iniciación a la Hostelería del Programa de Inserción Laboral de la Asociación Síndrome de Down de Cádiz y Bahía 'Lejeune'.

Estos jóvenes realizaron ayer unas prácticas en Frutal, una empresa de reciente creación en la que Juan Manuel Pérez Prado, su creador, lleva a cabo las labores de pelar, trocear y envasar la fruta, además de repartir los encargos a domicilio. Él mismo enseñó a los chavales de Down Cádiz a manipular la fruta.

"Lo primero que vamos a hacer es zumo de naranja -le dijo a sus alumnos-, porque si pelas una manzana, se pone fea en seguida y si metemos los trozos en zumo de naranja, conseguimos que la manzana nunca se ponga fea". Y es que Juan Manuel no utiliza ningún conservante químico ni aditivos, garantizando así que el producto sea 100% natural y fresco.

Los chicos siguieron los mismos pasos que se realiza en Frutal para elaborar las tarrinas: lavar la fruta, cortarla y pelarla a mano, enjuagar los utensilios entre paso y paso... La verdad es que Juan Manuel es muy cuidadoso. No deja ni un trozo de piel, le quita todas las pepitas a las uvas y los huesos a las cerezas.

Cuenta que siempre trabaja con fruta de temporada y, a veces, introduce alguna tropical para variar. Él mismo va a la lonja de Cádiz cuando le hace falta material. Y compra "la mejor fruta que hay, con el punto de maduración adecuado. Y si veo que hay algún trozo que está mal, lo desecho. Compro sandía sin pepitas, kiwis de Nueva Zelanda, que son los más caros, y las uvas no las compro sin pepitas porque no son buenas", explica.

Después de manipular la fruta e introducir los trozos en los recipientes, cada uno de los chicos de Down Cádiz se llevó a casa una tarrina y un diploma que certificaba que "ha realizado satisfactoriamente sus prácticas en Frutal".

Todos salieron encantados. Lo que más le gustó a la mayoría de ellos fue exprimir las naranjas, porque el exprimidor que tiene Juan Manuel facilita mucho la tarea. Claudia, una de las alumnas, contó que le gusta mucho la fruta y por eso le hacía ilusión poder llevarse la tarrina hecha por ella misma. A Claudia le llamó la atención cómo le habían quitado el corazón a las manzanas y las piñas.

Javi, otro de los chicos, reconocía que a él no le gusta la fruta, pero dijo que le iba a dar la tarrina a su hermana, "que le encanta".

Los monitores de Down Cádiz contaban que los chavales están "muy motivados" con este curso, en el que están trabajando la autonomía en la cocina. Así, ellos mismos elaboran las recetas en las clases y se llevan a casa lo que cocinan. También van al supermercado a comprar los ingredientes, aprendiendo de este modo a manejar el dinero. Asimismo trabajan la responsabilidad y los hábitos saludables, ya que siempre elaboran recetas dentro de una dieta equilibrada.

La empresa que visitaron ayer nació el pasado mes de diciembre, después de que su creador, Juan Manuel Pérez Prado, perdiera su empleo en Bankia tras 25 años trabajando en la banca, muchos de ellos como directivo. "Me fui en noviembre del año pasado y el 23 de diciembre me hice autónomo, porque no quería estar sin hacer nada. Empecé a operar en enero, cuando conseguí el registro sanitario", cuenta este emprendedor.

Él trabaja por pedidos, y los reparte dos días por semana. Distribuye sólo en Cádiz capital porque esta ciudad "tiene la ventaja de que las distancias son manejables", y así garantiza un producto 100% fresco, manteniendo en todo momento la cadena de frío. Los pedidos se pueden hacer por teléfono, llamando al 654840929, o también por WhatsApp. El pedido mínimo es de tres tarrinas y la fruta se conserva en perfecto estado durante cuatro días.

Para empezar, hizo una inversión de dos frigoríficos industriales, una mesa de acero y un fregadero. Se puso como meta "conseguir en el mes de junio lo mismo que conseguiría en el paro, porque tampoco le puedo quitar ese ingreso a mi familia". Y más o menos está llegando a esa cifra, gracias a que poquito a poco ha ido aumentando su clientela. Cada tarrina de 200 gramos la vende a 1,50 euros, por lo que el margen de beneficio es muy pequeño. Pero él no es ambicioso. Su lema es "hacer lo que pueda hacer y hacerlo bien". Asegura que está muy contento con el giro que ha dado a su vida.

Su próximo objetivo es poder contratar a alguien, y esa persona tiene que cumplir un requisito: "Quien trabaje conmigo tiene que hacer con cariño cada tarrina".

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