Más allá del barrio de Cortadura la ciudad parece que termina. Es una especie de fondo de saco donde reina la suciedad y el progreso parece que no ha llegado. El pavimento de las calles deja mucho que desear y las aceras distan mucho de lo que hoy se llama "ciudad sostenible". Claro que no es un sitio de paso, algo que todo el mundo vea, salvo los numerosos padres y los alumnos del colegio público La Inmaculada y el instituto Cortadura y, a lo sumo, los usuarios de la estación de trenes que está allí radicada, por lo que las decisiones políticas van en su contra.

El Ayuntamiento de Cádiz siempre había criticado que la fachada de entrada a la ciudad era una especie de estercolero. Con parte de esta estampa se ha acabado tras la urbanización y limpieza de la zona que se encuentra alrededor del depósito de vehículos, con lo que la imagen ha mejorado notablemente.Pero más allá de Cortadura no ocurre lo mismo. Las pintadas llena las paredes, incluso en el lienzo de la muralla de Cortadura.

En la trastera del colegio, tras una puerta, hay un pequeño solar que se ve desde la carretera y que también sirve de presentación a la ciudad. Allí se acumulan restos de farolas urbanas, semáforos y toda clase de escombros, incluidas maderas entre rastrojos.

Desde el AMPA de la Inmaculada, su presidenta Conchita Lobato explica que lo que han pedido en varias ocasiones al Ayuntamiento es que se acondicione la calle que da a la fachada principal del colegio y se ponga un acerado en condiciones. En un principio se habló de dejar en una sola dirección la circulación, de manera que los vehículos entraran por la trasera, "pero para ello hay que asfaltarlo". Lobato afirma que las reclamaciones se producen mirando "por el bien de los alumnos porque a veces llegan llenos de fango porque el suelo ni siquiera está pavimentado".

El AMPA asegura que "a veces nos da la sensación de que esto es una zona rural y no urbana. Parece que no van a tomar una medida hasta que no haya una desgracia". De momento, hoy, como todos los lunes, quedarán los restos de las botellas de los jóvenes que hacen allí su botellón. Y es que la limpieza también deja que desear.