Cádiz

Poner piedras al pasado

  • Cádiz es incapaz de aprovechar su importante legado histórico como fuente de riqueza de la ciudad Fortificaciones, edificios religiosos, casas palacios privadas... están en lista de espera

La fotografía de Fito Carreto que ilustra esta página corresponde al monasterio de Santa María. Un banco de piedra ubicado en una calle interior en el inmueble que data del siglo XVI. Para quien desconozca nuestra historia, el ataque inglés a Cádiz de 1596 arrasó buena parte de la ciudad, quemando o destruyendo la mayor parte de sus edificios. Apenas quedó nada, más allá de muchas ruinas. Y entre lo que aguantó está este espacio del monasterio del populoso barrio de Santa María.

Que esta pequeña parte de nuestra historia siga en pie sería suficiente para que luciese restaurada, que fuese visitable por propios y turistas y que formase parte del patrimonio histórico que se muestra orgullo y del que, también, se saca provecho económico.

Sería lo lógico. Pero en Cádiz cuando hablamos del patrimonio histórico la lógica no sirve de nada. Por el contrario, los azulejos que cubren este banco de piedra apenas resisten, mientras que su entorno, muros, ventanas, puertas, parterres, calzada, aportan una imagen de dejación y de ruina extremadamente preocupante.

Este patio es apenas una parte del convento de Santa María. No agotemos espacio recordando lo que se debería de saber: un edificio histórico en muy mal estado y ocupado por un reducido grupo de monjas de clausura, un desalojo debido al estado precario de la edificación, una apuesta de la Junta por su rehabilitación y una crisis económica de unos y otros causante de la paralización de cualquier actuación pública que garantice su salvación.

Sólo la más que elogiable actuación de un grupo de ciudadanos, promotores de la Asociación de Amigos del Monasterio de Santa María, ha permitido en los últimos años ejecutar obras de emergencia en varias dependencias. Dinero escaso, insuficiente para las necesidades que hay. La Junta, por su parte, deja a un lado esta operación de tanta relevancia cultural e histórica, mientras que el Ayuntamiento asume la necesidad de las obras pero reconoce que no tiene fondos para ello. Y mientras, el monasterio cada vez más cerca de la ruina. Más de 400 años de historia en peligro.

No nos extrañemos que ello ocurra. Esta ciudad está llena de ejemplos de cómo se ha dejado perder su patrimonio histórico. Primero el privado, con el abandono de casas palacios cuyos fondos han sido saqueados por los herederos de los antiguos propietarios. Después, la iniciativa pública, incapaz de aportar fondos económicos para recuperar castillos, palacios, restos arqueológico y, lo que complica aún más la cosa, sin un modelo claro a seguir, como si por ellos no fuese la cosa, como si fuesen incapaces de valorar lo que tienen entre manos.

Esta ciudad ve con normalidad que el foso de un Monumento Nacional como es el frente de la Puerta de Tierra se dedique al paseo de los perros: ¿y por qué no un pequeño café, una área de juegos infantiles, una zona para pequeños conciertos al aire libre y paneles explicando a los visitantes la historia de la vecina muralla? No es éste, desgraciadamente, el único recinto amurallado al que no se le ha sabido sacar provecho. A pocos metros está el baluarte de Santa Elena, ocupado por oficinas municipales, o el de San Roque que, además, sufre una importante erosión en la fachada que da al mar. O la muralla de San Carlos e incluso el castillo de Santa Catalina, con una rehabilitación que no acaba de concluir aunque cause envidia al castillo de San Sebastián, que va camino de convertirse en el ejemplo más triste del desprecio gaditano a su historia. ¿Y el patrimonio religioso? Casi todo oculto salvo la eficaz labor del cabildo Catedral a la hora de abrir el templo al turismo.

Pero el mayor ejemplo de este olvido de nuestro pasado es el Teatro Romano. Que se sepa ningún representante de la Junta ha presentado excusas a la ciudad por el despropósito que ha supuesto su puesta en uso, aún incompleta.

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